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¡Anímese, hágase porras!

16 de octubre de 2008

Tiempo de lectura: 4 minutos

 

 

Los sentimientos y el ánimo

Vivimos una época de desconfianza respecto a nuestros sentimientos. Siempre nos advierten: “cuidado con tus sentimientos. No tomes decisiones basándote en ellos”.  Pero es casi imposible pensar y no sentir. Lo mejor es aprender a sentir lo bueno para tomar buenas decisiones. De esa forma podremos ver un cambio en nuestras vidas.

El ánimo es la condición en la cual se encuentra nuestra alma, nuestro espíritu. A veces nos sentimos fuertes, somos campeones,  y otras veces nos sentimos débiles, fracasados. El estado de ánimo marca nuestra forma de actuar, así que debemos procurar que sea bueno. Recuerda que tu ánimo es el reflejo de tu alma.

El ánimo es lo primero

En Proverbios 8:14 leemos: El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas, ¿quién soportará al ánimo angustiado?

Si el ánimo es capaz de levantar al enfermo, el desánimo puede atraer enfermedad. Jesús le hablaba directamente al ánimo de las personas porque sabía el poder que éste tenía. Aunque tu cuerpo esté enfermo, no permitas que un mal ánimo enferme tu alma. Aleja el pesimismo.

Santiago 1:2-8 nos dice:  Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.  Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.  No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.  El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

El ánimo prepara y le da la bienvenida a la unción. Te permite recibir todas las bendiciones que Dios tiene para ti. Si te consideras merecedor, debes demostrarlo con tu ánimo día a día.

En Mateo 9: 2 lo leemos: Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.

Jesús es el sanador y pide buen ánimo. El paralítico lo buscó porque quería volver a caminar, pero lo primero que Jesús ministró fue su alma. No era que El Señor no entendiera lo que el enfermo buscaba. Sí lo comprendía, pero primero necesitaba sanar la parálisis espiritual para luego sanar la parálisis física.  De igual forma sucede ahora.  Aún en los momentos de prueba debes mostrar tu optimismo. Antes de recibir milagros Dios quiere darte ánimo.

Lo leemos también en Mateo 9: 20-22: Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora.

La mujer necesitaba sanidad, pero antes debía tener buen ánimo y luego fe para ver la obra. Que no te extrañe si antes de sanidad para tu cuerpo, recibes ánimo para tu espíritu. Ese es el primer paso, siempre.

Ánimo en momentos de crisis

Mateo 14: 26 nos  relata: Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.

Cuántas veces, llenos de temor, angustia y afán buscamos respuestas. Si abres tu corazón, sentirás cómo Jesús se acerca y te dice: “ten ánimo”.

Si quieres ser un buen vendedor, alégrate del éxito que tendrás y así será. Pero si te enfrentas al reto con desconfianza el resultado puede decepcionarte. No es fácil, la crisis nos alcanza, vivimos tiempos complicados de pobreza, violencia e incertidumbre.  Cuando hay temor, lo primero que necesitamos es ánimo. Jesús te dice: “No temas, no te detengas, sigue adelante”.

Podrías decir que para los discípulos del tiempo de Jesús fue fácil porque Él mismo los tranquilizó. Pero en Hechos 23:10 – 11 leemos: Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen a la fortaleza. A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.

Pablo no era de los doce, no vio a Jesús cara a cara y de igual forma, el Señor le animó. Tú también eres discípulo, caminas con Dios y el Espíritu Santo está junto a ti. La palabra ánimo viene del  término parakaleo que significa “llamar al lado de uno”.  Jesús te dice: “ven acá junto a mi”. Dar ánimo no solamente es motivar, es también atraer y acompañar.  Eso es justo lo que recibes de tu Padre: compañía y apoyo.

Para tener buen ánimo

En La Palabra encontramos la guía. El Salmo 51:8 nos da el primer consejo:  Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido.

Lo más importante es escuchar a Dios y su Palabra. El Señor te hace porras; si murió por ti es seguro que también está contigo para animarte en todo momento, no lo dudes.

El  segundo consejo es hablarte y escucharte a ti mismo. Eres responsable de tu ánimo.  Nadie más puede brindártelo y cuidártelo. Cuando estamos desanimados y tristes, buscamos alguien que nos motive, pero si dentro de ti no hay disposición, nadie podrá ayudarte.  Es como si le pidieras al líder de tu iglesia que te lave los dientes y las orejas. ¡Es imposible! Solo tú puedes hacerlo. Es algo íntimo y personal.

David se hablaba a sí mismo, lo leemos en el  Salmo 42: 11:  ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.

Háblate a ti mismo, motívate. Después de creer en Dios, cree en tus capacidades. Demuéstrate la misma confianza que El Señor tiene en ti. Debes ser el presidente de tu propio club de admiradores. Si tú tienes el ánimo lo contagiarás.

Y contagiar es el tercer consejo. Camina con gente gozosa. No hay nada más importante para tener un buen  ánimo que rodearte de él.  El gozo es un excelente estado anímico, un buen sentimiento para compartir.  ¡Aliméntate de ánimo para luego ofrecerlo a los demás!

Recuerda lo que leemos en Habacuc 3:17-18: Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación.

No importa qué tan grande sea la crisis que estés pasando, el cambio iniciará cuando tu ánimo mejore. Aunque no tengas nada, alégrate porque tu Padre te dará ánimo y gozo.

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