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Amenazas para nuestra felicidad II

Amenazas para nuestra felicidad II

26 de agosto de 2018

Tiempo de lectura: 5 minutos

Ve a la casa del Señor con gozo y alegría[1] porque la Palabra de Dios se aprende mejor así.  Ser felices depende de nosotros y para lograrlo debemos superar algunas amenazas como la comparación y la falta de agradecimiento. No tiene sentido compararnos cuando somos piezas únicas. Nuestro Padre no ha repetido ni un solo ser humano desde la creación de Adán. Así de creativo es Él y así de suficiente. La falta de gratitud también nos priva de la felicidad. Sea poco o mucho, hay que agradecer con palabras y actitudes.

Ana, la madre del profeta Samuel, fue una mujer estéril aunque la Biblia no dice que siempre lo haya sido. Su tristeza radicaba en no poder tener hijos,[2] pero no sabemos si su anhelo de ser madre en realidad era motivado por un deseo equivocado, por ejemplo, las ganas de quitarse de encima a la mujer que sí le pudo dar un hijo a su esposo. Ella por fin logró su anhelo cuando cambió su actitud: no esperó a quedar embarazada para superar su tristeza, sino que con gozo aceptó la promesa de Dios, entonces, quedó embarazada. ¡No hay nada a lo que podamos atribuirle más poder que a la Palabra del Señor! Lo que Él dice es, por mucho, superior a nuestras circunstancias.[3] Nuestra aflicción es temporal. A veces, para llegar al destino que anhelas, debes pasar por otros rumbos que no elegiste.

Muchas emociones están atadas a tu situación mental. No se trata de que saltes de felicidad con las adversidades, pero ¿acaso estar triste o afligido resuelve algo? No conozco a nadie que haya resuelto algo con tristeza. Dios le da fuerza a quien no la tiene y a veces es necesario perderlo todo para recuperarlo con creces. Él te prosperará a partir de la pérdida, así que deja de ver lo que te robaron y empieza a multiplicarlo por siete.[4]

La incredulidad y la falta de fe puede llegar a convertirse en amargura. Las personas que creen con optimismo son felices, pero quienes dudan ponen en riesgo su felicidad. Puedes estar con un amigo que beba licor o que diga malas palabras y no contaminarte, pero es casi imposible no contaminarse en compañía de una persona amargada.[5]

A Esaú le falló la fe porque prefirió vender su progenitura para saciar un gusto pasajero. Cuando se dio cuenta de su error, se arrepintió y trató de enmendarlo, pero ya era muy tarde.[6] Aunque Jacob se fue sin nada, en realidad se quedó con todo lo que su hermano despreció. En cambio, Esaú se quedó con todo lo momentáneo, pero realmente lo perdió todo.

La envidia también nos roba la felicidad. El envidioso inventa difamaciones, el chismoso las distribuye, el bobo las cree y el más bobo las repite. No seas ninguno de los cuatro. Algunos, presumiendo que son “inteligentes”, solo demuestran que son ingenuos y mal intencionados al hablar de alguien a quien no conocen.

Cuando sirvas a Dios, hazlo sin condiciones porque Él es más generoso que cualquier petición que puedas hacerle. Sírvele confiando en que te dará lo que es justo y sé agradecido con lo que tienes sin fijarte en lo que le da a tu hermano.[7] Despójate de la envidia y conserva una buena actitud siempre, porque si donde estás no la valoran, siempre habrá un lugar donde sí lo hagan.

La envidia te puede amargar y convertirte en una persona mala. A Jesús lo entregaron por envidia[8] y el colmo de los colmos sería predicar su Evangelio motivado por ese sentimiento.[9] Como iglesia, podremos tener muchos defectos, pero no debemos criticar otras creencias o a otras congregaciones.

La felicidad es la suma del gozo y la paz, y no tiene que ver necesariamente con lo bien que nos vaya en la vida económica o profesional. Alguien puede saber que Dios es bueno con los limpios de corazón, pero eso no lo hace inmune a la envidia.[10] No te enfoques en la vida de los demás porque es un gasto de energía innecesario, mejor ayuda a todos los que puedas sin envidiar a nadie y tu vida se llenará de gozo.


[1] Salmos 43:4: Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.

[2] 1 Samuel 1:15-18: Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.

[3] Hebreos 13:5: Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.

[4] Proverbios 6:31-32: No tienen en poco al ladrón si hurta para saciar su apetito cuando tiene hambre; pero si es sorprendido, pagará siete veces; entregará todo el haber de su casa.

[5] Hebreos 12:15: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.

[6] Hebreos 12:16-17: No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.

[7] Mateo 20:7-15: Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?

[8] Mateo 27:17-18: Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? Porque sabía que por envidia le habían entregado.

[9] Filipenses 1:15: Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad.

[10] Salmos 73:1: Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos.

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