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Camino a la grandeza

26 de agosto de 2009

Tiempo de lectura: 6 minutos

 

Josué 1:6-9 dice: Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.

El Señor insiste para que seamos valientes y esforzados porque nos asignará grandes responsabilidades. Josué debía conquistar y repartir la tierra prometida, era el medio para que el pueblo tomara posesión de lo que le pertenecía. Dios quiere que te conviertas en un canal para que otras personas obtengan bendición. Las promesas se alcanzan solamente con valor y esfuerzo.

Además, debes tener el carácter de una persona valerosa para cumplir la ley y los mandamientos. El débil y mediocre no agrada a Dios porque nuestra fidelidad no debe depender de la situación buena o mala que vivamos. En todo momento debemos orar, escuchar y practicar la Palabra. Vivir el Evangelio requiere valor.

Una persona valiente lucha contra el maligno y es la primera opción del Padre para delegar y encomendar Su ministerio. Tu vida es un proceso de aprendizaje para ser valiente y esforzado. El Señor no ha terminado contigo y te desafiará, así como lo hizo con Gedeón, Moisés, Abraham, Josué y David.

Menosprecio que paraliza

En 1ra. de Samuel 17:42-44 leemos: Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.

El enemigo busca maldecirnos e intimidarnos. Utiliza el menosprecio como un arma para hacernos sentir poca cosa y poder someternos. Hay jefes que dominan a sus empleados con prepotencia. Esa es una actitud indebida que trae consecuencias negativas. El menosprecio y burla te acobardan y humillan cuando no sabes quién eres y todo lo que puedes hacer. Recuerda que Dios es tu Padre y para Él eres más valioso que el oro.

Justicia divina

1ra. de Samuel 17: 45 continúa: Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.

David le dijo a Goliat que cometió un grave error desafiando a Dios y Su pueblo. Las armas y menosprecio no funcionaron contra un hijo que tiene el apoyo de su Padre. Tú también puedes vencer si estás plenamente convencido de tu naturaleza de heredero de aquel que hace justicia.

No temas cuando te amenacen porque en el cielo saben quién eres y no estás solo. Es como si fueras hijo de un sensei de karate al que nadie ofenderá por temor a la venganza del experto en artes marciales. Si se meten en problemas contigo, lo hacen con Dios.  Incluso los hijos de un mismo padre recibirán justicia si se ofenden entre ellos. Sólo quien tiene clara su identidad es capaz de pedir lo que le pertenece. Debemos saber dónde estamos parados para saber qué debemos provocar.

1ra. de Samuel 17: 46 continúa: Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.

A diferencia de Josué, Dios no le pidió a David que peleara, pero tampoco lo abandonó ya que tenía grandes planes para él. Las dos situaciones son diferentes pero ambas necesitaron valor y esfuerzo.

Cobardía de palabra y acción

1ra. de Samuel 17:23-24 dice: Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y las oyó David. Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor.

El ejército fue cobarde, nadie se animó a enfrentar a Goliat. No fueron capaces de pensar una estrategia para vencerlo en grupo. Entonces aparece David, un joven pastor sin ninguna experiencia como soldado y lo primero que recibe es otra actitud cobarde de menosprecio.

1ra. de Samuel 17:28-30 nos recuerda: Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar? Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes.

Nunca falta quien nos haga dudar con sus palabras de desaliento. David fue más valiente que todos los soldados juntos porque su espíritu se forjó con las experiencias que había vivido. Su valor surgió de la indignación que le provocó ver humillado al ejército de Dios. Además, los filisteos lo maldijeron y quería demostrar lo que era capaz de hacer. Dios lo respaldó porque su causa era justa.

Josué fue utilizado para conquistar la tierra prometida al pueblo. David fue utilizado para la salvación de muchos. Ambos demostraron esa valentía que tiene el poder de recompensar.

El entrenamiento

1ra. de Samuel 17:34-36 sentencia: David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.

Dios trató con David y le enseñó a enfrentar el miedo peleando contra leones y osos por defender a las ovejas de su padre. Muchas cosas podían fallar: el arma, la puntería, la cantidad de enemigos, pero frente a cualquier eventualidad, su fe siempre lo sostuvo. Tú también pasarás por un proceso de formación. El Señor te convertirá en una persona valiente y esforzada.

Al vencer a Goliat, David cumplió con dos tareas importantes, primero, demostró al enemigo que debían temer a la ira de Dios y segundo, le demostró al ejército cobarde lo que se puede lograr si se confía en Sus promesas y se lucha en Su nombre. Los que se decían el pueblo de Dios y valientes soldados no fueron capaces de enfrentar a un gigante porque dudaron de quienes eran y de la victoria que Él  podía otorgarles. No te olvides de quién es Dios y quien eres. No te fijes en el tamaño del gigante, su caída será tan grande como él. Bajo Su presencia saldrás victorioso.

Si David nos diera una cátedra sobre estrategias militares, seguramente explicaría que debemos buscar el punto débil de nuestro enemigo.  Goliat fue derrotado porque Dios preparó el cuerpo, mente y espíritu de David desde mucho tiempo atrás. Le enseñó a utilizar las armas que le había proporcionado y poco a poco su corazón se volvió más aguerrido. Como pastor de ovejas, nunca dejó que un depredador se llevara alguna, siempre fue valiente y luchó por lo que le habían encomendado. Deja que el Señor adiestre tu voluntad y utiliza las armas que te da para luchar contra el enemigo.

Dios te dará la victoria

La Palabra es la espada del Espíritu que debes utilizar cuando el gigante de las dificultadas económicas, familiares y conyugales te amenace. Cualquier enemigo por grande y diestro que parezca tiene un punto débil. El demonio también lo tiene, no lo dudes, sus estrategias son insuficientes frente al poder de nuestro Señor. Recuerda que el mismo Jesús lo venció en el desierto.

Los gigantes son tan grandes como pensemos, creamos y permitamos. Todos enfrentamos batallas y muchas veces somos nuestro propio enemigo porque nos dejamos vencer frente a la tentación. Somos débiles pero debemos pedirle fortaleza al Señor.

Recuerda que cuando seas vencedor muchos te imitarán. Las personas necesitan tu ejemplo para inspirarse. Conquista y ejerce la autoridad que Dios te ha dado porque de nada sirve si no la utilizas. Pelea con palabras y acciones. No esperes que Dios lo haga todo, las batallas son tuyas.  A veces Él pide que actúes, otras veces sólo espera tus reacciones, pero en cualquier caso te respaldará si tienes fe y te esfuerzas.
Lleva cautivos tus pensamientos de temor por obediencia a Cristo. Decide ser conquistador sin miedo al mundo porque Su vara y Su callado te infundirán aliento.

Ningún arma forjada contra ti prosperará si el Dios de los ejércitos y de justicia está a tu lado. Él te libra de las huestes de maldad y levanta tu cabeza. Es libertador y torre fuerte, aunque camines en valle de sombras y muerte, no temas porque está contigo. Adereza mesa delante de ti y en presencia de tus angustiadores. Es tu escudo, así que pídele respaldo y valor para luchar en Su nombre y serás más que vencedor.

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