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Fe, ¿quién eres?

Fe, ¿quién eres?

08 de septiembre de 2019

Tiempo de lectura: 3 minutos

Cuando Jesús le hizo el llamado a Pedro para ser su discípulo tuvo que insistirle y esto no fue porque él tuviera un corazón duro. Seamos sinceros: ¿quién no quisiera ser discípulo de Jesús y cambiar el mundo con Él? Pero Pedro vivía un proceso de sanidad interna provocada por la frustración luego de tantos días sin pescar. La insistencia de Jesús y la pesca milagrosa fueron la motivación que necesitaba la fe de Pedro para moverse e iniciar el reto más grande de su vida.

Debemos aprender que la fe es dinámica: siempre está en constante movimiento. El milagro de la pesca sucedió hasta que la barca se movió y echaron las redes al agua. Para ver milagros debemos movernos y confiar en que la fe estará con nosotros a donde sea que vayamos. Enfoquemos la fe que el Señor nos dio hacia el propósito que Él tiene para nosotros.

En el libro de Hebreos, cuando se menciona a los héroes de la fe también se mencionan sus acciones porque la fe se manifiesta a través de hechos. Aprendamos a vivir por fe, sin importar la circunstancia no abandonemos nuestras convicciones. Cuando tratamos de resolver las cosas a través de nuestros medios menospreciamos la fe que Dios nos ha dado, pero cuando, a pesar de todo, decidimos dar el primer paso, honramos al Señor y lo que depositó en nosotros.

Nuestros procesos de fe conllevan tiempo, como en la vida de Naamán, quien tuvo que sumergirse en el río Jordán siete veces en vez de una para ver el milagro en su piel.[1] ¿Cuánto estamos dispuestos a esperar para ver nuestro milagro? A veces tomará más tiempo del que pensamos. Aunque quisiéramos que fuera inmediato, necesitamos paciencia en el proceso. ¡No nos podemos dar por vencidos en el camino a nuestro milagro! Si Dios lo dijo, Él lo cumplirá. Anclemos nuestra fe a sus palabras y confiemos en que nunca falla.

El milagro de los leprosos no sucedió cuando Jesús dio la Palabra, sino cuando ellos empezaron a caminar.[2] Es en el camino a nuestros sueños que Dios hace el milagro; no solo se trata de que el Señor se mueva a nuestro favor, sino también que nosotros nos movamos en fe. Pueden surgir dudas en el camino, pero debemos seguir porque el milagro sucede mientras avanzamos.

La fe se vuelve débil si no la alimentamos y se fortalece a través de la Palabra, el ayuno y la oración. Nuestra comunión con Dios es determinante para nuestra fe. Daniel oró al Señor, le manifestó sus peticiones y desde el primer día recibió respuesta, pero se materializó veinte días después.[3] Durante todo el proceso de espera él confió en el Señor.

Las señales son muy importantes, son mensajes que Dios nos manda para alimentar y fortalecer nuestra fe.[4] Nos hace ver que la meta está cerca. Visualicemos ese milagro que necesitamos y vayamos tras él. La fe nos acompañará en todo el camino y crecerá tanto como nuestra relación con Dios y estará disponible cada vez que la queramos usar. ¡Vivamos por fe!


[1] Lucas 4:27: Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.

[2] Lucas 17:14: Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.

[3] Daniel 10:12: Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.

[4] Jueces 6:17: Y él respondió: Yo te ruego que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo.

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