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El poder de la gratitud

20 de noviembre de 2016

Tiempo de lectura: 7 minutos

El fin de semana, mi esposa, mi hija mayor, mi yerno y yo estábamos viendo nuestra serie favorita por televisión, cuando entró mi hija pequeña y muy cariñosa se acercó a nosotros a saludar. En ese momento, lo último que queríamos era una distracción que interfiriera con la resolución del enigma que nos tenía en suspenso, así que mi primer impulso fue responder rápidamente el saludo para que evitara interrumpirnos, pero rápidamente reaccioné. El Espíritu Santo me hizo ver que nada era más importante que el abrazo y el beso de una hija. Así que le di el espacio que merecía y establecí una conversación con ella. Esto me hizo reflexionar sobre lo fácil que es tomar la decisión incorrecta, acomodarnos a nuestros deseos y sin darnos cuenta, deteriorar los valores familiares que sustentan nuestra vida y alimentan la reserva moral de una sociedad. Yo podía ver la televisión en otro momento, pero nunca podría recuperar ese tiempo con mi hija. Y respecto a los valores, durante mi tiempo especial con Dios, insistentemente, me llevaba a pensar en la gratitud.

Ser agradecido es una virtud indispensable. De hecho, nuestro Señor nos lo recuerda muchas veces. En una ocasión, Jesús sanó a diez leprosos y solo uno, extranjero, regresó a darle gracias. No sabemos cuánto tiempo habían padecido esa terrible enfermedad, lo que sí sabemos es que un leproso realmente la pasaba muy mal, eran rechazados, repudiados como malditos que padecía físicamente, en carne propia, el castigo por sus pecados. Así que acercarse a personas sanas era una insolencia mayúscula que incluso se castigaba severamente. Pero su padecimiento era tal que estos diez enfermos se atrevieron a llegar donde estaba Jesús para clamar por misericordia y sanidad. Él los envió a presentarse delante del sacerdote, porque la ley mandaba que se certificara la sanidad antes que la persona pudiera integrarse a la sociedad. Ellos obedecieron, aunque todavía estaban enfermos, pero en el camino fueron limpios. Imagina qué gozo sintieron al verse libres de esa terrible enfermedad. Sin embargo, solo uno regresó a dar gracias, y lo hizo con la misma pasión y vehemencia con la que pidió el milagro, porque la gratitud forma parte de la correcta e íntegra adoración.

¿Será que ese samaritano era el único agradecido? Yo creo que los diez estaban agradecidos, pero no es lo mismo estar agradecido que serlo. Puedes estar muy feliz porque tienes comida, ropa, familia, salud, trabajo, salario y vacaciones, pero si no expresas gratitud, te conviertes en alguien malagradecido. Entonces, el “estar” te define y se transforma en “ser”. Hay diferencia entre estar y ser. Por ejemplo, podemos decir que somos trabajadores si lo demostramos, de lo contrario, solamente estamos ocupando un puesto de trabajo. Para decir que somos agradecidos, debemos expresar agradecimiento o ese sentimiento se queda guardado, sin cumplir su función de exaltar y bendecir a quienes nos hacen bien. Y esa actitud de reserva es una expresión de orgullo y arrogancia.

La palabra “gracias” es corta, solo tiene siete letras, pero tiene un enorme poder en nuestra relación con Dios y con las personas. Es tan poderosa la acción de dar gracias que el samaritano recibió doble bendición, ya que además de sanidad, recibió la salvación[1]. La gente agradecida duplica las bendiciones que recibe. ¡Gracias, Señor, por la salvación, por Tu paciencia, misericordia y perdón!

En el Antiguo Testamento, vemos que Dios libró a los israelitas muchas veces y lo hizo a través de hombres a quienes escogió. Pero el pueblo era necio y volvía al pecado de adorar otros dioses. Una de esas lamentables situaciones se dio luego de que Gedeón los librara de los madianitas[2]. Seguramente estaban agradecidos, pero no lo mostraron. Si dices estar feliz, pero no lo demuestras, es como si no lo estuvieras. El agradecimiento se demuestra, no solo se lleva por dentro. Da gracias por tus bendiciones, sean frijolitos con tortilla o algo más sofisticado, pero da gracias. Además, enseñemos a nuestros hijos a ser agradecidos. Es clásico que se les enseña a los niños a decir: “Mi mamá me ama, mi mamá me mima…”, pero también hay que enseñarles a decir: “Mi papá me ama porque me provee”. Yo bromeo al decir que las mamás deben explicar a sus hijos con cada cucharada de comida: “Esto te lo dio tu papi…” Claro que no debe ser tan literal, pero sí debemos enseñar sobre agradecimiento a nuestra familia. ¿Y en la oficina? ¡También! En todo lugar demostremos agradecimiento. Siempre hay alguien que nos favorece, así que busquemos a esos “Gedeones” que han sido el instrumento de la bendición de Dios. Además, procuremos ser de esas personas que bendicen a los demás. Si quieres tener amigos, debes ser amigo; si quieres que te bendigan, debes bendecir; si quieres que te agradezcan, debes agradecer.

Las consecuencias de no ser agradecidos pueden ser letales, porque si el agradecimiento alimenta el favor de Dios, podríamos decir que la falta de agradecimiento provoca que ese favor muera de hambre, no exista, se extinga. La Palabra no dice que estemos agradecidos sino que lo seamos[3], y que demos gracias al Padre, en Cristo Jesús. La mente, las emociones y el cuerpo se benefician cuando somos agradecidos, porque incluso aprendemos a ver y esperar lo bueno, nos percibimos como personas con abundante bendición. Y un bendecido no se afana, sino que ora y con regocijo da gracias por lo que sabe que Dios hará[4]. A mayor oración y agradecimiento, menor afán y más paz. La gratitud es una expresión de fe que trae paz al corazón.

En la Escritura vemos muchas expresiones de acción de gracias del pueblo hacia el Señor, pero una especialmente me impresiona porque dice que todos aclamaban con gran júbilo, alababan, lloraban y gritaban de tal forma su agradecimiento que era difícil distinguir si expresaban alegría o pena[5]. A veces nuestras emociones se mezclan y lloramos de alegría. Qué mejor que derramarnos de esa forma delante de quien nos ha dado todo, a quien le debemos nuestra existencia y bendiciones. ¡No nos cansemos de agradecerle! Y una excelente forma de hacerlo es servirle con alegría. De esa forma lo agradamos, alabamos y le demostramos nuestro amor[6]. Claro que a veces se antoja cerrar el grupo y hasta la Iglesia pero debemos recuperar la actitud de servir con alegría y agradecimiento.

Como pastor, doy gracias a Dios por la congregación[7], porque juntos hemos superado enormes retos y desafíos, incluso persecución, sin embargo, nuestro amor por Guatemala y por el prójimo no ha menguado. Hemos sido valientes y el Señor nos ha respaldado. Además, como Iglesia, nuestro agradecimiento también se expresa a través de la generosidad con la que compartimos, la cual es una virtud, no un defecto como la avaricia. En Guatemala nos sentimos orgullosos porque según Charities Aids Foundation (CAF), somos el país latinoamericano más generoso, así que estamos dando acción de gracias al Señor de la manera correcta, por lo que seguramente Él nos ve con agrado y abundaremos para buenas obras[8]. Casa de Dios es una Iglesia generosa, ¡así que demos gracias por ello! Nuestro Señor bendice, guardar y multiplica a las personas generosas y agradecidas.


[1] Lucas 17:11- 19: Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

[2] Jueces 8:33-35: Pero aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse yendo tras los baales, y escogieron por dios a Baal-berit. Y no se acordaron los hijos de Israel de Jehová su Dios, que los había librado de todos sus enemigos en derredor; ni se mostraron agradecidos con la casa de Jerobaal, el cual es Gedeón, conforme a todo el bien que él había hecho a Israel.

[3] Colosenses 3:14-17: Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

[4] Filipenses 4:4-7: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

[5] Esdras 3:11-13: Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová. Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos.

[6] Salmo 100:1-4: Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre.

[7] 1 Corintios 1:4: Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús.

[8] 2 Corintios 9:6-11: Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.

 

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