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El poder de la adaptabilidad

25 de mayo de 2015

Tiempo de lectura: 5 minutos

En Génesis leemos que Dios creó a Eva para ser compañera de Adán. De hecho, ella fue tomada de una de las costillas del varón, y la Escritura relaciona este hecho con la relación de pareja en la que el hombre y la mujer dejan a su familia para unirse como una sola carne[1]. Algún bromista dijo: “Eso de que formaran a la mujer sucedió por dormirnos”, pero la verdad es que sin las mujeres, la humanidad no funcionaría según el plan de Dios, quien deseaba que nos uniéramos y nos integráramos como uno solo. Aunque nunca sabremos cómo era la familia que Él tenía planeada, porque Adán y Eva desobedecieron y todo cambió. Al ser expulsados del Edén, ellos se sentían desubicados porque ese nuevo mundo no era su entorno natural, pero tuvieron que adaptarse e inventar sistemas propios para sobrevivir. Esa necesidad está presente hasta nuestros días, ya que constantemente debemos adaptarnos a los cambios que enfrentamos en la vida. Si no somos capaces de adaptarnos, estamos destinados a morir, a fracasar. Por ejemplo, la era digital nos ha caído encima y no pide permiso, o aprendemos a utilizar los nuevos aparatos, o nos quedamos estancados. Los niños de ahora no aprenden de la misma forma que nosotros, porque su entorno es totalmente diferente. Todo cambia, todo evoluciona y es  imprescindible que nos adaptemos para salir adelante en todo sentido y en todas las áreas de nuestra vida.
Especialmente las relaciones humanas requieren adaptación. El matrimonio y la familia implican una adaptación constante, porque la vida se integra por etapas que vamos superando. Los jóvenes antes fueron bebés y luego niños. Si superan la adolescencia, avanzan hacia la vida adulta. Crecen, buscan pareja, se casan y forman su propia familia. Suena sencillo, pero todos sabemos que es un proceso lento de acomodación.
Ningún cambio es fácil. Si no es fácil casarse aunque es un acontecimiento hermoso, imagina qué difíciles son los cambios frente a un divorcio. Es doloroso enfrentar la soledad, la incertidumbre y los problemas que implican una separación. Yo he visto muchos casos y ninguno ha sido sencillo, aunque haya sido la única solución a problemas graves. Así que lo mejor es adaptarnos a cambios como familia que busquen paz, conciliación y unión a pesar de nuestras diferencias. Eso es adaptarnos de forma positiva. Las mejores familias son las que logran adaptarse y permanecer juntas a pesar de los cambios, incluso de aquellos traumáticos como la muerte y la decepción de una infidelidad. Por supuesto que no es fácil, requiere de amor, voluntad, paciencia y de unión con el Señor, pero es posible lograrlo, de hecho, es necesario lograrlo para ser felices.
¿Qué pasa frente a una crisis económica? Hay que adaptarse, si no alcanza el dinero para lujos, pues hay que tomar con gusto lo que se tiene.  Si no hay para ir a restaurantes costosos, disfrutemos de los frijolitos que tenemos en casa. Hay situaciones que no planeamos, simplemente aparecen, ¡entonces hay que buscar cómo sobrellevarlas! A veces llueve en verano, no sabemos por qué, pero sucede, así que no podemos detenernos a cuestionar o protestar, ¡hay que sacar la sombrilla! La economía cambia conforme nacen los hijos; a veces tenemos más recursos cuando nace el primero y van disminuyendo conforme nacen los hermanos, o al revés, al principio no hay dinero, pero con el tiempo, la situación mejora. No sé cuál es tu caso particular, en nuestro caso, las cosas fueron mejorando.
Cuando mi hijo mayor se casó, tuvo que adaptarse. Claro que empezando su vida profesional y matrimonial, los ingresos era escasos para comprar la comida que estaba acostumbrado a disfrutar en nuestra casa, así que fue necesario acomodarse a un menú más sencillo. Cuando llegué a su casa de visita, incluso vimos que todos sus focos era de esos ahorradores, ¡cuando en la casa mantenía las luces encendidas sin necesidad! Si hay que ahorrar se hace, si ya tienes para algo más, sé generoso con tu familia. ¡Adáptate!
Abraham, el hombre a quien llamamos el padre de la fe, fue alguien que debió adaptarse muchísimo. Lo primero que Dios le dijo fue que se alejara de su tierra, de su familia, de todo, que buscara una nueva realidad. Imagina qué petición tan retadora. Pero también le mostró Sus planes, le dijo que haría de él una nación grande y que en él bendeciría a todas las familias de la tierra[2]. De esta forma vemos que un gran reto conlleva una gran promesa de bendición, así que no debemos temer. Por supuesto que a Abraham le costó enfrentar ese proceso de empezar de nuevo, dejando todo atrás, pero lo hizo, confiando en que Dios tenía cuidado de él y de su futuro. Claro que se extraña la casa, la familia y a los amigos, cuesta adaptarse a una nueva situación, pero es necesario hacerlo. Frente a la promesa de ser una nación grande, seguro sintió temor. ¿Es fácil ser grande? No lo es. Un deportista que salta a la fama debe adaptarse a esa nueva vida pública que no es sencilla. Dios nos mueve a la adaptación cuando nos pide hacer proezas. El Señor te quiere para grandes cosas, y para lograrlo debes cambiar, crecer en carácter y madurar.
Por supuesto que la incertidumbre surge en situaciones de cambio, pero se puede manejar bien si le inyectas fe al proceso. Proclama las Escrituras, declara que tus hijos serán benditos, que tu casa servirá al Señor. Maneja la incertidumbre con fe, tal como lo hizo Abraham, quien llegó a ser uno de los hombres más ricos sobre la tierra, pero no todo era perfecto, ya que no tenía hijos. Pero incluso en esa área, Dios tenía grandes planes para él.
Nuestro Padre quiere hacer de cada familia algo grande, ¡no lo dudes! ¿Cuántas veces se adaptó Abraham y Sara para lograr esas bendiciones? ¡Muchas veces! Así que debemos creer en las promesas del Señor. Al recibir en abundancia de parte de Dios, una de las más importantes adaptaciones que Abraham tuvo que hacer fue cambiar de ser el que recibía a ser el que daba. Así sucederá contigo, ya no buscarás a quién te bendiga sino a quién bendecirás.
Pedro fue otro hombre que se adaptó al madurar en su fe. Al inicio pidió caminar sobre el agua, pero luego de recibir al Espíritu Santo, su fe creció incluso para sanar a otros. Se adaptó. Ocúpate de tu desarrollo, de tu mente, espíritu y cuerpo, y le darás mejor uso a lo que Dios te ha dado.
Finalmente, Dios le aseguró a Abraham que todas las familias de la tierra serían benditas. ¡Toda maldición queda fuera de nuestra casa!, así está escrito y así sucederá. Adáptate de tal manera que aprendas a vivir, dejando atrás el pasado y extendiéndote adelante. No te resistas, no te aferres a los sistemas con los que te sientes cómodo, ya que esa actitud dificulta el proceso de cambio que es inevitable y beneficioso.
Si tu familia está pasando por un complicado proceso de adaptación, dale gracias al Señor, ya que la adaptación es necesaria. Incluso a la vida eterna deberemos adaptarnos porque nuestra naturaleza cambiará. Acércate a tu Padre celestial, pídele gracia y favor para enfrentar los cambios. Pídele que abra puertas de entendimiento para lograr acuerdos y que prevalezca el amor sobre cualquier dificultad. Pídele que te acompañe, que Su amor te reconforte y que Su sabiduría fluya en tu casa para que todos puedan adaptarse a resistir lo malo y buscar lo bueno. En el nombre de Jesús, las tinieblas se alejan de tu matrimonio, de tus hijos y de tu hogar. ¡El Señor desea bendecir a tu familia!

Versículos de Referencia:

[1] Génesis 2:21-25 relata:  Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.
[2] Génesis 12:1-3 dice: Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

 

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