05 de diciembre de 2015
Tiempo de lectura: 4 minutos
Herencia de hijo de Dios adoptado
Eres parte del linaje escogido del Señor, créelo y decláralo con fe.
El Espíritu Santo tiene muchos títulos porque cumple muchas funciones, y una es la de adoptarnos con hijos de Dios. En el libro de los Hechos de los apóstoles leemos una de las revelaciones más importantes para nosotros, cuando Pablo dice que hemos recibido el espíritu de adopción, por lo que podemos llamar Padre a nuestro Señor[1]. Esta es una excelente forma de explicarnos el antes y el después en nuestra vida. Somos pecadores, transgresores de la ley de Dios y eso es orfandad, porque si somos hijos al aceptar a Jesús como nuestro Salvador, significa que al vivir en pecado somos huérfanos. Venimos de un sistema de huérfanos, el sistema que el mundo nos enseña, pero en la casa del Padre, aprendemos a ser hijos.
Sofi, mi hija pequeña es adoptada y la amamos profundamente. Cuando ella vino a nuestra casa no tenía emociones, no reía, ni lloraba, se había acostumbrado a vivir en un mundo donde no era importante, pero luego de algunas semanas con nosotros, ella sonrió, ¡estaba siendo transformada para expresar emociones como hija! De la misma forma, antes de descubrir tu lugar en la casa de tu Padre sufres alteraciones mentales, emocionales y espirituales, pero si permaneces junto a Él, serás transformado por el Espíritu Santo con pensamientos y emociones nuevas y correctas. Desde nuestro nacimiento, somos criaturas de Dios, pero nos convertimos en hijos cuando somos adoptados[2] al creer y recibir a Jesús, el único Hijo de Dios engendrado[3].
El diablo ha tratado de romper nuestro concepto de adopción y convertirlo en un tabú, incluso se hacen bromas y burlas, pero no permitamos que destruya nuestro identidad, porque ser adoptado es una gran bendición. Pablo usa el concepto de adopción porque un hijo natural podía ser desheredado, según la ley judía y romana, pero en la ley romana, a un hijo adoptado nunca lo podías desheredar, es más, se le daban todos los derechos.
Al ser hijos, también somos herederos, coherederos con Jesús si padecemos con Él, si lo obedecemos, si hablamos de Él. Tenemos varias herencias, primero, una manifestación gloriosa, podemos interceder como nos conviene, todas las cosas nos ayudan, Dios es por nosotros y nadie puede estar contra nosotros. Si Dios Padre entregó a Jesús, Su único Hijo, ¿cómo no nos dará también todas las cosas, fuerza, sabiduría, gracias, provisión? Nadie nos puede condenar, nadie puede separarnos de Su amor, somos más que vencedores, ni la muerte, ni la vida, nada puede separarnos del amor de Dios, ¡esta es nuestra herencia porque somos hijos adoptados! Ojalá logremos convencernos y estar seguros de todas estas promesas, tal como Pablo lo estaba, así dejamos de decir: “A ver si Dios me sana, a ver si logro pagar, espero que Dios me perdone…” Vivimos inseguro, cuando debemos disfrutar plenamente de nuestra herencia y compartirla.
Algo maravilloso que debemos entender es que Dios, a través de Jesús, cumplió la ley para salvarnos del pecado y hacernos Sus hijos. Un huérfano es entregado a custodia del Estado por la ley de orfandad, no tiene autoridad sobre su vida y es el Gobierno quien otorga la custodia a otras personas. en nuestro caso, el pecado nos pone en custodia del enemigo. Y solo la ley del Espíritu que da vida, la ley de adopción, nos hace libres de la ley de orfandad, por eso es que la Palabra dice que se cumple la justa demanda de la ley[4]. Para adoptar a Sofi pasamos un año en trámites con abogados y jueces, ¡a Dios también le costó caro adoptarte! Por eso, Jesús vivió perfectamente como hijo, y murió en sustitución de cada uno de nosotros, de esa forma, cumplió todos los requisitos y fue exaltado. Al terminar los trámites de Sofi, el juez nos entregó un dictamen de adopción que decía: “He aquí que habiendo cumplido todos los requisitos que la ley exige, se otorga la custodia de la menor a…” En ese momento, Sofía dejó de estar en custodia del Estado y pasó a ser parte de la familia. Su destino ya no dependía de una casa hogar con todo prestado, ¡tenía su herencia como hija y el amor de un hogar! La que era nadie llegó a ser alguien, dejó la orfandad y recibió una herencia. Cuando pones tu fe en Jesús, sales del reino de tinieblas, bajo la custodia del Diablo y pasas a formar parte del reino de la luz de Dios. Siendo nadie, en Jesús eres alguien, teniendo nada, en Jesús tienes todo, porque ahora estás en casa del Padre, tienes un futuro, puedes soñar. ¡Eres adoptado!
En el caso de la adopción de Sofi, el siguiente paso fue en el registro civil que recibió una orden: “Cancelen el acta de nacimiento de la huérfana y otorguen una nueva con el nombre que los padres elijan.” De la misma forma, tu nombre es escrito en el Libro de la Vida, hay un documento legal en el cielo donde se escribe tu nuevo nombre y el apellido “hijo de Dios”. ¡Hay un registro celestial! Adquieres todo un linaje y eres parte de una familia, eres pariente de Abraham y de David, tienes promesa y futuro, como Sofi, quien ahora tiene padres, hermanos y abuelos. Oro para que el Señor cancele todo espíritu de rechazo, de orfandad, de complejos e inseguridades en tu corazón. Entrégale tu vida a Jesús, decláralo como tu Señor para recibir perdón y ese espíritu de adopción que te devuelve tu dignidad, linaje, posición y bendición como hijos de Dios.
[1] Romanos 8:14 asegura: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: !!Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
[2] Juan 1:12 dice: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
[3] Juan 3:16 asegura: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
[4] Romanos 8:1-4 explica: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
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