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Una experiencia con Dios

07 de junio de 2007

Tiempo de lectura: 10 minutos

Todos nosotros somos seres que empezamos a formar dentro de nuestro carácter lo que denominamos costumbres, algunas buenas y otras no. Hay gente que se acostumbra a muchas cosas fácilmente. Hay algunas cosas que heredó, otras que obtuvo y  otras que le está trasladando a otras personas. Hay costumbres buenas, como bañarse, arreglarse o comer bien. Pero hay malas costumbres también, como comer mal. Por ejemplo, vamos a celebrar hoy su cumpleaños y me invita, y todos nos vamos a comer una hamburguesa, papas y gaseosa. Y ese es el premio que le damos al cuerpo. O nos dan el bono 14 y vamos a comer pizza; esos son los premios que nos damos. Y les enseñamos eso a nuestros hijos, diciendo: “Como ya terminó el año, vamos a celebrar”, y los llevamos a comer comida que les hace daño.

 

Nos acostumbramos a ese tipo de comida, y quiero decirle algo: El recurso más valioso que tiene para generar su sustento, para prosperar, es su cuerpo. Con éste trabaja, estudia, logra grandes éxitos. Sus hijos necesitan su cuerpo para recibir un abrazo o un beso, así como para poder depender de lo que genera con él. Cada vez que lo dañamos con esas costumbres, le estamos quitando años de vida. Hay padres de familia que van a vivir menos tiempo, tendrán menos tiempo entre ellos y sus hijos. Esto será el resultado del tratamiento que le damos a nuestro cuerpo, lo forzamos a que se acomode a un tipo de comida y eso se vuelve una costumbre. Por ejemplo, ¿cuántos se acostumbraron a tomar Coca Cola? Con ésta se limpian las monedas que tienen óxido, pero se acostumbró el cuerpo y anda deseoso, se pone enojado si no la toma. Nos acostumbramos a enfermedades, a malos hábitos. El problema es cuando hacemos de una enfermedad, una costumbre. Nos acostumbramos a personas, como su esposa, sus hijos, a un abrazo, a un beso, eso es una buena costumbre. Venir a la iglesia es una buena costumbre; dejar de hacerlo, es una mala costumbre.

 

El problema es que llega el momento en que nos acostumbramos a que Dios tenga que hacer las cosas de cierta manera. Pero hay momentos en la vida en que Dios compite con sus costumbres. Hay circunstancias en las que Dios tiene que ver cómo trata con ellas, porque eso ha impedido que Él siga haciendo algo en su vida. ¿Qué tal las personas que se acostumbran a enojarse siempre y no pueden solucionar las cosas de una buena manera? ¿O a mentir y ofender? He conocido a varias personas que han desarrollado el arte de mentir, de gastarse lo que no deben o a dar cheques sin fondos.

 

Está la mala costumbre de endeudarse, de tratar mal al esposo o esposa, o a los hijos y Dios pelea eso con nosotros, porque estamos acostumbrados a hacer cosas que nos dañan, limitan lo que Dios quiere hacer en nuestra vida. Dios quiere renovar nuestra vida. Espero que haya venido a la iglesia con una expectativa que Dios iba hacer algo en su vida hoy. Necesitamos buenas costumbres; Dios quiere tratar con nuestro interior, porque hay cosas que nos acostumbramos e hicimos un esquema interno de cómo Dios hará las cosas. Hay gente que dice: “Después del servicio, nos vamos a desayunar”, y hacen de la actividad principal, lo que sucederá después del servicio. A mí me interesa que cada vez que pase por esas puertas, venga con la expectativa de ver qué le preparó Dios, El tiene algo preparado cada día. Dios pone en mí el sentir de todas las cosas que usted tiene que experimentar allá afuera, como que hay que pelear duro, trabajar para proveer el sustento. Allá hay traición, violencia, amenazas. Hay gente que se levanta y compite en contra de uno, y no es fácil. Pero estamos viviendo en un reino de Dios, donde hay un Dios todo poderoso, así que no debemos conformarnos con lo que recibimos aquí únicamente los domingos. Nos acostumbramos y eso no nos va a generar cambios.

 

Encontré a tres personajes que vivieron una experiencia personal que les ayudó a que su vida tuviera un cambio total. Todo lo que empezó a suceder vino a evidenciar cuál era el propósito por el cual Dios se había mostrado a él. Estas tres personas lo tuvieron, pero antes de decirle quiénes son tengo tres preguntas que hacerle:

 

Primero: ¿Tiene alguna experiencia de Dios qué contar? Como lo hacían los hebreos al contar cómo Dios los libró de Faraón.  ¿Tiene un testimonio de cómo Dios lo libró?

 

Segundo: ¿Hace cuánto tiempo fue esa experiencia? ¿Hace mucho tiempo? ¿No ha vuelto a pasar algo igual? Sí hizo cambios, pero nos acostumbramos a un Dios que lo hizo antes y  ahora no.

 

Tercero: ¿Está usted buscando una experiencia nueva con Dios? ¿Está en la búsqueda de vivir algo sobrenatural que cambie su vida? ¿Será que Dios sigue encontrándose con sus hijos para provocar algo diferente? ¿Será que todavía Dios está en la espera de los que le buscan en espíritu y verdad? ¿Será que aquí hay personas incansables que están determinadas a vencer? ¿Sabe que en la Biblia hay un hombre que peleó con Dios diciendo: “No  me voy de aquí hasta que me bendigas”? Era un hombre que estaba mal, pero se encontró con Dios y él respondió a su petición.

 

Llega el momento en que los seres humanos nos acostumbramos al Dios del domingo, pero quizás hace mucho que El no entra a  nuestra habitación; como que a la Biblia ya se le pegaron las hojas de tanto tiempo que no lo buscamos. Como que si fuera un remedio, y nos acostumbramos a aguantar en la vida algo que Dios hace tiempo hubiera cambiado.  ¿Sabe cuál es el problema de muchas personas? Que nos volvemos aguantadores de la vida, y sí aguantamos, pero Dios no es alguien que quiera que todo el tiempo estemos viviendo en adversidad. Somos de las personas que tenemos a un Dios que es capaz de cambiar las circunstancias para que logremos alcanzar aquello que debemos alcanzar. ¿Sabe que hay personas que ya se acostumbraron a vivir con una enfermedad? ¿Cuántas veces le ha dicho a su hijo “Aguántate; si decidiste aguantar ese tumor, lo vas a poder aguantar toda tu vida”? Nadie llega así, peleamos contra eso. Pero no somos de las personas que cuando llega la adversidad, decidimos hacer algo.

 

Le voy a hablar de tres personas: Moisés

Éxodo 3:1

 

Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,  y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.

 

Este es el encuentro de un hombre común y corriente con un Dios que se le apareció a través de una zarza ardiente. Iba a través del desierto, un pastor de ovejas, y Dios provocó un encuentro con él, lo puso cara a cara con él. Dios, muchas veces, no utiliza medios para llegar a nosotros. Le dijo: “Conozco la necesidad de todo un pueblo que está en esclavitud, el clamor de las personas que están cerca de ti y te escogí a ti para traer libertad a esos cautivos; libertad a esas personas que están en esclavitud y quiero sacarlos de ahí. Pero Dios en ese momento, está escogiendo a un asesino. Quiero que me acompañe al capítulo 2 verso 11-12.

 

En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.

 

Este era un hombre enojado, y su enojo era tal que lo dominó y le quitó la vida al otro. ¿Cuál es la cuestión acá? Ese mismo hombre que acaba de matar a alguien es el mismo que Dios está escogiendo para una tarea. Pero Dios tenía que provocar un encuentro donde este hombre fuera libre. En ese momento, Dios está tratando con un hombre que  antes mató a alguien, pero ese es el hombre que Dios escogió, que tenía que provocar la libertad de ese pueblo. Muchas veces, queremos ser las personas por las cuales llega la bendición a nuestra casa, ser el que ponga un “antes” y un “después”, porque Cristo llegó a  nuestra vida, pero no lo logramos porque aún somos esclavos de cosas que nadie sabe. ¿Cómo puede usted hablarle a un hombre que sea feliz en su matrimonio teniendo usted otra? ¿Cómo puede hablarle a alguien que sea libre si es esclavo de las deudas? Si pudiera ver las cadenas que ustedes traen, son cadenas que no los dejan llevar libertad a alguien más. La cultura muchas veces es un enemigo. ¿Sabe cuál era el problema del pueblo de Dios? Que tenían mentalidad de esclavos.

 

Segundo caso, David. Un rey ya en el trono y que un día se enamora de la esposa de uno de sus generales. Cometió un pecado, como muchos de nosotros. Pero la diferencia entre unos y otros es que muchos se lo guardan. ¡Qué bueno que está aquí! Ahora, tome la decisión de salir de eso. Me enseñaron que es bueno pedir perdón, pero no siempre por lo mismo. Le pedí un mensaje a Dios para usted, y es el siguiente: Quiero provocar en su vida un encuentro que va a seguir cambiándolo. El está preparado para venir a nosotros y encontrarnos cara a cara para seguir transformándonos para cumplir una misión tan grande como la de Moisés.

 

Salmo 51:1, este es el encuentro de Dios con David.

Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos;  Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,     Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.  Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,  Y renueva un espíritu recto dentro de mí.  No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;  Cantará mi lengua tu justicia.

 

Este es el encuentro de un hombre que ha pecado, que mandó al esposo de esta mujer al frente y lo mataron. Que hizo concebir a una mujer que no era de él, y murió ese hijo. Está viviendo muchas circunstancias adversas, pero Dios quiso mantenerlo como líder, porque hubo un momento en que éste tuvo un encuentro con Dios.

 

¿Cuántos aman la presencia de Dios? Y Él no está dispuesto a quitarla aun en medio de nuestros pecados, siempre y cuando haya un hombre que propicie encuentros con Él. Dios es un dios de experiencias. Hay un hombre, Pablo, en Hechos 9, contrario a los discípulos de Jesús. Cuando leí esto, me recordé de una persona que conocí afuera de la iglesia, quien me dijo: “Yo era una persona contraria a la iglesia, contraria al pastor”. Y así hay varias personas que como Pablo, hablaron mal de la iglesia. Esta era una mujer que tenía una situación realmente contraria a la posición de la iglesia, y estando así, Dios la llamó. Se fue a un Encuentro, y ahí se descompuso al saber que era un encuentro de Casa de Dios. Cuenta que el viernes estaba con el corazón duro; el sábado estaba más o menos, y el domingo no aguantó, entendió que Dios la había llevado a ese lugar.

 

Este hombre era contrario al cristianismo; había pedido cartas al sacerdote para meter presos a los discípulos de Jesús, y de repente, lo rodeó una luz sobrenatural. Espero que usted salga de aquí con esa mentalidad. La sanidad es algo sobrenatural, la bendición también, la restauración de los corazones también. El día de Pentecostés fue sobrenatural, y la visitación de Dios sobre Pablo también lo fue; lo botó el caballo y quedó ciego. Se le aparece Jesús, y Él dice: “¿Qué quieres que haga?”. Y Él le da una instrucción. De ahí salió un hombre diferente.

 

Aquí hay un hombre de este lado con problemas, que ha querido ser un buen padre, un buen hijo,  se le está destruyendo un matrimonio, está quebrado, está mal en las áreas de su vida. Tal vez tenga mucho material, pero perdió a su familia, a sus hijos, es un hombre sin propósito. Pero cuando entramos a su presencia, ahí es donde nuestra vida cambia, donde Dios nos visita. Es un encuentro que tenemos que buscar, porque de esa manera, vamos a valorar lo que Dios hace con nosotros. Sale un hombre con propósito, perdonado, dispuesto a recuperar el hogar que perdió, dispuesto a creer que hay un nuevo milagro para Él.

 

No nos conformemos a que Dios hable sólo el fin de semana dos horas. Dejamos de buscar a ese Dios que tiene le poder para abrir el cielo y hacer lo que sea por nosotros. ¿Qué quiere que Dios haga? ¿Que pare la sombra al sol? Ya lo hizo dos veces. ¿Que haga justicia? ¿Que los sane? ¿Será que Dios se cansó de hacer muchos milagros? ¿El cielo ya se acabó todo lo que tenía? Usted está acostumbrado a tener lo que tiene. Su hogar sigue igual, sus hijos tienen la misma actitud de rebeldía, porque no se ha levantado ese hombre comprensivo, que ora por sus hijos, que levanta palabra profética sobre ellos, que no permite que entren cosas malas a su casa. ¿Qué tan decidido está de buscar a Dios? ¿El es un dios de sólo el fin de semana?

 

Dios va estar a la puerta de su casa hoy, esperando. Quiere entrar a su habitación y encontrarse con aquel a quien hace tiempo llamó; quiere volver a tener un encuentro, porque eso produce una mejor persona. Va a tener un buen Padre de acuerdo a la búsqueda de Dios que tenga. Se vale pedir. Si los padres nos dieran el chance de pedirles, nosotros los hijos les diríamos: “Papá, métete con Dios, porque sale de ahí un hombre y una mujer diferente que necesito hoy”. No deje de buscarlo, no se acostumbre a un Dios que a veces hace algo y a veces no, porque todos los días Él está preparado para lograr un encuentro como el de David,
Moisés, como el día de Pentecostés, como cualquiera de esos días.

 

La única experiencia que tuvo el poder de librarme de la adicción al alcohol fue cuando decidí que el Espíritu Santo era el único. En Efesios 5 entendí que hay un poder más fuerte que ese, la llenura del Espíritu Santo, y fui libre de eso. Dios tiene una experiencia preparada para usted hoy. Yo ya di mi parte, y Dios está esperando para encontrarse con usted.

 

El comienzo de mi experiencia con Dios fue en un campo de fútbol, donde hice una oración que cambió mi vida. Lo invito a que hoy la haga conmigo, porque así comienza el encuentro de Dios en su vida, aceptando a Jesús como su único Señor y Salvador.

 

 

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