14 de marzo de 2023
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Jesús se presentó a sí mismo como la vid: “Yo soy la vid”.[1] Si vamos a hablar de tener una amistad con el Señor, debemos usar como fundamento el versículo 14 de Juan 15: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando”. La amistad de los discípulos con Jesús fue de siervos a amigos. Nuestro proceso de amistad con Dios es al revés: conocimos el amor de Jesús para nosotros y terminamos sirviéndole. Cuando comprendimos ese acto de amor tan grande, declaramos y confesamos: “Señor, yo te voy a servir por el resto de mis días”.
¿Cuál es el mejor camino? Primero debemos comprender el concepto de ser siervos y después el de ser amigos. Está bien recorrer el camino de amigo a siervo, pero si no comprendemos lo que realmente implica ser siervo, no valoraremos una amistad con Jesús. El Señor habla de siervos porque estos hacen lo que se les pide.[2] El siervo obedece por obligación; el amigo, por amor y lealtad. El fundamento para tener una buena relación con Dios es la obediencia.
Primer punto: primero hay que trabajar y luego son las explicaciones. Las explicaciones que le pedimos al Señor afectan la relación con Él. Jesús no explica por qué el reino de los cielos funciona; Él les da propósito a las cosas. Esta necesidad de explicación ha traído una frustración en nuestra relación con Él. No cometas el error de pedir explicaciones para servir. Quizá la mejor postura que podamos tener es la de Sadrac, Mesac y Abed-nego,[3] en la que decimos: “El Dios de Israel nos va a librar, pero si no lo hace, nuestro corazón sigue cercano a Él”.
Segundo punto: primero hay que ser discípulo y luego llega el destino. Digamos: “Señor, aunque no me muestres el destino, estoy dispuesto a seguirte”. El problema es que solamente seguimos a Jesús si nos garantiza un destino. Tenemos garantizada Su cercanía en todo momento de la vida. Recordemos que un líder te garantiza el destino, pero somos pastores con cualidades de líderes. Muchas veces necesitamos recorrer el camino de siervo a amigo para comprender y decir: “Señor, nunca se trató del destino. Se trató del maestro que siempre estuvo conmigo”.
Tercer punto: primero hay que ser amigo y luego está todo lo demás. No permitas que tu corazón ponga primero todo lo demás antes que la amistad de Dios.[4] El camino de la amistad no solo consiste en creerle y justificarnos a través de nuestras obras; se trata de ti y del Señor que te está llamado. Abraham comprendió algo de la amistad con Dios: Él estaba en ese camino.[5] La amistad con Jesús se trata de Su compañía en nuestro camino de obediencia. Este camino siempre te llevará a una amistad más profunda con Él. No sé si estás pasando por un momento de dolor o celebrando los mayores triunfos de tu vida, pero la mayor promesa que tienes es que Jesús está contigo. Te motivo a que sigas el camino de buscar el propósito del reino de los cielos con la amistad de Cristo.
[1] Juan 15:1-17: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; pEara que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros.
[2] Lucas 17:7-10: ¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
[3]Daniel 3:16-18: Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
[4] Santiago 2:23.26: Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
[5] Hebreros 11:8-12: Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ese ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
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