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El punto de partida

11 de diciembre de 2010

Tiempo de lectura: 3 minutos

 

En la vida hay muchos puntos de partida. Nuestro nacimiento es el primero. ¿Recuerdas el día que inauguraste tu negocio o cuando te sentaste por primera vez frente a tu escritorio en el nuevo trabajo?, ¿recuerdas el día de tu matrimonio y el nacimiento de tu primer hijo? Todos esos momentos fueron puntos de partida, nuevos comienzos como empresario, trabajador, esposo o padre.

También hay unos inicios que nunca llegaron, oportunidades que desaprovechamos. Como el joven que había guardado los mandamientos  pero no fue capaz de dejar todo para seguir a Jesús. Aprovechó el punto de partida para cumplir la Palabra y prosperó, sin embargo, no pudo ir más allá e iniciar nuevo comienzo porque exigía sacrificio.  Muchos inicios exigen dejar algo. Cuando empezaste tu vida en Jesús sacrificaste todo lo anterior y te preparaste para recibir la salvación.

Juan 8:2-8 relata la historia de la mujer adúltera que sería apedreada por sus pecados.  Esta historia es reveladora porque con ella, Jesús quiere enseñarnos a ver primero nuestros errores antes que los de otros. Según la ley, la mujer adúltera merecía ser apedreada y pienso, que también el hombre con quien cometió pecado. Las personas  le preguntaron a Jesús qué debían hacer porque querían acorralarlo. Entonces, Él, sabiamente, les dijo: “Que tire la primera piedra el que no ha cometido pecado”.  Así, nos da dos grandes lecciones, la primera es ver nuestro interior  y nuestras faltas antes que las de otros. Y la segunda es tener misericordia para iniciar un nuevo punto de partida.

Por lo general vemos los errores de otros, antes de ver los nuestros.  Antes de ver al prójimo, mírate en un espejo. Hay quienes se han convertido en expertos para ver porqué otros fallan y decir lo mal que están, pero no se dan cuenta de sus defectos.Quienes deseaban cumplir la ley y apedrear a la mujer adúltera, tal vez tenían razón en tirar la piedra, pero no tenían la solvencia moral o aprobación para hacerlo.

Esta costumbre de pedir lo que no damos o condenar lo que nosotros mismos hacemos, es el inicio de muchos problemas. En el matrimonio, por ejemplo, generalmente demandamos atenciones que no ofrecemos. Pedimos cariño, pero no lo damos. Como ciudadanos, criticamos a nuestros gobernantes o autoridades, pero no pagamos impuestos y nos cuesta colaboramos.  A nuestros hijos les exigimos respeto y obediencia, pero no respetamos al policía de tránsito o a quienes nos dan instrucciones, como los servidores en la iglesia. ¿Qué ejemplo damos?

Tienes razón al pedirle a tus hijos que no digan palabras groseras, pero debes buscar aprobación y solvencia moral  con tus actitudes de buen ejemplo. ¡Si las escuchan de tus labios, no puedes prohibirles que las diga, aunque no sean las mismas! Obtienes aprobación cuando cumples los valores que exiges. Solamente de esa forma puedes pedir algo o aconsejar a alguien.  Perdemos aprobación cuando hacemos lo malo que criticamos o pretendemos prohibirlo.

Jesús sí hubiera podido apedrear a la mujer porque no había pecado en Él, pero no lo hizo porque Su enseñanza no era de condenación sino de salvación. Así que le ofreció un nuevo punto de partida al decirle: “Vete y no peques más”.  De esta forma, provocó que ella aprendiera a ver en su interior.

Es tiempo de ver hacia nuestro interior.No veas la paja en el ojo ajeno sino la viga que tienes en el tuyo.  Ahora que has descubierto tus debilidades y errores, aprende a pedir perdón porque demandas algo que no haces. Ese es un buen punto de partida que marcará la diferencia en tu casa y con tu familia.

Pídele al Señor que te ayude a ver más hacia dentro y menos hacia fuera porque hay mucho que debemos revisar en nuestro interior para ver con amor y perdón a los demás.  Dios puede darte la razón y también la aprobación que necesitas para actuar correctamente e iniciar de nuevo.  Ábrele tu corazón para que tengas ese inicio que mereces.

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