18 de julio de 2023
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Jesús les enseñó a los discípulos a orar al Padre.[1] El porqué de toda esta oración es que Suyo es el reino y la gloria por los siglos. Por eso la importancia de buscar primeramente Su reino y Su justicia: para dejar de afanarnos por las cosas del mundo y que estas nos sean añadidas.
Cuando le dejas claras las cosas al diablo acerca de tus prioridades —como lo hizo Jesús en el desierto—,[2] él huye de ti. Si eres una persona que quiere bajar de peso, graduarse de una carrera universitaria o crecer profesionalmente, no lo lograrás tan solo con desearlo, decirlo, declararlo y decretarlo. Tampoco lo conseguirás viendo series de televisión o perdiendo el tiempo en las redes sociales. La forma de lograr esto es haciendo la voluntad del Padre[3] y tomando acciones; porque como tu pastor puedo motivarte a buscar el reino de Dios y Su justicia, pero quien debe moverse y actuar eres tú.
No basta con creerle: también se requiere confianza para buscarlo y hacer Su voluntad; y la voluntad de Dios es que le sirvas a Él y al prójimo. Casa de Dios tiene un banco de alimentos que, con la ayuda de los miembros de la iglesia, desde su fundación ha llevado más de 20 millones de tiempos de comida a personas necesitadas. ¿Por qué razón? Es simple: porque el Señor, en Su Palabra, nos manda a dar de comer al hambriento: eso también es Su voluntad; así como también lo es esforzarse y ser valiente, honrar a padre y madre, amar a otros como a uno mismo… Todo eso implica hacer la voluntad de Dios según las ordenanzas bíblicas. Incluso Jesús, en los momentos más difíciles de Su pasión, estuvo dispuesto a hacer la voluntad del Padre por encima de la propia:[4] esa es Su naturaleza y debemos imitarla.
Fui a Google a preguntar qué significa voluntad y encontré que es la “capacidad del ser humano para decidir con libertad lo que desea o no”. Cuando Jesús dijo “que se haga Tu voluntad y no la mía”, en ese momento sometió Su capacidad de elegir para que se hiciera la voluntad de Dios. Muchas veces —y lo digo por experiencia— tendremos que hacer la voluntad del Padre, aunque no sea precisamente la nuestra. Y sé que no es fácil: a veces cuesta y hasta duele; pero de eso se trata: de entregarse uno mismo para la causa del Señor.
Y en este punto habría que dejar en claro que la voluntad de Dios no está precisamente determinada por el nivel de sacrificio o sufrimiento que pueda derivarse a partir de ella, pues, a pesar de las circunstancias, Su voluntad es buena, agradable y perfecta.[5] Y aunque no siempre fuera agradable para nosotros —como tampoco lo fue para Cristo desde el Getsemaní hasta la cruz del Calvario—, el resultado siempre es perfecto. La “comida” de Jesús fue hacer la voluntad del Padre y acabar Su obra,[6] y de esta forma pasó de ser el enviado a ser el Rey de reyes: un resultado perfecto.
Y es por ello que en la búsqueda de esa perfección toda obra se debe comenzar, continuar y terminar. Nadie tiene éxito al emprender, sino al finalizar. El Señor nos enseña a hacer Su voluntad y hay momentos en que al hacerla tendremos que sufrir, pero es haciéndola como Él renovará nuestras fuerzas para seguir adelante.
[1] Mateo 6:9-13: Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
[2] Mateo 4:8-11: Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
[3] Mateo 21:28-32: Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.
[4] Mateo 26:36-42: Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
[5] Romanos 12:2: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
[6] Juan 4:30-34: Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. Él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
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