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Aún hay mucho más

10 de febrero de 2013

Tiempo de lectura: 5 minutos

La Palabra nos habla de un hombre que tenía la mano seca, a quien Jesús sanó. Si intentamos imaginar la situación, seguro que pensamos en alguien imposibilitado para trabajar, con dificultades en su familia porque no podía llevarles el sustento, frustrado y triste por no poder tener una vida normal. Seguramente el no poder utilizar esa mano le afectaba en todo sentido.

Entonces, vemos que este hombre estaba en la sinagoga en el momento justo. Así que lo primero que debemos hacer ante las tribulaciones es estar donde Dios está, donde recibimos Palabra que nos sustente y transforme. Seguramente algunos te podrían cuestionar: ¿De qué te ha servido estar en la iglesia si parece que es cuando peor te ha ido? Pues sirve de mucho porque junto al Señor es más fácil llevar las cargas y creer porque hay un futuro mejor por delante.

La sanación de este hombre fue causa de discusión porque era día de reposo y los fariseos cuestionaron a Jesús, ya que según la ley, no era permitido hacer algo durante ese día. Pero Jesús dejó muy claro que la gracia no se puede limitar, ya que no tiene horario o agenda. Luego de superar ese obstáculo, Jesús le pidió al hombre que  extendiera su mano para sanarlo1. Ante las instrucciones del Maestro, no te avergüences y obedece. Imagina que este hombre, por vergüenza, no hubiera mostrado su mano, ¡seguramente no recibe sanidad! Pero al obedecer, fue restaurado y pudo iniciar la transformación de su vida. Sin duda volvió a su casa y dio testimonio del milagro que recibió. Además, pudo trabajar e iniciar la construcción de un buen futuro. Sus problemas comenzaron a solucionarse, gracias a que llegó donde estaba Jesús. Ahora es lo mismo. Busca al Señor, asiste a la iglesia aunque no te sientas con ánimo, aunque quieras quedarte durmiendo o no desees hacer el esfuerzo porque no tienes dinero ni para la gasolina. Te aseguro que al estar donde Jesús está, comenzarás a ver mejor las soluciones a tus dificultades. Te llenarás de nuevas fuerzas y descubrirás que hay esperanza.

Sin embargo, luego del gran beneficio que recibió, me pregunto: ¿Por qué este hombre no volvió para dar gracias? El problema es que no fue capaz de ver más allá de su sanidad física. No pudo ver que para Jesús ese era solo el inicio de la restauración que tenía para él. Muchas veces, nos enfocamos en esa necesidad que nos tiene desesperados, y cuando Dios hace el milagro, pensamos que ya obtuvimos todo, pero no nos damos cuenta de que hay más, ya que Él desea bendecirnos con restauración en todas las áreas de nuestra vida, no solo en el aspecto físico, pero nosotros decidimos hasta dónde puede influir en nuestra vida.

Cuando Dios satisface una necesidad grande, creemos que es lo único que tiene para nosotros, pero no es así. Lo mismo sucedió con los diez leprosos, quienes fueron sanos, pero no agradecidos, ya que solo uno volvió y fue el único que recibió salvación y plena restauración. Realmente el Reino de Dios solamente lo alcanzó a él. Nuestro Padre quiere bendecirnos en abundancia en todo sentido, desea que Su plan perfecto se cumpla en nuestra familia, en el trabajo y en lo que nos  ha llamado a hacer, pero no podrá hacerlo si tú no te das cuenta de ello y solo lo buscas para resolver un problema específico.  Si pensamos en nuestras finanzas, Él quiere mejorar también nuestra relación familiar. Si piensas en tu matrimonio, Él también piensa en tus hijos y en tus nietos. Así que no le pongas límites y entrégale cada área de tu vida para que Él obre según Sus promesas. No te conformes con lo que has recibido de Dios, porque ¡hay mucho más!

Si tus números siguen en rojo, no te preocupes, seguramente cambiarán, pero primero debes cambiar tú, ya que Dios no solo quiere sanar tus finanzas, sino que anhela restaurar tu pensamiento para que aprendas a administrar los bienes que te provee y especialmente, busca llevar a tu hogar a nuevos caminos para demostrarle al mundo que para Su misericordia y gracia no hay nada imposible.

El centurión romano es otro ejemplo de alguien que también se limitó. Claro que tuvo fe, eso es incuestionable, pero cometió el error de impedir que Jesús fuera a su casa. Interpretamos sus palabras: “No soy digno de que entres en mi casa” como una expresión de humildad, pero también son ¡el desperdicio de una gran oportunidad de salvación! Si Jesús ya iba en camino, ¿por qué detenerlo? Claro que el centurión se sentía confrontado, sabía que no era digno, pero con más razón, debió superar la vergüenza, como hizo el hombre con la mano seca y como hizo Zaqueo, y  debió permitir que la presencia de Dios llenara su hogar. El centurión asumió una posición que no le correspondía porque solo Jesús podía decidir si era digno o no para recibirlo. Nadie, por más pecador o indigno que se sienta, puede desperdiciar la valiosa oportunidad de que Jesús entre en su hogar y restaure lo que sea necesario, porque cuando Él toma posesión de un lugar todo cambia para bien. El centurión se concentró solamente en su necesidad de un milagro de sanidad y ¡se perdió  de la bendición más importante! Permite que Dios visite tu casa y tu vida.  Él quiere transformar la relación con tus hijos, quiere revolucionar tus finanzas, restaurar tu matrimonio, Él no concentra en un pequeño aspecto, sino que ve el panorama completo y no deja nada igual.

Todos queremos mejores cosas para nuestros hijos. Dios es igual, es Padre generoso que desea el bien en todo sentido, ¡créelo! Al enfrentar una dificultad, es válido pedir Su ayuda porque confiamos en que desea auxiliarnos, pero es mejor entregarle nuestra vida entera para que obre como Él quiera porque sabemos que Sus planes son mejores que los nuestros. Él quiere manifestarse de muchas formas en tu existencia. déjate mejorar y bendecir en todo, no solo en lo que ves ahora.  Siempre hay algo más que Dios quiere darte. Él no ha terminado contigo.

Ahora, preguntémonos, ¿Por qué Jesús no fue a casa del centurión si ya iba en camino? Porque nosotros tenemos la capacidad de provocar que Él entre o se quede afuera de nuestra vida. Él llegará hasta donde nosotros lo permitamos. Es un caballero que toca a tu puerta, y entra si tú le abres. Su Reino está afuera de tu vida, hasta que le permites entrar. Nuestro corazón tiene una puerta que solo se abre por dentro. ¡Déjalo pasar! Que no te detenga la vergüenza por lo que encontrará, tal vez botellas de licor, vicios, pleitos, deudas, malas decisiones, adulterio. Él sabe tratar con todo eso y limpiará lo que sea necesario para que seas transformado. Extiende tu mano sin temor, pídele que entre en tu casa aunque no seas digno, porque si lo dejas afuera, nunca serás testigo de Su amor y las maravillas que es capaz de obrar. Jesús desea renovarte por completo, quiere volver el corazón de los hijos a los padres, quiere devolver la pasión a tu matrimonio, sanar tu cuerpo y mejorar tu economía. Pídele al Señor que haga contigo como quiera porque seguramente será para bien.

Dile: “Señor, sé que tienes más para mí, sé que deseas restaurar mi vida y a mi familia, te abro la puerta de mi corazón para que entres y sanes todo lo que sea necesario. Yo te pertenezco, dime qué quieres que haga. Mi vida está en Tus manos, estoy listo para que mi transformación sea testimonio de Tu inmenso amor”.

Versículos de referencia

1 Mateo 12:9-14 relata: Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos. Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? El les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra. Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle.

      

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