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El poder del Espiritu Santo

01 de octubre de 2008

Tiempo de lectura: 6 minutos

 

 

Quiero compartir más que un mensaje, una vivencia. Tuve la oportunidad en el 2003 de venir a trabajar tiempo completo en la iglesia. Toda mi vida he sido empresario. Hoy quiero testificarle de lo que he visto y sentido. Quiero motivar su fe, su corazón y dejarle algunas claves de lo que puede obtener si las pone en práctica. Desde el 2003, empezamos a viajar con Eduardo, estábamos en un proceso de aprendizaje. El pastor me dijo que buscáramos un hombre de fe y ahí nos apoyáramos para el evento. Íbamos para Venezuela, y ahí empezó Dios a hacer cosas sobrenaturales. Cada vez que mis pies tocan un lugar, empieza un efecto dominó. Empiezan a salir cosas que saber de dónde salen, pero surgen los recursos, la gente, el deseo de otros de querer participar. Pero esa vez, era la primera que llegábamos a Puerto Ordaz, está a la orilla de un río, hace mucho calor. Nosotros visitando pastores, gente, pudimos coordinar que quedara lista la cruzada y poder regresar con el pastor. Como nunca había estado en eso, simplemente tomamos nota de los requerimientos del lugar y esperamos que llegara la fecha. Yo soy la tercera generación de evangélicos en mi familia, eso es una ventaja a veces, pero en mi caso, yo cuestionaba el poder de Dios, porque en la escuela dominical, me enseñaron que el poder de Dios había sido 2,000 años atrás. Y que hoy los milagros ya no eran necesarios, eran algo secundario, que no sucedían. Efectivamente, en la iglesia a la que iba no ocurría ningún milagro. Yo nunca había visto obrar a Dios en esta forma.

 

Empezó la ministración, la alabanza, subió el pastor al escenario y yo sentí una presencia de Dios tan particular, que ni siquiera cuando él ha estado aquí, la he sentido. No sé por qué, pero sucede algo sobrenatural. Da un paso, entra a ciertos lugares, y siente que la presencia de Dios lo va a reventar de tanta unción. Sentía un escalofrío y empezaron los milagros a suceder. Recuerdo que el pastor me llamó para que fuera a orar por un hombre sentado en una silla de ruedas. Me dijo: “Anda y lo levantas”. Son de esos segundos en que uno no debe de razonar mucho. Fui, y le dije: “En el nombre de Jesús, te levantas”, le di la mano y se levantó. Mi fe empezó a menguar y le pregunté si él podía caminar antes. Él respondió que no, que desde hacía tres años que no podía. En ese momento, pasó a testificar. La unción era tanta que no podía estar de pie, era tan fuerte que algo pasó en mi corazón que cambió mi vida por completo, porque me di cuenta que tenía un Dios todopoderoso, era un Dios que estaba vivo. Que lo que la Palabra decía, era cierto. El podía obrar con señales y prodigios. Hoy quiero testificarle y darle una antesala de lo que pasará en el estadio Mateo Flores. Usted sabe que Jesús en ciertos lugares, como en Nazareth, no hizo milagros, porque cuando llegó, lo vieron como carpintero, no como Jesucristo, el hijo de Dios. Dice que ahí no pudo hacer milagros Dios. Eso quiere decir que el ambiente de fe y esperanza lo ponemos nosotros. No es que El no los haya podido hacer, sino que a él no le plació hacerlo sin un ambiente de fe.

 

Cuando hemos llegado a diferentes países, la gente anhela esa presentación del Espíritu Santo a través del pastor. Le puedo decir que en México, que es un país netamente católico, la gente viaja kilómetros, hace cualquier cosa por llegar, miles de personas en lugares donde el dos y tres por ciento es cristiano, y los demás quién sabe qué será. Pero hay un ambiente de fe, de expectativa.

 

Hechos 1:4-8
Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;  pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

 

En la versión Al Día, dice claramente que el poder es para proclamar  la muerte y la resurrección de Cristo Jesús. A pesar que yo había predicado anteriormente, complementé por medio de ser testigo de milagros y prodigios, esa Palabra que necesitaba para hacer lo que ahora hago. Todos los que estamos aquí estamos juntos.

 

Verso 14
Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

 

Usted puede estar junto a una persona, pero pensando en otra cosa. No está pensando lo mismo, pero en el caso de los discípulos, estaban juntos y pensando lo mismo.

 

Hechos 2:2
Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;

 

El Espíritu Santo es para proclamar y predicar la Palabra. No es sólo para que tiemble, se ría; esas son las manifestaciones, pero no es el porqué del Espíritu Santo, sino que tome el valor, el denuedo y todo lo que necesita para proclamar la Palabra de Dios. A mayor compromiso de querer proclamar la Palabra de Dios, más compromiso de ser lleno del Espíritu Santo. Con una mano va tener que imponer manos y predicar la Palabra y con la otra, recibir el Espíritu Santo.

 

Se imagina qué pasaría si se convierten 3,000 persona hoy, con una predicación suya. ¿Qué hace con ellas?

 

Si estamos hablando que era un ambiente de unidad, eso agrada a Dios. Y para esta cruzada, debe preparar su corazón para pensar lo mismo, para estar creyendo con expectativa lo que Dios va  hacer.

 

Después de esta cruzada, tendremos favor con muchas personas. Cuando usted genera un ambiente de fe, de señales y prodigios, le está diciendo al Espíritu Santo “bienvenido, haz lo que tú quieras conmigo”. Yo sé que todos los que están aquí, anhelan ver un milagro en su vida. Pero, ¿cuál es el ambiente que vamos a generar para esos milagros? Eso es lo que hicieron los discípulos.

 

Hechos 3:1-8

 

Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.  Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos;  y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.

 

¿Qué fue lo que estaba esperando ese hombre después de 40 años de estar así? Dinero. Él no esperaba un milagro, ni siquiera sabía qué era eso.

 

El lisiado los miró con ansiedad, esperando recibir una limosna. Si usted lee los Evangelios, Pedro y Juan no podían caminar juntos, pero después de la visitación del Espíritu Santo, dice que iban juntos al templo. ¿Será que eso de andar juntos, unánimes, no es importante para Dios? La respuesta de Pedro fue: “Ni oro ni plata tengo, pero lo que tengo te doy”. Ahí empezó un proceso de cambio en ese hombre. El hombre no tenía fe, ahí obró la fe de los apóstoles.

 

Ellos hicieron lo bueno, y ya estaban los religiosos criticando, en vez de estar viendo que el cojo era sano. Cuando yo le contaba lo que pasó en Ciudad Bolívar, en Venezuela, puede ser que el hombre haya tenido fe, pero sé que la fe que yo recibí del pastor la puse en práctica. Mucha gente va a necesitar que generemos el ambiente de fe para que obre los milagros y señales. Es ser anfitrión de la gloria de Dios. El te va a utilizar a ti como el anfitrión que El quiere tener. 

 
En medio de la alabanza y adoración, pregúntate si verdaderamente anhelas la unción del Espíritu Santo para predicar las buenas nuevas con denuedo, para imponer manos con unción. Hoy el Espíritu Santo está aquí y va a impartir dones y regalos. Voy a hacer algo muy valioso que pocas veces he hecho lo que hoy voy hacer, y es orar por todos aquellos que quieran recibir lo que yo he recibido. No es para todos aquellos que no lo quieran recibir. Es un compromiso de responsabilidad porque usted debe recibir algo para ponerlo en práctica. Así como Pedro y Juan sabían que tenían algo más valioso que el oro y la plata, esa impartición está acá.

 

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