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La continuidad de la bendición (segunda parte)

13 de noviembre de 2016

Tiempo de lectura: 8 minutos

Los hijos de Dios somos hombres y mujeres bendecidos, y debemos aprender a tomar decisiones de acuerdo a esa verdad, sin apego a las cosas materiales. Para qué las queremos si Dios, el dueño de todo, está con nosotros. Si nos quitan algo, Él nos lo devolverá al doble. No te aferres a nada porque la bendición va contigo. No seamos víctimas del sistema de este mundo, confiemos en el sistema de nuestro Padre. Si no tienes trabajo, eres un bendecido que busca nuevas oportunidades y esa situación no interfiere con que recibas provisión, porque Dios siempre cuida de Sus hijos.

Con Isaac, hijo de Abraham, también vemos que la bendición se transfirió, porque la Biblia dice que cosechó al ciento por uno y los filisteos le tuvieron envidia. Es un problema porque si no te tienen lástima, te tienen envidia, así que es importante comprender qué implica estar bendecido. A Isaac le tapaban cada pozo que abría y él se ofendía. Se nota por los nombres que ponía a los pozos; a uno lo nombró “Pleito”, a otro “Riña”, pero al tercero, ya con nueva actitud, lo llamó “Tierra Amplia y Espaciosa”. Debemos pensar, actuar, decidir y reaccionar como benditos de Dios, otorgando perdón y buscando la paz, porque a eso estamos llamados. Pero el mundo nos enseña lo contrario, nos condiciona para ser territoriales y egoístas. Al recibir a Jesús en nuestro corazón, debemos permitir que nos ayude a replantear nuestro pensamiento. Debido a esa necesidad de acaparar es que constantemente sentimos que nos quitan cosas, cuando lo mejor es enfocarnos en lo que tenemos, no en lo que nos falta. Tener un espíritu competitivo es bueno, pero dirigido a iniciar nuestros proyectos con la visión de lograr lo mejor y obtener el galardón, no competir de forma egoísta, comparándonos y envidiando lo que otros tienen, porque las bendiciones te perseguirán. Eso fue lo que sucedió con Isaac, por eso, siempre encontraba agua donde abría un pozo y los filisteos no pudieron más que reconocerlo[1].

Ahora bien, es importante que veamos algunos aspectos importantes respecto a la bendición de Dios. Cuando la recibimos es intangible, se comparte con palabras de bien que impactan tangiblemente tu vida. Abram, desde que recibió la promesa de su descendencia, tenía la bendición de Dios, aunque fue realidad tiempo después. Y cuando le dio a escoger a Lot, aún no sabía qué tierra tendría, pero la bendición intangible lo hacía confiar. Al contrario, Lot se dejó llevar por lo tangible, lo que podía ver y tocar. La bendición no es lo que se tiene, sino la convicción, la certeza y el gozo que se lleva dentro y que también se convierte en algo visible. José, tangiblemente, podía decir que era esclavo, pero era bendecido por Dios, lo que provocó que fuera próspero donde quiera que iba. La buena noticia es que ¡cuando recibimos a Jesús, obtenemos abundante bendición: la vida eterna y también las promesas de bien que recibió Abram![2]

Y dicha bendición tiene continuidad porque Jacob, hijo de Isaac, nieto de Abraham, también la recibió. Al leer la Escritura, muchos acusan a Jacob de tramposo, pero no lo fue porque Esaú, su hermano, fue quien le cambió su primogenitura por un plato de lentejas. Luego de recibir la bendición de su padre, Jacob tuvo que huir de su casa y se fue sin nada más. En el camino, se acomodó para dormir y puso unas piedras como almohada. ¡Vaya comodidad! Seguramente nadie quisiera estar en el lugar de Jacob, un hombre que huye, desposeído y vulnerable. Demos gracias por lo que tenemos, aunque pensemos que es poco, porque sabemos que al ser fieles en lo poco, seremos puestos en mucho, si tenemos la actitud correcta.

Sin embargo, Jacob realmente tenía mucho porque recibió la valiosísima bendición de su padre y en el lugar donde durmió, Dios le confirmó esa cobertura al decirle que estaría con él, que no lo dejaría hasta cumplir Sus promesas de multiplicación[3]. ¡Con eso era más que suficiente para vivir confiado! Y Josué lo sabía, no cambió esa bendición intangible por algo tangible, efímero y limitado como lo hizo su hermano. Esaú actuó de forma necia, porque siendo el primogénito, el doblemente bendecido, se dejó llevar por el impulso de satisfacer su deseo momentáneo y perdió lo más valioso. ¿Cuántas veces nos ha sucedido algo similar? Nos desesperamos, buscamos soluciones o satisfacción momentánea despreciando las promesas de gran bendición que Dios tiene para nosotros si sabemos creer y esperar. Aprendamos a escoger y decidir como hijos bendecidos de Dios, no como arribistas inspirados por el rencor, la amargura y los resentimientos que nos limitan. Si lo vemos fríamente, yo tenía todas las excusas para fracasar: crecí sin padre y con dificultades económicas, no fue fácil, aunque mi madre me enseñó bien, por lo que tomé la decisión de ser feliz. Esa buena actitud provoca una energía que te saca adelante.

Si Jacob era tramposo, como muchos dicen, ¿por qué Dios lo bendeciría? Claro que no lo haría; sin embargo, ese nieto de Abraham era quien continuaría con el linaje del pueblo de Israel y durante años fue formado para ello. Incluso durmiendo sobre una piedra, Jacob tuvo sueños. Soñó con ángeles subiendo y bajando del cielo por una escalera. ¡No dejemos de soñar! Los sueños son uno de los lenguajes de Dios. Antes soñábamos con profesiones para ayudar a los demás como ser bomberos; yo soñaba con ser misionero, aunque no sabía realmente qué significaba, solo sabía que quería ayudar. Volvamos a ser como niños que busquen ayudar a los demás, con un corazón sincero que pueda ver el reino de Dios y dispuesto para recibir Su bendición. Soñemos con proyectos que beneficien a muchos y que estén conectados con el cielo, es decir que se fundamenten en los principios y valores de nuestro Señor. Nuestros sueños deben estar llenos de bondad, generosidad, amor, perdón, misericordia y gracia. Si tu sueño incluye bendición para otros, ten la certeza de que Dios lo respaldará. Con una actitud generosa, la bendición intangible de Dios, ese aliento de vida, se hará tangible para ti de la forma correcta. No midas tu bendición por lo tangible, porque puedes desviarte si no logras lo que esperas en el tiempo que quieres, y tu corazón se puede corromper. Permite que Dios influya en todas las áreas: tu familia, tus negocios, tu trabajo, ya que su relación contigo no debe limitarse a los domingos en la iglesia. Si quieres que Su bendición sea integral, relaciónate con Él de esa forma.

Entonces, vemos que Jacob despertó con una nueva perspectiva porque se dio cuenta de que el Señor estaba en ese lugar que era casa de Dios y puerta del cielo, así que ungió con aceite la piedra sobre la cual había dormido y soñado[4]. La Palabra dice: “Cuando hicieres volver la cautividad de tu pueblo seremos como los que sueñan”. Porque los cautivos por vicios y pecados difícilmente sueñan; por ejemplo, los esclavos de las drogas tienes pesadillas, no sueños, pero cuando eres libre, puedes soñar. Jacob solo tenía piedras y eso fue lo que aprovechó para soñar y hacer pacto con Dios[5]. Siempre será mejor lo poco bendecido por el Señor que lo mucho sin Su bendición. No te quejes por lo que no tienes, sino que agradece y aprende a vivir con lo que tienes. No te amargues ni amargues a nadie.

Toda amargura estorba para alcanzar algo en la vida, porque Dios quiere depositar Su  bendición en tu corazón sano[6]. El Señor no llamó profano y tramposo a Jacob sino a Esaú porque vendió la primogenitura, despreció lo intangible de Dios por lo tangible del mundo y su corazón se llenó de amargura. Creamos en lo intangible para que Él traiga lo tangible. Debes pensar, hablar, decidir y reaccionar como el hijo bendecido que eres.

Luego de hacer ese pacto con Dios, Jacob vivió con su tío Labán durante veinte años. Tuvo paciencia, fue íntegro, sirvió en esa casa con honradez, incluso siendo engañado, porque se enamoró de Raquel y trabajó siete años por ella, pero le dieron a la hermana, Lea, y tuvo que trabajar otros siete años por Raquel[7].  los resultados toman tiempo, no es inmediato, pero Dios cumple Sus promesas sin duda. Ten paciencia y fe, vive con integridad porque el Señor conoce tu corazón, como conocía el de Jacob. Durante ese tiempo, Jacob prosperó abundantemente y llegó el día de regresar a su tierra. Entonces, ya cerca, preparó un obsequio espléndido para reconciliarse con su hermano Esaú[8], quien se había quedado con todo, excepto con la bendición de Dios. Lo mejor que te puede dar tu familia es su bendición y su sabiduría, así que no pelees con ellos, y si busca reconciliarte si hubo contienda.

¡La bendición que trasladamos a nuestros hijos es la mejor herencia! Si están bendecidos, no importa qué pierdan, siempre podrán recuperarse. Aunque tus hijos se encuentren en rebeldía, jamás pronuncies algo en su contra, siempre bendícelos. Trasládales la bendición de Dios. Nunca les digas: “Ese sueño no se puede realizar”, al contrario, diles: “Sigue soñando, es posible, tú eres capaz”.

Cuida a tu familia, no veas lo que no tienes, pide que tus hijos sean como Jacob, que aprendan a valorar la bendición aunque todavía sea una promesa que no se puede ver. Dile a tu Padre: “Gracias por bendecirnos, gracias por mis hijos. Guárdalos en su entrada y su salida, multiplica el fruto de sus manos, que te entreguen su corazón, que sus palabras sean edificantes y sus obrar productivas, en el nombre poderoso de Jesús. Amén”.


[1] Génesis 26:26-29: Y Abimelec vino a él desde Gerar, y Ahuzat, amigo suyo, y Ficol, capitán de su ejército. Y les dijo Isaac: ¿Por qué venís a mí, pues que me habéis aborrecido, y me echasteis de entre vosotros? Y ellos respondieron: Hemos visto que Jehová está contigo; y dijimos: Haya ahora juramento entre nosotros, entre tú y nosotros, y haremos pacto contigo, que no nos hagas mal, como nosotros no te hemos tocado, y como solamente te hemos hecho bien, y te enviamos en paz; tú eres ahora bendito de Jehová.

[2] Gálatas 3:13-15: Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.

[3] Génesis 28:10-15: Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente.  He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.

[4] Génesis 28:16-18: Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: !!Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella.

[5] Génesis 28:20-22: E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.

[6] Hebreos 12:15-17: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.

[7] Génesis 31:38-42: Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos. Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces. Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías; pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te reprendió anoche.

[8] Génesis 32:13-15: Y durmió allí aquella noche, y tomó de lo que le vino a la mano un presente para su hermano Esaú: doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas y diez novillos, veinte asnas y diez borricos.

 

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