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Los pactos de Jacob

05 de octubre de 2009

Tiempo de lectura: 8 minutos

 

 

Génesis 25: 24-26 cuenta sobre el nacimiento de Esaú y Jacob: Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz.

El nombre “Jacob” significa “el que toma del calcañal” o “el que suplanta”, no “el engañador”, como algunos lo han interpretado. Ser suplente no es engañar, los jugadores suplentes de un equipo no engañan sino que toman el lugar de otro cuando es necesario. Ningún padre le pondría a su hijo un nombre degradante, así que no te confundas en interpretar injustamente la figura de Jacob.

Génesis 25: 27-28 continúa: Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob.

La Biblia dice que Jacob era quieto. Busqué el original en hebreo y “quieto” se traduce con una palabra que significa “completo, que no le hace falta nada, moralmente inocente, íntegro, puro, moral y ético”. Así que el carácter de Jacob, amado por su madre, era el de un hombre perfecto.

El pacto con Esaú

Génesis 25: 29-34 relata el diálogo entre Jacob y Esaú: Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado,  dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.

Jacob hizo un pacto con Esaú quien le vendió la primogenitura y por lo tanto el derecho a la bendición de Abraham, por un plato de comida. Su menosprecio fue extremo porque no se vende barato algo tan valioso. La Palabra dice que éste venía cansado del campo pero no es excusa para su actitud de regalar esa poderosa en importante herencia.

Ten cuidado con aquello que haces cuando estás cansado. No se ministra o aconseja así. Tampoco hablen o decidan cuestiones importantes con tu cónyuge al final del día cuando ambos están agotados. El cansancio incluso baja las defensas del cuerpo y nos debilita, por lo tanto descansa y está fresco para tomar sabias decisiones.

Hebreos 12:15-17 nos describe el carácter de Esaú: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.

Este pasaje describe el carácter profano de Esaú. La palabra “profano” significa “sin Dios”, o sea que niegas a Dios cuando menosprecias Su gracia y  bendición. Cuídate de no ser profano porque luego no habrá llanto ni lamento que te devuelvan lo que has negado.

Menospreciar significa “apreciar de menos” y no podemos restarle valor a ninguna bendición que recibamos del Señor. No menosprecies la salvación que has recibido, tampoco hagas de menos la bendición económica que quiere darte, porque Jesús se hizo pobre para que fuéramos enriquecidos. Trabaja con dedicación y esfuerzo porque Él quiere prosperarte y compró el derecho de hacerlo derramando Su sangre en  la cruz del Calvario.

Ahora veremos el pasaje donde muchos malinterpretan como engaño la bendición que Jacob pidió a su padre.

Génesis 27:19 relata: Y Jacob dijo a su padre: Yo soy Esaú tu primogénito; he hecho como me dijiste: levántate ahora, y siéntate, y come de mi caza, para que me bendigas.

Este pasaje ha provocado confusión, pero Jacob no engañó a su padre. Si leemos la historia completa sabremos que la madre le aconsejó que se vistiera como Esaú porque éste ya le había vendido la primogenitura. Entonces Jacob hizo lo posible por obtener lo que ya le pertenecía y más aún, evitó decirle a Isaac, su padre, que el hijo que tanto amaba lo había despreciado al cambiar la bendición por comida. Jacob podría haberlo hecho pero cerró sus labios porque era un varón ético y moral que le evitó ese sufrimiento a su padre.

Esaú fue realmente el engañador. Jacob solo fue el suplente que tomó lo que el otro había despreciado. La Biblia nos cuenta que Jacob apreciaba tanto la bendición que incluso luchó con un ángel para obtenerla. Fue herido pero bendito. Imítalo y aprecia todo lo que Dios anhela darte. Desecha el espíritu de Esaú que te hace menospreciar el pacto que tienes con el Señor.

Génesis 27:34 continúa: Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con una muy grande y muy amarga exclamación, y le dijo: Bendíceme también a mí, padre mío.

Nunca menosprecies. Hay muchas bendiciones para ti. Tu trabajo, matrimonio y familia lo son. La Palabra dice que la mujer es corona para el hombre.  Incluso tu cónyuge te ha sido dado por Dios, así que dale el valor que tiene y edifica tu vida de pareja.  Quien menosprecia va camino al pecado de Esaú, se queda sin bendición y abre paso a la amargura. Muchos viven amargados, pero este sentimiento es consecuencia de los errores que han cometido. Si pierdes tu casa por hipotecarla o si te peleas con el familiar que te prestó dinero, la culpa es tuya por confiar en los pactos del mundo y despreciar el pacto con Dios.

Génesis 27: 35-37 cuenta el encuentro entre Isaac y Esaú: Y él dijo: Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición. Y Esaú respondió: Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí?  Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto; ¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío?

Isaac se entera de todo porque Esaú se lamenta de lo que hizo y culpa a Jacob de sus errores. La primogenitura y bendición eran suyas y las menospreció, entonces llama mentiroso a su hermano. Difamar al justo es fácil cuando las faltas traen consecuencias a tu vida.

Génesis 27: 41 continúa: Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob.

Génesis 28: 3 habla de la nueva bendición de Isaac: Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos.

Al final, Esaú amenazó a Jacob de muerte y este tuvo que huir sin nada, aún siendo el heredero. Pero antes, su padre Isaac lo bendice de nuevo, ahora con plena conciencia de su identidad como el hijo menor, entregándole la mayor de las bendiciones, la de Abraham.

El pacto con Labán

Génesis 29: 18-21 dice sobre el pacto con Labán: Y Jacob amó a Raquel, y dijo: Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor. Y Labán respondió: Mejor es que te la dé a ti, y no que la dé a otro hombre; quédate conmigo.  Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba. Entonces dijo Jacob a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella.

Jacob se va donde su tío Labán con quien hace un nuevo pacto. Acuerda servirle siete años para obtener el derecho de casarse con Raquel.

Génesis 29: 25-28 habla del engaño: Venida la mañana, he aquí que era Lea; y Jacob dijo a Labán: ¿Qué es esto que me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado?  Y Labán respondió: No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes de la mayor. Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años. E hizo Jacob así, y cumplió la semana de aquélla; y él le dio a Raquel su hija por mujer.

Labán engañó a Jacob y lo obligó a trabajar otros siete años, ya que le dio primero a Lea, la hermana mayor.  Imagina cuánto amaba a Raquel para trabajar y esperar otros siete años por ella.

Génesis 30: 43 confirma: Y se enriqueció el varón muchísimo, y tuvo muchas ovejas, y siervas y siervos, y camellos y asnos.

Génesis 31:5-7 dice sobre la frustración de Jacob: Y les dijo: Veo que el semblante de vuestro padre no es para conmigo como era antes; mas el Dios de mi padre ha estado conmigo. Vosotras sabéis que con todas mis fuerzas he servido a vuestro padre;  y vuestro padre me ha engañado, y me ha cambiado el salario diez veces; pero Dios no le ha permitido que me hiciese mal.

La Palabra dice que a pesar de los engaños y de que toleró que le cambiaran el salario diez veces,  finalmente Jacob prosperó porque Dios le da una forma creativa para lograrlo.  Hizo un nuevo trato con Labán y le pidió que le pagara con las ovejas rayadas que nacieran. Como no había muchas, el suegro consintió pero luego nacieron en gran cantidad porque Jacob obedeció las instrucciones del Señor de aparearlas bajo ciertas condiciones.

Génesis 32:13-15 relata: Y durmió allí aquella noche, y tomó de lo que le vino a la mano un presente para su hermano Esaú: doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, treinta camellas paridas con sus crías, cuarenta vacas y diez novillos, veinte asnas y diez borricos.

Era un hombre tan rico que solamente lo que tenía a su alcance fue suficiente para llevar a Esaú un regalo de quinientas ochenta cabezas de ganado. Jehová lo bendijo con abundancia porque habían hecho un pacto.

El pacto con Dios

Génesis 28:20-22 nos confirma: E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.

Cuando Jacob huye de su casa, sale sin nada. Entonces duerme en el campo y una piedra le sirve de almohada. Esa noche sueña con ángeles que suben y bajan del cielo por una escalera, así que se levanta y unge la piedra.  Nuestro Padre es un Dios de pactos y el voto de Jacob se selló con su promesa de diezmo.

Los pactos que hacemos con el mundo son necesarios pero pueden fallar. Los familiares, socios y amigos pueden quedar mal. Es permitido pretender un mejor salario y como empresario esperar más utilidades, también es válido ser leales y esperar lealtad a cambio, pero el problema es hacer voto con Dios y no confiar en Su poder y fidelidad.

Cuando Abraham regresó de la conquista, se negó a recibir recompensa del rey de Sodoma porque la recibiría solamente del Señor. Su nieto Jacob hizo lo mismo y fue fiel al pacto que había hecho con el único que nunca lo engañaría ni defraudaría. Ambos confiaron en el voto que hicieron con Dios, no con los hombres.

El voto que haces con Dios a través de tus diezmos es poderoso. Si diezmas, cree en el poder que hay en ese pacto y no apeles a los hombres, sino al Señor Jesucristo, tu Sumo Sacerdote.  Ya no te quejes de las debilidades humanas, date cuenta que el voto y el pacto divino está hecho y puedes apelar a ellos.

Jacob hizo tres pactos, el primero con su hermano Esaú, el segundo con su tío Labán y el tercero con Dios que nunca le falló. Nuestros diezmos no son donativos sino instrumentos de honra al Dios de pactos que nunca nos defraudará. Yo puedo dar testimonio de ello porque no he dejado de cumplir con mi pacto y Él tampoco me ha abandonado, porque me prospera en todo lo que emprendo. En los momentos de duda voy delante de Dios y le recuerdo que he guardado el pacto. Entonces Su respuesta viene sin tardanza.

Melquisedec le dijo a Abraham que tomara el pan y la copa y él obedeció. Diezmó luego de ser bendecido. Jacob no tenía nada y prosperó siendo obediente. Prometió sus diezmos ante la escasez que vivía. Puedes aprender a diezmar por una y otra razón, cuando tienes abundancia o cuando tienes necesidad, en ambas circunstancias recibirán bendición. Los dos recibieron porque fueron fieles a su pacto con el Señor.

Nuestra relación con Dios se basa en pactos. Somos salvos por el pacto que Jesucristo selló con Su sangre y tu diezmo ante el altar es una renovación constante del poderoso pacto de honra que te asegura bendición. No menosprecies ese voto y reclama lo que te pertenece. Cree en lo que haces porque tu fe es importante para recibir todo lo que Dios tiene para ti. No lo dudes, te bendecirá, engrandecerá, levantará y prosperará como sólo Él sabe hacerlo. Confía en Sus promesas y descansa en Su palabra.

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