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Estoy orgulloso del evangelio

06 de noviembre de 2007

Tiempo de lectura: 9 minutos

 

 

En Hebreos 2 dice que Jesús no se avergüenza de llamarnos sus hermanos, y debes tener bastante clara esta doctrina, ninguno de nosotros era hermano de Jesús hasta que él murió por nosotros; ninguno era hijo de Dios, éramos criaturas de Dios, nos hicimos hijos de Dios al nacer de nuevo. De hecho, el pueblo de Israel tenía un problema contra el mismo Jesús que se llamaba a él mismo, Hijo de Dios.  Le preguntaron: «¿Eres tú el hijo de Dios?». Y él dijo: «Ustedes lo han dicho».   El sacerdote se rasgó las vestiduras y dijo: “Blasfemia ha dicho, crucifíquenlo,” y lo crucificaron por decir que era hijo de Dios. Desde antes de Cristo, el mismo pueblo de Dios creía que ellos eran el pueblo, y Dios era Dios; que eran siervos, y él su Señor; nunca creyeron que ellos eran hijos y él su Padre.   Fue por eso que cuando le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, lo primero que él dijo fue: “Ustedes van a orar así: Padre Nuestro”. No dijo: «Oren ‘Jehová de los Ejércitos’. Muchos conocen los nombres de Dios en hebreo, pero ignoran que son hijos de Dios.
 
Mucha gente presiona a los pastores como que uno no tiene los mismos derechos que tienen los hijos; yo primero fui hijo de Dios y luego, pastor. Podría dejar de ser pastor, pero nunca dejaré de ser hijo de Dios.   
 
Salmo 25: 2
 Dios mío, en ti confío;
No sea yo avergonzado,
No se alegren de mí mis enemigos.
 
El pueblo de Dios tiene dignidad. El Señor nos hizo dignos, nos limpió con su sangre. Tú no debes ser orgulloso, pero sí debes tener la dignidad de un hijo de Dios y orar continuamente: “Señor, que no sea yo avergonzado, porque en ti he confiado; por qué habría yo de pasar vergüenza si en tus palabras he confiado».  
 
La Palabra dice que Dios restaurará nuestra vida a fin de que su pueblo jamás sea avergonzado. El tiempo de vergüenza pasa y empieza el tiempo del honor. A Dios no le gusta ver a su pueblo avergonzado; no le gusta que sus hijos mendiguen, por eso dice su Palabra: “No he visto justo desamparado, ni su simiente que mendigue el pan”.  A Dios no le gusta que pases vergüenzas, que no puedas pagar la renta y que tengas que sacar a tu familia de la casa. Dios quiere que aprendas la Palabra, que confíes en las promesas y no vuelvas a pasar una situación de esas.   Nosotros no seremos avergonzados porque en su Palabra confiamos.
 
Salmo 25:20
Guarda mi alma, y líbrame;
No sea yo avergonzado, porque en ti confié.
 
Cuando nosotros confiamos en él y su Palabra, ésta se cumple y la vergüenza se va. La Palabra dice que en tu simiente serán benditas las familias de la tierra, porque no quiere que pasemos vergüenza por la familia tampoco. Tienes que orar y pedirle a Dios que tu marido se mantenga en santidad, que tu mujer se mantenga en santidad, porque no queremos pasar vergüenzas si en Dios estamos confiando. 
 
Pero cuando estás en tu trabajo, empiezas a confiar en un montón de cosas menos en su santa Palabra. Lee y aprende la Palabra, no vas a salir de la vergüenza sólo por venir al culto y cantar coros, sino que lo harás confiando todos los días y en todo lo que haces en sus promesas, y cumpliendo todos sus mandatos.   Nosotros cumplimos sus mandatos y él cumple sus promesas.
 
Ya basta de pasar vergüenzas todo el tiempo, en los medios de comunicación internacional y que nos miren a los guatemaltecos de una mala manera. Me alegró mucho que la noticia de Ciudad de Dios saliera en el mejor día de prensa en el año en Guatemala; cuando estaban todos los visitantes aquí por el COI y que se luchó por 8 ó 12 años para que se hiciera en Guatemala, por fin se logró, vinieron todos y todos estaban pendientes de lo que estaba pasando aquí, y ese día todos los internacionales tuvieron que leer que aquí hay un pueblo que honra y bendice el nombre del Señor y que no todo es malo.
 
Marcos 8:36-38
 Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
Acá no dice que si quiere ganar el mundo va a perder su alma, dice que si usted gana algo o mucho cuide de no perder su alma por ganar un poco más. 
¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
 
Aquí no dice que si quieres ganar el mundo, vas a perder tu alma; dice que si estás ganando algo o mucho, cuides de no perder tu alma por ganar un poco más. Este es el versículo que consuela a mucha gente que no lucha por salir adelante. Dicen: «Para qué ganar el mundo si uno pierde su alma,” y no se han dado cuenta que tienen perdido el mundo y su alma.   Aquí dice: «¿De qué le aprovecha si pierde el alma?». Pero si confías tu alma al Señor, vas a ganar mucho un día y no por eso, perderás su alma.
 
No nos avergonzaremos ni de Jesús, ni de su Palabra. Lo que yo entiendo en este contexto es que con tus palabras, puedes ganar el mundo y no perder tu alma. Porque en las palabras que Jesús pronunció, está el poder de preservar el alma, salir adelante y prosperar, pero si te avergüenzas de la Palabra que es la que te puede hacer prosperar, entonces Jesús dice: “yo me avergonzaré de ti delante de Dios y delante de sus ángeles”.
 
Dice la Palabra que esta generación es “adúltera y pecadora”. ¿Y tú te vas a avergonzar delante de los adúlteros y pecadores? Ahora los que hacen lo bueno se avergüenzan y los que hacen lo malo son unos descarados, beben, se drogan, adulteran y hacen alarde de lo que hacen. Hay personas que hablan de cómo evadir los impuestos. Yo tenía amigos que eran empresarios y se burlaban de mí por los impuestos que pagaban, porque siendo yo trabajador, en ese entonces pagaba más impuestos que ellos como empresarios. Ese tipo de gente está maldiciendo nuestro país. 
 
Hay gente que hace alarde de lo malo que hace; dice la Biblia: «A lo malo lo llaman bueno, y a lo bueno llaman malo». La gente siempre protesta contra los que están haciendo lo correcto, pero no protestan contra los que están haciendo lo malo. Nunca he visto una pancarta, porque el licor o cigarros suben de precio. Pero cuidado sube la gasolina,  la cuota del colegio, o si al colegio se le ocurre pedir un bono. Protestan por lo que cobra un doctor, un colegio, pero nunca lo hacen por lo que cobran los burdeles, los cines pornográficos, porque a lo malo llaman bueno y a lo bueno llaman malo. El mundo está de cabeza y debemos darle vuelta con la luz de Jesucristo.  
 
No podemos seguir siendo un país donde los maestros que enseñan a nuestros hijos ganen poco y los narcotraficantes ganen más. Una enfermera gana menos que una prostituta; es vergonzoso que el que cuida la salud de un anciano gane menos que la que se acuesta con dos o tres hombres al día. Protestan por los centros de salud, pero nadie hace nada por cerrar los burdeles.
 
Debemos creerle a Dios por una mejor nación. A los cristianos no nos debe dar pena de lo que hacemos y creemos.  Jesús dijo: “Si tú te avergüenzas de mí y de mis palabras, el hijo del hombre se avergonzará de ti”. 
 
Dios no se avergüenza de ser nuestro Dios; ni Jesús de ser nuestro hermano, pero lo que hace a Jesús avergonzarse de nosotros es que nosotros nos avergoncemos de sus palabras. 
 
¿Te avergüenzas de las palabras de Jesús? ¿Te avergüenzas que te dijera que debes honrar padre y madre, de besar la cabeza llena de canas de tus padres, de extenderles un cheque cada mes? ¿Te avergüenzas de tratar bien a tu mujer; tú esposa, te avergüenzas  de estar sujeta a tu marido y que él sea el señor de la casa? ¿Nos vamos a avergonzar de las escrituras?   ¿Te vas a avergonzar de que él dejara dicho que echáramos fuera demonios, que impusiéramos manos para que los enfermos sanaran? ¿Nos vamos a avergonzar o nos vamos a sentir orgullosos? 
 
No nos vamos a avergonzar de nuestro Señor, ni de lo que él ha dicho. Muchos quieren hacerlos parecer a ustedes tontos, según lo que han dicho en las críticas, porque dan. Pero, ¿nos vamos a avergonzar de creerle a Jesús que dice “dad y se os dará,» que es más bienaventurada cosa es dar que recibir? ¿Desde cuándo nos vamos avergonzar de la generosidad, cuando de lo que tenemos que avergonzarnos es de la avaricia? La avaricia es pecado; ser generoso no lo es. Cuando la gente te ataque, te quiera avergonzar, tu dirás “no seré avergonzado, he confiado en el Señor, no me avergüenzo de creerle a él». 
 
A mi no me da vergüenza creer que Jesús es el hijo de Dios, que nació de María la virgen. Para muchos es ridículo que haya nacido de una virgen; para mí, eso es el evangelio, no me avergonzaré de que Jesucristo haya sanado enfermos, echado fuera demonios, que haya convertido el agua en vino; no me avergüenza creer en mi Señor que multiplicó los panes y los peces, caminó sobre el agua, ni decir que él es el pan y la vida, la puerta de las ovejas, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que murió en la cruz, que resucitó, está vivo y viene pronto.
 
No me da vergüenza creer en el Espíritu Santo, ser lleno de él aquí, en la calle o en el centro comercial; que venga la unción y sacuda mi cuerpo, me llene de gozo, que me quebrante. No me da vergüenza decir que los paralíticos caminan, que los ciegos ven, que a los pobres les es anunciado el evangelio. Bajo este techo no nos da vergüenza creer en todo esto.
 
Creo que si algo no le gusta a Jesús es alguien que dice que camina con El y no tiene identidad con él.   En Romanos, el Apóstol Pablo dice: “No me avergüenzo del evangelio porque es poder de Dios para la salvación del alma».  No podemos avergonzarnos del evangelio y de sus buenas noticias.
 
¿Nos dan vergüenza las historias bíblicas? Jamás me voy a avergonzar de decir que soy creación de Dios y que no soy producto de la evolución del mono. 
 
No vamos a avergonzarnos de un Noé haciendo un arca; Moisés que abrió el mar, José que tuvo sueños y que pasó de la cárcel a un trono. No nos vamos a avergonzar de que un copero de un rey, Nehemías, reconstruyera toda una ciudad; de Salomón construyendo un templo, ni de David matando al gigante Goliat; tampoco de Sansón que a pesar de haber pecado con Dalila, derrotó a todos los adoradores de otro dios en su propio templo.
 
No me voy a avergonzar de decir que creo en un Dios Todopoderoso, en su Hijo y en el Espíritu Santo; de que Elías haya sido alimentado por cuervos y una viuda. Parecen historias ridículas, pero así es como se sale adelante, creyendo en lo que ellos creyeron.
 
No me da vergüenza diezmar, ofrendar, porque eso es lo que Jesús mandó, somos una iglesia. Tú no eres miembro de un club, eres miembro del Cuerpo del Señor Jesucristo. No me avergüenzo de los dones del Espíritu Santo, de hablar en lenguas, de la profecía, ni de decir que hay cielo e infierno. 
 
No me da vergüenza decir que soy un Apóstol y un Pastor; no soy un conferencista. El podium y la plataforma, eso se llama altar y allí ministra un sacerdote, hijo de Dios, un apóstol que Dios levantó. 
 
Si Dios no se avergüenza de nosotros, ¿por qué nosotros sí de él?  
 
2ª. Timoteo 1:7
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos.
 
Dios dio un espíritu de poder y nos quitó el de cobardía para lo que sigue: Por tanto, no te avergences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo. Pablo estaba en la cárcel, lo habían metido allí injustamente y a algunos cristianos les daba vergüenza decir que Pablo era su apóstol y él escribe: Dios no te dio espíritu de cobardía: por lo tanto, no te avergüences ni de mi Señor, ni de mí.
 
A mí no me da vergüenza creer en un Elías, Abraham, Eliseo, Adán y Eva, no me da vergüenza creer en Jesús, ni creer en Pablo, Pedro, Juan. Jamás te avergüences del Señor, del evangelio ni de tu pastor. No se avergüencen cuando me ataquen o se burlen de mí; si a mí no me ha dado vergüenza cuando te atacan a ti. La gente quiere que se avergüencen hasta del apodo que de niño me pusieron, Cash; que le dé vergüenza cuando alguien diga que yo le debo dinero y que no le pago, nadie puede decirlo. La iglesia del Señor tiene que tomar otra actitud en todo el mundo, no le tiene que dar vergüenza lo que cree, ni en quien cree, ni a través de aquellos por los cuales cree.
 
Algún día este país será como Corea; tú ves que en ese país, al gobernante lo saludan con reverencia y también saludan así a los pastores, porque en la Palabra de Dios dice que los siervos de Dios somos dignos de doble honor, por eso no hay que avergonzarse de nosotros.
 
Dios no se avergüenza de mí; el tiempo de la vergüenza queda atrás, viene el tiempo del honor y yo no me avergonzaré, de mi Señor, ni de sus palabras, ni de sus siervos.

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