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Las olimpiadas de la vida

07 de agosto de 2016

Tiempo de lectura: 6 minutos

Nuestro Señor nos da promesas hermosas, pero también nos pide grandes esfuerzos, porque Él requiere decisión y buen ánimo de nuestra parte[1]. Estamos en época de Juegos Olímpicos y es excelente momento para pensar en los retos que la vida nos presenta. Sobre estos Juegos sabemos que se celebraban en la ciudad de Olimpia en Grecia, en el santuario dedicado a Zeus, durante la época antes de Cristo. Cuando el Imperio Romano creció sobre Grecia, los Juegos se reiniciaron en el 426 DC. Y durante la Época Moderna, los primeros Juegos fueron en 1896, en Atenas, Grecia. En esa oportunidad, compitieron 241 atletas, 14 países, 9 deportes, 43 eventos.

Entonces, con este enfoque de competencia, la Biblia nos recomienda prepararnos, entrenar para ganar. La Palabra del Señor siempre nos motiva a la victoria, por eso habla de que podemos ir de gloria en gloria, ser cabeza y no cola, estar por encima no por debajo. Somos más que victoriosos en Cristo Jesús.

Estuve hablando con un jugador profesional de tenis, quien me contaba que desde niños se van seleccionando a quienes se prepararán como campeones. El primer ejercicio es enseñarles a rebotar la pelota con la raqueta y ver quién aguanta más rebotes. Los niños que perseveraban hasta llorar son los que se escogen para entrenar porque demuestran carácter para competir y pasión por el deporte. Ambas condiciones son indispensables, ya que es muy difícil tener éxito en algo sin consagrarte a ello, sin esfuerzo y sin luchar legítimamente[2]. Un maestro del colegio nos dijo: “Les voy a dar la clave del éxito, escojan una tarea y conságrense a ella.” Los deportistas olímpicos se dedican 100% a su disciplina deportiva. El nadador estadounidense Michael Phelps, reconocido como el máximo deportista olímpico de todos los tiempos por la cantidad de medallas que ha ganado durante su participación en varias Olimpiadas, solo descansaba de su entreno dos días al año, Acción de gracias y Navidad, todo para lograr la victoria por décimas o centésimas de segundo. Lo que realmente forma a un campeón es el entreno, ese tiempo extra que otros no dedican, el doble esfuerzo que se da. Así que meditemos qué es ese elemento extra que nos falta para lograr el éxito.

Pablo usaba ejemplos humanos para enseñar principios divinos que nos ayudaban a ser exitosos hijos de Dios. En la vida, debemos hacer algo que exija disciplina. No esperes que una crisis te saque de tu zona de confort, ¡desafíate constantemente! Toma un curso que nunca has tomado, inicia el entreno en una disciplina deportiva diferente para exigirte más allá de tus límites. Siempre busca aprender algo nuevo para expandir tus horizontes, adquirir disciplina y mantener esa actitud de alumno sujeto a los conocimientos y autoridad de alguien que puede enseñarte porque sabe más que tú.

Pablo nos enseña a ganar, a buscar la victoria en lo que hagamos, no solo a participar[3]. No inicies algo pesando que vas a fracasar. No abras una empresa pesando que quebrará o vayas al altar para casarte pensando que te vas a divorciar. No es posible empezar algo con mentalidad de perdedor porque las Escrituras nos enseñan a tener mentalidad de campeones, de personas que haremos todo con excelencia, no con mediocridad. Ten cuidado con el mensaje de perseverancia que compartes con tus hijos. Cuando uno de mis hijos llegó llorando a casa porque perdieron en el fútbol, yo lo consolé, pero también le di ánimo: “Si no quieres sentirte mal por perder, hay que entrenar y esforzarse para ganar”. Nada de decir: “No llores, lo importante es participar.” Evitar el sentimiento de fracaso no es correcto, ¡claro que hay que sentirse mal si no hacemos las cosas bien! Luego del consuelo viene el consejo y debemos aconsejar de acuerdo a lo que Dios quiere de nosotros. Michael Jordan, el mejor basquetbolista durante mucho tiempo, fue rechazado en una primera selección para integrar el equipo, y cuando llegó a casa, su mamá le dijo que usara ese enojo y frustración para entrenar, no para seguir lamentándose, ¡y se convirtió en el mejor del mundo! Sin importar cuántas veces fracases, enfócate y esfuérzate para alcanzar el éxito.

Por supuesto que requiera gran disciplina porque una persona debe abstenerse de todo aquello que lo limita para obtener su premio y lograr su sueño. En la cultura japonesa se asegura que la disciplina siempre supera a la inteligencia. Siempre logrará más una persona disciplinada y esforzada que una persona inteligente, pero indisciplinada y desordenada. Quien no tiene buena memoria, estudia más y obtiene mejores resultados, así que no hay excusa para alcanzar el éxito. El deportista que logra más medallas es el que tiene más disciplina, que se abstiene de comer mal, de desvelarse, de dejarse llevar por la pereza para no entrenar. Lo mismo sucede en la vida, lograrás más en la medida que te abstengas de malos hábitos y adquieras disciplina.

Todos hemos escuchado hablar de Usain Bolt, corredor jamaiquino que ha establecido récords mundiales en cien y doscientos metros. ¿Cómo hace para que parezca tan fácil el triunfo? ¡Incluso saludaba en medio de la carrera! Pues, en sus propias palabras: “Jamás le digo que no al trabajo, entreno muy duro. Odio cada minuto del entreno, pero me esfuerzo para vivir el resto como un campeón.” El entreno y preparación para un reto son duros, pero hay que enfrentarlos para obtener lo que deseamos. Nunca te burles de las personas dedicadas y estudiosas, porque si tú no lo eres, algún día les pedirás trabajo. Mejor esfuérzate como esa persona, si te das a la vagancia, teniendo toda la oportunidad para ser el mejor, luego enfrentarás las consecuencias.

Tenemos miedo al fracaso, pero también hay miedo a la victoria porque requiere esfuerzo. Debemos dominar nuestro cuerpo y mente, debemos ser disciplinados. ¿Acaso no cuesta dejar de comer lo que nos gusta? Claro que sí, pero es necesario para alcanzar ciertas metas. Algunos argumentan que la Biblia dice que el ejercicio corporal poco aprovecha porque tiene recompensa solo para esta vida, pero lo dice en el contexto de hacer del ejercicio una obsesión. Porque sí debemos hacer ejercicio para estar saludables. Si no sabemos aprovechar lo que tiene recompensa en esta vida, ¿cómo aprenderemos a aprovechar lo que tiene recompensa en la vida eterna? Esforcémonos por obtener las recompensas naturales porque es la misma disciplina que nos servirá para esforzarnos por obtener las recompensas sobrenaturales. La misma disciplina necesitamos para comer sano y hacer ejercicio que para aprender a orar y servir a Dios.

A veces, somos nosotros mismos quienes saboteamos nuestro éxito al ser indisciplinados[4]. Culpamos al diablo, pero es la persona que ves en el espejo quien te limita. Integré el equipo de voleibol que ganó una medalla de oro regional. No me llamaron en la preselección, pero le pedí al entrenador que me aceptara en los entrenos y me esforzaba en hacer los ejercicios. El día de la prueba, algunos preseleccionados perdieron, pero yo ¡gané el examen! Durante la final de esos juegos centroamericanos, yo estaba frente a un jugador de dos metros del otro equipo y comencé a provocarlo hasta que me tiró una bola que cubrí muy bien, gracias a Dios y al entreno. ¡Ese ha sido el momento deportivo más emocionante de mi vida! ¿Qué hubiera pasado si no entreno con pasión? Cuando te ponen la medalla y escuchas el himno de tu país, sabes que todo el esfuerzo valió la pena.

¡El Señor tiene galardones y coronas para quienes lo buscan y se esfuerzan en la vida! En lo que sea que hagas, nuestro Padre te invita a ser ganador. Tienes el Espíritu de Dios en tu interior que no es de cobardía sino de poder, amor y dominio propio, así que tienes todo para obtener la victoria. Permite que el Espíritu Santo sea quien te inspire porque la medalla de oro está esperándote. Siempre consagra tus tareas al Señor y dile: “Has hecho de mí un vencedor. Sé que con la actitud y el esfuerzo adecuados también seré un campeón como Tú”.


[1] Lucas 9:62: Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

[2] 2 Timoteo 2:4-6: Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.

[3] 1 Corintios 9:24-27: ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.

[4] 1 Timoteo 4:16: Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.

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