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Amo a mi iglesia

19 de mayo de 2012

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

La iglesia somos cada uno de nosotros, quienes sumamos y somos parte del cuerpo de Cristo. A veces mencionamos la palabra iglesia para referirnos al templo, a la construcción, el recurso físico para congregarnos, pero cuando la Biblia habla de iglesia se refiere a la congregación, al pueblo del Dios, tal como la carta a los Corintios lo explica1. Todos somos parte vital del cuerpo de Cristo, tenemos una función que nadie más puede ejercer. Por eso somos diferentes y cada quien tiene habilidades particulares. Imagina, sería extraño que nuestro cuerpo fuera un inmenso ojo o una gran oreja, pero no es así, Dios nos ha diseñado íntegros, con pequeñas partes que al relacionarse funcionan a la perfección. Así que el cuerpo de Cristo está conformado por todas las iglesias o congregaciones que creen en Él como Señor y Salvador. Por eso, debemos valorarnos, reconocernos y respetarnos.

Tú y cada uno de los hijos de Dios, específicamente, fuimos llamados para formar parte de una congregación especial. El Señor nos llevó a ese lugar porque tenemos una función que cumplir allí. Hay una razón divina para formar parte de la iglesia donde Él te ha puesto. Así que intégrate con pasión a la iglesia y participa activamente del trabajo que Él nos ha encomendado.  

Al conocer cómo funcionaba la iglesia primitiva, podemos descubrir los valores que les permitieron avanzar en esos tiempos difíciles, cuando la fe en nuestro Señor Jesucristo era una pequeña semilla que creció hasta alcanzarnos. La Biblia explica que los creyentes perseveraban en el templo, daban alabanza a Dios, y compartían en las casas con alegría y sencillez2. Entonces, Dios añadía a otros miembros para que la iglesia creciera y diera fruto. Ellos cumplían su parte y el Padre cumplía la Suya. Así es como funciona, cada quien se ocupa de lo que le corresponde y confía en la obra del Señor.

Pertenecer a una congregación en particular es un designio de Dios. Él nos ha guardado un lugar especial y nos pide que no desmayemos, que seamos perseverantes en crecer y compartir en ese lugar. Él conoce lo que necesitas y lo que anhelas, sabe qué lugar es el ideal para que obtengas lo que requieres para alcanzar Sus objetivos. Sus planes se cumplirán en la congregación donde ha deseado que te desarrolles.

Asistir a una iglesia y pertenecer a esta no es lo mismo. Asistir significa llegar, ocupar un asiento, escuchar, participar, recibir y retirarse. Pero pertenecer a una iglesia es mucho más que asistir porque implica una identificación y un compromiso con la visión que los líderes han recibido de parte de Dios. Nuestro Señor desea que pertenezcas a una congregación, es decir que seas uno con tus hermanos, que establezcas vínculos de identidad y amor, que reconozcas el liderazgo que Él ha definido. Él definió a la iglesia con autoridades para que el trabajo sea ordenado. Así ha sido siempre. Noé fue el designado para dirigir la construcción del arca y los animales no habrían subido a ninguna otra. Lo mismo sucedió con Moisés a quien Dios designó para sacar al pueblo de la esclavitud. A él le hablaba y le daba instrucciones. Era a través de él que Dios hacía Su obra para el pueblo. Incluso, fue él quien recibió la ley que debían respetar y obedecer. Reconocer que Dios nos colocó en una congregación implica respetar la autoridad que ha designado en esta.

Dicho liderazgo y autoridad está diseñada para bendecirte. Antes de que pensaras en acercarte a Dios, Él sabía a dónde pertenecías. Estoy convencido de que la identidad de cada miembro de la congregación se percibe en la forma como expresa su fe. Esta identidad se reconoce en su mirada, en su conducta, incluso en su forma de hablar. Reflexiona por un momento en todo lo que has recibido de Dios a través de la iglesia donde te ha puesto. Has recibido amor, fe, prosperidad, milagros, carácter, sabiduría, paz, diligencia, convicción y compromiso. Lo que recibimos y aprendemos está relacionado con las autoridades que Dios ha puesto frente a la congregación a la que pertenecemos. Por lo que debemos respetarlas y honrarlas ya que ellos tienen un depósito de sabiduría, unción y Palabra que nos permite descubrir hacia dónde quiere llevarnos el Señor. Persevera en tu congregación porque ese es el lugar que Dios ha diseñado para ti. Todo es cuestión de saber pertenecer a un lugar y escuchar la voz del Señor a través de las autoridades que ha puesto para guiarnos.

Tú eres la iglesia. Eres parte de los ojos, oídos, manos y corazón de Dios. No te avergüences de identificarte ante el mundo como hijo de Dios y fiel seguidor de Sus instrucciones. Él te plantó en la iglesia donde estás para que crezcas, te fortalezcas y produzcas mucho fruto. Mientras seas parte de Su cuerpo, Su obra no se detendrá. Nuestra misión es ver a todos entregando su vida a los pies de Jesús, reconociéndolo como Señor y Salvador, y no descansaremos hasta lograrlo.

Dale gracias por hacerte parte de Su iglesia, porque eres Su templo y porque eres testigo de Su presencia. Asegúrale que estás comprometido con Sus proyectos y que serás perseverante en dar, en crecer y en compartir lo que has recibido de Sus manos. Dile: “Gracias Padre por hacerme parte de Tu cuerpo”.  

 

1 Corintios 12:12-27 dice: Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.

 

2. Hechos 2:46-47 explica: Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

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