03 de agosto de 2014
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Todos conocemos la historia de Job, quien era un hombre acaudalado. Tenía mucho ganado y tierras, y también era un hombre justo. Sabemos que Dios lo ponía como ejemplo delante de la corte celestial. Entonces, el diablo le dijo al Señor que Job era un interesado, ya que le daba honra y gloria porque recibía bendición, pero que todo cambiaría si le quitaba cuanto tenía. Así que el diablo recibió vía libre para demostrar su teoría, pero Dios le tenía puesto un vallado a Job. Nosotros también tenemos un cerco de ángeles que nos defienden y protegen. No son perceptibles al ojo humano sino solo a los ojos de espíritu.
La Palabra relata que los hijos de Job era bebedores, les gustaban las fiestas, por lo que el padre ofrecía holocaustos todos los días por ellos, para evitar que Dios se ofendiera por lo que hacían y decían[1]. De esa forma también levantó un vallado. En el Antiguo Testamento la sangre es símbolo de protección. Sacrificar animales era una manera de agradar a Dios, darle ofrenda que le complacía; por eso, en la historia de Job, lo primero que el diablo quitó fueron los animales para que no pudiera ofrecer sacrificios y fuera derribado el vallado que levantaba con ese acto de honra. Es importante que tú demuestres honra y obediencia al Señor en todo momento, en tiempos de bonanza y también en tiempos de escasez, ya que esa acción de fe mantiene firme tu vallado de protección. En el caso de Job, sin ese vallado, el diablo pudo hacer daño a los hijos.
En la Biblia vemos que hay un poder impresionante en el sacrificio de animales, ya que su sangre era valiosa. Ahora, nosotros ya no sacrificamos animales porque no es necesario, ya que fuimos redimidos con el holocausto perfecto, con la poderosa sangre de Jesús, nuestro Salvador.
Al continuar con la historia de Job, leemos que el diablo también le envió enfermedad, pero no pudo lograr que maldijera a Dios. En esa situación, su esposa le dio la espalda y sus amigos llegaron supuestamente a acompañarlo, pero lo criticaron. Le aconsejaron que se arrepintiera de sus malas acciones, pensando que su desgracia era producto de un castigo de Dios[2].
De cierta forma, Job también pensó eso, porque afirmó que Jehová le dio y por lo tanto, también podía quitarle. Claro que lo dijo con respeto, no como un reproche, pero esa afirmación demuestra que él pensaba que el mal venía de Dios, cuando sabemos que de nuestro Padre solamente recibimos lo bueno. Entonces, el Señor le reveló de quién provenía el ataque, y Job le agradeció cuando le dijo que de o oídas lo había escuchado, pero en ese momento sus ojos lo veían. En ese tiempo, Job no tenía la Biblia para entender todo lo que nosotros sabemos ahora, que Dios es el autor de la vida, que toda buena dádiva proviene de lo alto, que pidamos para recibir y que el sacrificio del Cordero Santo nos redime.
A partir de ese momento, cuando Job descubrió que era Satanás quien lo había perjudicado, comienza su restauración, y dice la Escritura que se le devolvió el doble de lo que le había sido quitado, justo como la ley dictaba que debía hacerse[3], porque el diablo fue ese ladrón que llegó para robar, matar y destruir, tal como busca hacer en nuestra vida.
Y ¿cómo fue su proceso de restauración? Una de las primeras cosas que hizo fue orar por sus amigos[4], aquellos que lo habían criticado. Si deseamos una verdadera restauración, nuestro corazón debe estar libre de rencor y de malos sentimientos. Deja de lado las críticas de quienes te juzgan, y perdona. Lo segundo que podemos ver es que esos amigos recibieron el mandato del Señor de darle a Job animales para el holocausto, y de esa forma regresó el vallado de protección[5].
Así que Job recibió el doble de lo que antes tenía, sin embargo, respecto a sus hijos, dice la Palabra que tuvo de nuevo diez. Entonces surge la duda de por qué no se le devolvieron veinte, pero realmente sí fueron veinte, porque los diez que habían muerto estaban en el cielo, ¡recibieron salvación! Cuando los hijos parten a la presencia del Señor siguen siendo de la familia. ¡El cielo siempre gana, nunca pierde! Recordemos que el Señor no es el causante de nuestra calamidad. Al contrario, Él vino a deshacer la obra de Satanás, y te restaurará el doble de lo que has perdido en lo material, en la salud y en tu familia. ¡El ladrón fue descubierto y te restituirá el doble!
Cuando los problemas vienen, es común preguntar por qué suceden y nos llenamos de rencor, por lo que podríamos hablar palabras que ofenden a Dios[6]. No cometas el error de culpar al Señor por tu calamidad. En momentos de oscuridad, no temas porque te aseguro que brillará tu redención. Busca siempre honrarlo con una ofrenda que le agrade, sea poco o mucho, lo importante es que lo hagas con un corazón humilde y deseoso de honrarlo. Además, cierra los oídos a las críticas de las personas que no buscan edificarte sino hundirte. Perdona, ora y acércate más a Dios, quien verá que te restituyan el doble de lo que el devorador haya robado, matado y destruido, ya que es capaz de revertir todo ataque que el infierno ha procurado en tu contra.
La historia de Job nos demuestra que tu final será mejor que tu comienzo. Dile: “Padre, gracias por Tu Palabra. Hoy decreto que el diablo está descubierto y vencido, y que obtendré el doble de lo que perdí. Yo lo creo y proclamo, es un derecho que tengo como Tu hijo y así será”.
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