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Que mi casa se llene

24 de abril de 2007

Tiempo de lectura: 6 minutos

 

 

El que ama hace algo; tú puedes hacer algo sin amar, pero no puedes amar sin hacer algo.  

Dios no dijo: “los amo” y tiró besos para hacerte saber que te amaba. Dice la Palabra que El nos amó tanto que mandó a su único hijo por nosotros. Nos confundimos entre sentimientos e información de los medios, novelas y música. Hay gente que hoy siente y ama, pero mañana no siente ni ama.  Cuando te peleas con tu cónyuge, no sientes amor, sino enojo; estás incómodo o incomoda, pero no quiere decir que ya no ame.

Lucas 14:15-17
Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.

Estos tres contestaron de la siguiente manera: Uno dijo: “Acabo de comprar una hacienda y necesito verla; por lo tanto, no puedo ir”.   Es una excusa ridícula, ¿quién compra una hacienda sin verla? Supongamos que la compró sin verla… ¿Cómo la ve de noche sin energía eléctrica?  Nosotros vivimos dando excusas al Señor. El hombre puso como excusa una bendición.  El segundo puso de excusa el trabajo, dijo que tenía que probar las yuntas de bueyes. ¿Quién compra un carro sin haberlo probado?  ¿Quién compra cinco yuntas de bueyes y las prueba de noche? La hora de la cena es de noche, no de día. ¿Quién prueba bueyes en la noche?  La gente cree que puede engañar al Señor, pero la Biblia dice: “No os engañéis, Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre siembre, cosechará”.   El tercero dijo: “me acabo de casar y por eso no puedo ir”. Cuando uno está recién casado, lo que uno hace es ir a cenar o invitar a cenar. Esta era una oportunidad, el hombre había hecho un banquete y los mandó a convidar.

La palabra “convidar” significa: invitar, invitar por nombre, proclamarlo en voz alta.  Cuando los reyes hacían una invitación, salían sus sirvientes y tocaban las trompetas y daban a gran voz una invitación real. Eso es lo que esta palabra significa; es algo de mucho honor, que no se puede rechazar. Aunque no lo creas, hay invitaciones que por compromiso se aceptan.   Si el dueño de tu compañía te manda una invitación a ti y tu esposa, no te atrevas a rechazarla; quizás no te van a quitar el trabajo, pero no se verá bien.  Algunos creen que pueden engañar al Señor. El te invita, pero pones como excusa tu trabajo, y ahora por eso ya no sirves. El Señor no dice: “tienes razón”; El te conoce.

El Señor empieza a invitar a la gente más bendecida, quien debería estar más agradecida para servir; no deberían ser los enfermos, sino los ricos, estables, llenos de salud, para servirlo por agradecimiento, no por problemas.  Si se puede arrepentir un matrimonio en medio de un divorcio, ¿por qué no va a arrepentirse alguien que tiene un matrimonio estable? Si puede arrepentirse un enfermo para recibir salud, ¿por qué no puede hacerlo alguien que tiene salud?

Lucas 14:21-22
Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.

Invitar a alguien no le sirvió ni a Dios, por eso el Señor cambia la estrategia, les dice: “Ya no los inviten, tráiganlos acá”. No es lo mismo invitar que traer a alguien.   Ya no los invites, tráelos, pasa por ellos, búscalos.   

Invítalos a desayunar, a almorzar; no les digas: “hay nos juntamos allá”. El Señor dijo: “Ya no inviten a nadie, ahora me los traen acá”. “Acá” es un lugar específico, físico. Traer a la gente implica un compromiso; es interesarte, ofrecerte a resolver sus dudas.

Dios cambia su estrategia. La diferencia entre encuentros y grupos en casa es que al encuentro llevan a la gente, pero al grupo los invitan. 

Trae a la gente, su familia debe ser salva.

A mí me llevaron a la iglesia, no me invitaron. El Señor quiere llenar su casa, pero cambia la estrategia, hay que traerlos. Eso es lo que le toca hacer a la iglesia en este momento. “Ve y trae,” dice aquí por las plazas y calles de la ciudad. Lo primero que tenemos que acabarnos es la ciudad; hasta tiene una orden, hay que traerlos acá.

Dice que el siervo le contestó: “Ya se hizo como mandaste y aún hay lugar”. A Dios no le gustan los lugares vacíos. ¿Cuántos creen en los lugares llenos? Si tienes un negocio, será un lugar lleno, no vacío; habrá gente todo el tiempo consumiendo, comprando, te lo estoy profetizando.  A Dios le gusta lo que está lleno, ¿no dice que la tierra estaba desordenada y vacía; entonces la ordenó y llenó? ¿No dice que hizo a Adán y Eva, y les dijo que llenaran la tierra?

Debemos llenar el templo.

Los bendecidos rechazaron la invitación porque sus bendiciones no les dejaron ver sus necesidades. Ninguna bendición nos va a dar la vida eterna, sólo Jesús nuestro salvador. ¿Quién dice que Dios dejó de invitar gente a que lo adore? Hay que llevar a la gente a la célula, iglesia, academia.

V. 23
Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.

Ustedes son un ejemplo para muchos. Cuando voy por el mundo predicando la Palabra, la gente no cree que tengamos un servicio a esta hora, en este lugar y menos que esté lleno. 

Invitarlos
Traerlos
Forzarlos   

Dejemos de invitar; empecemos a traer gente, y si no quieren, hay que forzarlos.

Cuando la Biblia habla de forzarlos no habla de mancos, cojos, sino de TODOS. El Señor quiere que a la fuerza uno entre al Reino de los cielos. A los religiosos no les parecerá esto, pero no es qué nos parezca, es lo que está escrito, hay que forzarlos.   Muchos de ustedes vinieron a la fuerza; algunos lo primero que hicieron al entrar fue criticar, pero Dios los tocó.

Cuando recibí a Jesús, un día antes en la noche, estaba bebiendo. El que estaba bebiendo conmigo fue el que me llevó a la iglesia; me dijo: “Vamos mañana a la iglesia, hay Santa Cena” y me llevó, llegué con cigarros, con jeans rotos. Empecé a preguntarme “¿por qué aplauden?”. Empecé a escuchar la letra de los coros y me gustó, y allí me tocó el Señor, y aquí estoy gracias a la persona que me llevó. 

Conducir a la fuerza a alguien por algún trato, demanda legal, necesidades impuestas por las circunstancias, calamidades o desastres, eso significa forzar.  Tú te santificas por invitación, porque te traigan o porque te están forzando. Mejor santifícate por invitación, sé inteligente, no lo hagas porque te forzaron.   

Dios dijo: “Yo voy a perfeccionar la obra que empecé en ustedes”. ¿Cómo lo va a perfeccionar?  Eso es tu decisión.   Jovencita, tú dejas de salir con hombres ahora o  vas a  parar porque quedaste esperando un  hijo; paras con las drogas porque quieres agradar a Dios o porque estás en un hospital; paras con los negocios sucios por ser íntegro o vas a parar porque terminaste en la cárcel.  Pero de que vas a parar, vas a parar.  Se inteligente y para a tiempo.

Él dijo: “Vayan a las calles y a las plazas de la ciudad”. Segunda etapa, los invitados son los cercanos. La tercera dice: “Vayan por los caminos, vallados”. El Señor me decía “vallados” eso es una pared perimetral, es una cerca, una verja, muro, pared que dice que evita que dos estén juntos. ¿Por qué nos mandó a los vallados? Porque hay vallados que no dejan que uno se acerque al otro. Primero dice a los invitados, y cuando dice “invitados” es por nombre, gente que conoces. Segundo, dice “plazas de la ciudad”.   Tercero, aquellos que no puedes acercarte, porque hay diferencias.  Viene una explosión para esta nación, pero debes romper esos vallados, debes dejar eso. No levantes un vallado, túmbalo, rómpelo; entra en ese círculo y gana a esa gente. Dios quiere romper vallados. Por que tú eres la persona que puede ir a traer a esas personas y presentarles a Jesús, para que tengan una vida mejor.

Nosotros queremos ganar Guatemala para Cristo, pero hay diferencias sociales, pues métete allí y gana a esta gente para Cristo.  Invita a esa gente a comer a tu casa, haz algo que rompa el vallado. A mí me han criticado por juntarme con gente con la que nadie se juntaría. Yo les digo: “si almuerzo con ellos es porque tú no te has acercado a ellos”. Me acerco porque ellos también tienen el derecho de ser lavados por la sangre del Señor Jesucristo.  Me hablan y dicen: “van a pensar que vas a ser igual que él,” y yo les digo: “¿Y por qué no pueden pensar que se va a parecer a mí?”.  Yo no me pongo a pensar en qué dirá la gente en relación a eso, porque sé que tengo que romper vallados, llevarlos, forzarlos a que entren al reino de los cielos; Dios cambia su estrategia.

¡Dios está rompiendo barreras. Y este país es de nuestro Señor!

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