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Cuando Dios abraza, nunca suelta

02 de noviembre de 2013

Tiempo de lectura: 4 minutos

 
Cuando tomamos la decisión de seguir a Cristo empezamos muy bien, pero conforme el tiempo pasa, puede suceder que dudemos y retrocedamos, aunque esa no es la voluntad del Padre. Recuerdo que en el retiro al que asistí cuando recibí al Señor, éramos 58 jóvenes, y poco a poco, el grupo se redujo, al extremo que solo quedamos dos. Es un defecto de las personas ser poco perseverantes, pero Jesús quiere que seamos de los que no retroceden1, sino que nos mantengamos firmes en la fe, como Él, quien no se da por vencido, no se conforma con perdernos, hace lo imposible para conservarnos y preservarnos.
En la era industrial el hombre tuvo la maravillosa idea de inventar mecanismos para preservar los alimentos. Ahora disfrutamos de la ventaja de tener comida enlatada que dura años, porque se le agregan algunos ingredientes que evitan que se pudra o corrompa. Los guatemaltecos amamos comer frijoles y para quienes viven fuera del país es una bendición llevar o que les lleven frijoles en lata. Siglos atrás era necesario conseguir el alimento a diario, pero poco a poco se desarrollaron formas para conservarla. Se salaba, se secaba o se cocinaba durante muchas horas. Lo mismo podríamos decir de nuestro Padre que diseñó un plan para preservarnos y evitar que caduquemos o nos perdamos.
Su plan fue enviar a Su Hijo a restaurarnos y enseñarnos sobre Su amor infinito. Por eso, al recibir a Jesús como Señor y Salvador aceptas Su plan y recibes el preservante más poderoso que existe, entonces, tienes la oportunidad de permanecer a Su lado para siempre2. Como Él desea que todos sepamos que Su deseo es preservarnos, contaba historias como la del Hijo Pródigo, quien después de perderlo todo, vuelve a su padre, o como la historia del buen pastor que va en busca de la oveja que se pierde porque todas son valiosas para él. También contó la historia de la mujer que pierde una moneda y barre toda su casa hasta encontrarla. Todas estas historias son ejemplo del amor de Dios, quien nos dice: “No permitiré que te pierdas, te buscaré hasta encontrarte”.
Cuando perdemos algo valioso,  lo buscamos hasta encontrarlo, incluso ofrecemos recompensas a quien nos ayude, mucho más nuestro Padre no descansa hasta que nos encuentra y cuando lo hace, hay fiesta en el cielo.
También sucede que estamos más pendientes de ganar o de obtener algo de que conservarlo. Nos preocupamos por conseguir lo que deseamos, pero al tenerlo, no lo cuidamos. Conozco personas que no ahorran, sino que gastan todo lo que ganan, no tienen disciplina para conservar, su naturaleza en ganar y gastar. Pero Dios no es así, ya que se preocupa por encontrarnos y también por mantenernos a Su lado. En la iglesia, como Sus hijos y discípulos, debemos preocuparnos por llevar personas a los pies de Cristo y también porque se mantengan firmes en la fe. Hay que tener la visión del Señor: “Que ninguno de los que ganamos se pierda”.
Soy ingeniero agrónomo y la primera vez que me decidí a trabajar la tierra, sembré pepinos y güisquiles, las dos hortalizas más fáciles de producir. Cuando obtuve el primer pepino me alegré muchísimo ya que me esforcé porque creciera, aunque luego me di cuenta de que no me preparé para recolectar la gran cantidad de pepinos que madurarían. Sembré y cuidé mi siembra, pero no pensé en la cosecha. Jesús sí piensa en la cosecha, te busca, te rescata y tiene listos lo graneros para cuidarte y preservarte eternamente.
Cuando los discípulos pensaban en castigar a los habitantes de Samaria pidiendo que cayera fuego sobre la ciudad, Jesús los reprendió y les dijo que Él no había venido a perder almas sino a salvarlas3. Él quiere salvarte, no condenarte, y luego de rescatarte quiere conservarte. Y para lograrlo, los preservantes que utiliza son el amor, la fe, el perdón, la gracia y la misericordia. Dios desea que permanezca a Su lado, te abraza y no te suelta, te sostiene y te motiva para que tú y tu familia vivan para siempre junto a Él. ¡No temas, no te perderás!
Nada de lo que existe en el cielo o en la tierra debe separarnos del amor de Dios4. Su voluntad es estar a tu lado, pero de ti depende que esa voluntad se cumpla. Solo hay algo que puede alejarte, no es el diablo, no es el pecado o la culpa, tú eres el único que puede alejarse de Dios, darle la espalda y rechazarlo. ¡No lo hagas, persevera y no te sueltes de Su mano! ¿Dónde están aquellos con los que compartías en tu grupo? Tal vez se alejaron, pero el plan divino es que no se pierdan sino que vuelvan a Su encuentro. No importa cuántas veces te has alejado, Dios te buscará, te limpiará y te tomará de la mano para nunca soltarte.
No sientas dudas ni temor, olvida toda culpa porque Dios te ama a pesar de todo, te restaura para que empieces de nuevo a Su lado. Su unción es otro de los ingrediente que utiliza para pudrir todo yugo y liberarte. Y finalmente, Él mismo es el preservante más poderoso porque en la cruz del Calvario, extendió Sus brazos para abrazarte. Su perdón te alcanza y luego de conocerlo es como si ya no pudieras pecar en paz; algunos le llaman “remordimiento”, pero yo le llamo: “Jesús abrazándome”. Sabe que somos débiles, por eso nos sostiene.
No te rindas, Dios no sabe perder, no te suelta, como no soltó a Pedro y lo sostuvo para que no se hundiera. Acércate al Señor, pídele que te tome en Sus brazos de nuevo y te reconforte en todo momento. Haz un pacto con Él para permanecer a Su lado, tal como Él permanece contigo eternamente.
 
Versículos de referencia
1 Hebreos 10:38-39 dice: Mas el justo vivirá por fe;?Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.
2 Juan 6:39-40 comparte: Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
3 Lucas 9:54-56 relata: Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
4 Romanos 8: 38-39 asegura: Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

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