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Ministerio real y verdadero

23 de abril de 2016

Tiempo de lectura: 5 minutos

Somos líderes con el reto de ministrar a una generación destruida. En Ezequiel, vemos que había un pueblo destruido, sin esperanza, pero seguían siendo pueblo de Dios. Mientras le pertenezcas al Señor, Él te levantará, te dará vida[1]. Puedes llegar a un lugar donde recibes bendición, pero vives en un sepulcro porque tu unción ha mermado, pero te digo que tu Dios anhela bendecirte y renovarte. Debemos ministrar una generación decadente. Vivimos un tiempo difícil, confrontamos sistemas sociales y políticos que amenazan a la iglesia de Cristo. Pero donde abunda el pecado, sobreabundará la gracia y la unción, porque nuestro Dios es soberano. ¡Mayor será la gracia en esta generación! La solución de tu nación está en ti. Tú y iglesia de Cristo son el antídoto para hoy. Eres quien puede aplastar al enemigo porque te la levantado con la unción que pudre todo yugo. Lo que tú tienes, la Palabra y la unción es más que suficiente para transformar la sociedad. Decimos que hay mucha oposición, pecado, homosexualidad, narcotráfico, pero sabemos que obtendremos la total y absoluta victoria. Sí, hay extremo pecado, pero también hay extremo impacto del Señor, porque mayor es el que vive en nosotros. Nuestro ministerio debe ser real para que Dios tome el control y transforme la sociedad.

 

La primera característica de un ministerio real es disposición de caminar entre los muertos. Hay que tener disposición de visitar a todo aquel que no conoce de Cristo. No debemos ser un ministerio de transferencia, desde lejos; hay que ir a evangelizar donde está la muerte. El Señor llevó a Ezequiel para que pasara donde estaban los muertos. Nada de religiosidad, ni de miedo a que el pecado se contagie. El evangélico inventa cosas para mantener a la gente alejada. Debe cambiar la manera como hablamos, como vivimos. ¿Qué hacen los pecadores? Pecan y lo disfrutan, creo que también algunos evangélicos lo hacen, porque hay hipocresía. Si fuiste alcanzado por gracia, debes tener la misma gracia y misericordia con los pecadores. Debes perderle el miedo a ir a una fiesta con tu familia, porque una onza de luz debe pesar más que una tonelada de tinieblas. Yo tengo un grupo de motociclistas. Entre café, velocidad y bromas, escuchan la Palabra, es una estrategia para lograr un ministerio real.

 

La segunda característica de un ministerio que puede dar vida es la ordenación. Debes ser comisionado por Dios, quien te pondrá donde debes obrar[2]. Él debe tener Su mano sobre ti. Debes asegurarte de que has sido llamado para afectar a tu generación. Ahora hay muchas gallinas sin cabeza, llaneros solitarios que desean hacer lo suyo, solos, sin equipo. Un título de universidad cristiana no te da ordenación. No importa si te dicen apóstol o epístola. Escucha al Señor, quien te dará Su llamado y las estrategias que te llevarán a dar fruto.

 

La tercera característica de un ministerio real es revelación. Para traer a la vida una generación muerta es necesaria la revelación de la Palabra de Dios. La única relevancia de un mensaje es que venga de la boca del Señor[3]. Hay una gran diferencia entre inteligencia y sabiduría, la sabiduría terrenal es pervertida, es información burda si efecto que hace oír bien al predicador pero sin impacto. Al contrario, cuando predicas con Rhema, reavivas y animas. Nada de sensacionalismo y más realismo es lo que se necesita. La gente quiere escuchar Palabra que los ayude a transformarse, renovarse en todo. ¡Habla la Palabra de Dios, un maná fresco que de verdad ayude a las personas! No te muevas en información sino en revelación de Dios. Debes dar Palabra que tiene poder para producir fe. Jesús dijo que era el maná que caía del cielo y te dará una Palabra específica para romper todo cautiverio, porque es el Verbo hecho carne. Yo le predicaría lo mismo a un presidente y a una señora que necesita a Jesús, porque ambos son almas sedientas. ¡No hay que ser profundo sino efectivo con el mensaje que compartes! Cuando la Palabra viene del Señor, la persona es sana, transformada, redimida. ¡No busques ser profundo porque las personas se te pueden ahogar intentando encontrar el mensaje para su vida!

 

La cuarta característica de un ministerio real es la unción. Una cosa es que hables y otra que invoques al Espíritu sobre las personas, sobre todos, en todo momento[4]. Es primordial el Espíritu Santo en el ministerio, de lo contrario, serás inefectivo. Pablo decía: “No vengo con vanas palabras sino con demostración del Espíritu.” Métete con Dios hasta que Dios se meta contigo para impactar con Su unción a la gente. Jesús les dijo: “Hasta que no venga el Espíritu Santo sobre ustedes, nada será efectivo.” El verdadero poder del ministerio es la unción. Que las personas incluso en el parqueo se sientan “con cosquillas”, porque allí encuentran al Señor, no al predicador. Es Dios quien debe tocarlos, transformarlos. Sin unción se producen conversiones humanistas, pero no verdaderas, así que busca al Señor y Su poder manifiesto.

 

La quinta característica de un ministerio real es el propósito. El ministerio efectivo tiene jerarquía, estructura, orden como un ejército[5]. Muchos critican a las iglesias sistemáticas, pero así es nuestro Dios, todo lo ordena en sistemas, por lo tanto, el cuerpo de Cristo debe ser sistematizado, metódico, no metodista. ¡Debes tener estructura porque de nada sirve que ganes una persona que luego tiras en el sillón de una iglesia! El ministerio tiene energía, acción y propósito. Iglesias exitosas y crecientes en el Señor tienen estructura, respeto a principios de orden. Si eres parte de un ministerio, cíñete a sus estatutos, aprende a fluir con una misma disposición para obtener bendecidos resultados.

 

Eres una rama fructífera, así que el Señor te hará más fructífero aún. Para lograrlo, debe podarnos, limpiarnos. Hay cosas que deben ser removidas. Dile: “Padre, gracias porque nos has ayudado a dar fruto, sabemos que nos llevarás de gloria en gloria, gracias por Tu unción, tu orden, tu impacto, tu movimiento de poder por generaciones”.

[1] Ezequiel 37:11-14 dice: Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.

 

[2] Ezequiel 37:1 relata: La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos.

 

[3] Ezequiel 37:4 comparte: Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.

[4] Ezequiel 37:9 comparte: Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.

 

[5] Ezequiel 37:10 asegura: Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo.

 

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