30 de mayo de 2021
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Una frontera es esa línea que separa un lado de otro. Y todos, aun desde antes de nacer, hemos atravesado esas divisiones. Desde que éramos una simiente empezamos a luchar para llegar al óvulo sin saber qué habría allí, simplemente avanzamos hasta llegar. Luego el vientre de nuestra madre no nos bastó y entonces nacimos, también sin saber cómo sería la vida aquí afuera. Hoy, que ya estamos acá, no sabemos cómo será el cielo, simplemente avanzamos con fe, confiando en que un día estaremos allí. Y así nos pasamos la existencia atravesando fronteras por toda la eternidad.
Cada vez que llegamos a una nueva etapa nos hacemos más invencibles respecto a quienes éramos antes de cruzar la frontera, pero en el camino hemos dejado cosas atrás: dejamos el cordón umbilical cuando nacimos, nos separamos de nuestros padres cuando formamos nuestra propia familia, abandonamos nuestras malas acciones cuando aceptamos a Cristo y nacimos de nuevo y dejaremos el cuerpo que tenemos ahora cuando resucitemos. Cuando hemos atravesado una frontera y estamos del otro lado, ya no importa lo que queda atrás.
Pero lo que es innegable es que siempre debemos avanzar. Superar barreras es una cualidad innata en los seres humanos. Nadie nos dijo cuando éramos bebés y gateábamos que cuando encontráramos un obstáculo teníamos que superarlo, simplemente lo franqueábamos por instinto y ya.
Luego de que el pueblo de Israel fuera librado por Dios y saliera de Egipto tuvo que atravesar nuevas fronteras: desde el mar rojo hasta el desierto. Pero cuando llegaron a la tierra prometida, algunos dudaron.[1] No acallaron a las voces internas que les impedían llegar al otro lado. Fueron más grandes sus temores que su fe. De doce, solo hubo dos que tuvieron memoria de lo que Dios ya había hecho en el pasado y que, estaban seguros, que podía hacer otra vez. “Más podremos nosotros que ellos”,[2] declaró Caleb, y esta es la declaración de alguien que ya ha visto a Jehová abrir el mar y el desierto. Porque si Él ya lo había hecho una vez, podría hacerlo mil más.
Debemos ser valientes y los primeros que se atrevan a cruzar fronteras. No seamos de las generaciones que se autosabotean y prefieren quedarse en el desierto por culpa del temor. Hasta Jesús pasó fronteras. Bajó del cielo para venir a la Tierra y más adelante pasó de la muerte a la resurrección para que nosotros pasáramos de la condenación a la vida eterna.
En toda frontera siempre habrá oposición, pero el problema no será ese, sino dejarnos vencer. Créele a Dios cuando te susurra al oído que eres invencible y que también puedes ser el primero en todo. Que nada te impida superar los límites de tu vida porque cuando lo hagas verás que habrá valido la pena. Si ya diste el primer paso, continúa siendo el primero. Si eres un microempresario, expándete a algo más grande. Si tienes una licenciatura, cruza la frontera y estudia una maestría. Nuestra naturaleza está hecha para atravesar límites.
[1] Números 13:31: Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros.
[2] Números 13:27-30: Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán. Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos.
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