17 de noviembre de 2014
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El Señor desea que fortalezcamos nuestra fe, que le creamos con todo el corazón, por encima de nuestra razón y conocimiento, por ello, nos muestra ejemplos en Biblia. Marta, la hermana de Lázaro, gran amiga de Jesús, sabía mucho sobre doctrina, pero comenzó a creer poco. De ella aprendemos que de nada sirve el conocimiento si no sabemos dónde ponerlo, y también aprendemos que los milagros suceden cuando tenemos fe, no cuando argumentamos con lo que sabemos. De la experiencia de Jesús en Su pueblo, Nazaret, aprendemos que sin honra y fe, no es posible ver la obra de Dios. La incredulidad puede neutralizar el deseo del Señor de bendecirnos, por lo tanto, debemos ser como niños, ya que ellos creen por naturaleza, aunque después los educamos para que entiendan. Nuestro conocimiento es bueno siempre y cuando no anule nuestra fe.
En otro pasaje de la Escritura, vemos que se le acercan a Jesús para que libere a un joven poseído por un espíritu inmundo. El padre del joven le explica que los discípulos no pudieron hacer nada, entonces Jesús se lamenta de la falta de fe, porque sus seguidores tenían poder para sanar, pero si dudaban, no podían hacer la obra. Lo mismo nos dice ahora: “No dudes, el Evangelio produce resultados por la fe”. La iglesia debe integrarse por creyentes, no por convertidos evangélicos, porque no debe movernos la religión sino la fe. Jesús vino por los creyentes aunque no estuvieran convertidos, ya que obtendría salvación todo el que creyera. Así que la fe es lo más importante. ¿Cómo es posible que obtengan milagros aquellos que no se han convertido al Señor? ¡Porque creen! El problema es que hay convertidos que dejan de creer, cuando en realidad, debemos ser creyentes y convertidos.
En el pasaje del joven afligido por un espíritu, vemos que se reveló un problema: el padre reconoció su incredulidad, pero le pidió a Jesús que lo ayudara[1]. Si no tienes fe, Jesús no puede obrar. Este padre de familia estaba confundido, creía pero no tanto, le faltaba un poco más, su aflicción, sus sentimientos le impedían creer al 100%. Smith Wigglesworth, un apóstol de la fe, dijo que para él era imposible entender a Dios a través de sus sentimientos. Y es muy cierto, ya que muchas veces lo que sentimos no concuerda con lo que creemos, y dejamos que nuestros sentimientos influencien nuestra fe, cuando debe ser al contrario. Claro que somos seres emocionales, por lo que en medio de una depresión y angustia, nos cuesta creer, pero debemos aprender a dominar nuestras emociones. Cuando Moisés intentaba convencer a los israelitas de que serían libres, ellos no lo escuchaban porque estaban hundidos en el desánimo. Así que si deseas que Dios te hable, haz a un lado la aflicción, el temor y el afán, ¡escúchalo solo a Él!, porque muchas veces, te está hablando, pero hundido en tus emociones, no prestas atención. Te aseguro que en esos momentos, Jesús mismo podría aparecerse y ni cuenta te darías.
Veamos otro ejemplo que nos enseña sobre la fe. Cuando Jesús resucitado se apareció a Sus discípulos, Tomás, uno de ellos, no estaba y no creyó cuando los otros le contaron, al contrario, exigió pruebas. Era convertido, pero no creyente y Jesús le dio las pruebas que pidió, sin embargo, dijo claramente que son bienaventurados los que creen sin ver[2]. ¡Por lo tanto, todos podemos ser doblemente dichosos, si le demostramos a Dios que le creemos! Y los retos de la vida son las oportunidades para ejercitar nuestra fe, fortalecerla y evitar que se atrofie. Si volvemos al caso de Marta, vemos que Jesús dijo gracias a Dios antes de obrar el milagro de la resurrección de Lázaro, porque esa prueba tan difícil de la muerte de un ser querido fue el medio para que la familia renovara su fe y llegar a un nuevo nivel. No seamos como Tomás o como los habitantes de Nazaret, ¡Dios nos libre de la incredulidad! Si anhelamos ver milagros, debemos creer que es posible que sucedan. Sabemos que el ser humano constantemente busca lo sobrenatural, por eso hay tanto brujo, adivino y curandero, además de películas y literatura sobre poderes fantásticos, pero no te confundas, el único capaz de obrar milagrosamente es Dios, nuestro Padre Celestial, todopoderoso. No tengas miedo de las manifestaciones de Su poder, no te avergüences, porque los milagros son pruebas del reino de Dios acercándose a tu vida, son la evidencia de que Él está vivo y nos bendice cuando le creemos con todo el corazón. La fe es lo único que nos sostiene en cualquier situación[3]. A veces buscamos que nos sostenga el conocimiento, pero es imposible lograrlo sin fe. Cuando nuestro conocimiento y sentimientos se oponen a la fe, estamos en problemas.
Todos conocemos a Abraham como padre de la fe porque creyó en la promesa de Dios de que su descendencia sería grande, a pesar de que él y su esposa Sara eran ancianos, y ella era estéril. Ahora lo creemos, pero sería difícil tener esa fe si vemos que un viejito se nos acerca y nos dice que recibió esa promesa. Piénsalo, ¿le creerías?
Abraham creyó y vio el milagro. Por supuesto que habrá sido difícil tener fe, mucho más cuando las evidencias de su cuerpo le decían que era ridículo pensar que tendría un hijo, sin embargo, dio gloria a Dios, seguro de que sucedería lo que había prometido. Todo era posible, menos dudar del Señor. Ahora seguramente le dirían que está loco y que en la iglesia le lavaron el cerebro, pero yo prefiero que piensen eso de mí, a titubear cuando Dios me promete algo, porque nuestra fe nos hace justos, merecedores de bendición, así como hizo justo a Abraham[4].
Cuando los sentimientos son contrarios a lo que crees, se libra una batalla en tu interior que la fe debe vencer. Dios te promoverá cuando actúes contrario a los sentimientos y de acuerdo a tu fe. El ego te detendrá porque nadie quiere ser humillado, pero la fe nos mueve a hacer proezas ya que nos reta a tener la humildad de creer y dejar que el Señor nos guíe hacia lo que nos ha prometido. Cuando estás plenamente convencido de que Dios no miente, tu fe vencerá a tus sentimientos, y darás gracias por tu bendición, incluso antes de recibirla. La fe es nuestro mayor capital porque al que cree, no al que tiene, todo le es posible. ¡Agrademos al Señor con nuestra fe[5]!
Engañoso es el corazón, por lo tanto, no confíes en tus sentimientos más que en tu fe[6]. Las Escrituras son las que deben orientar tu vida, decirte qué camino tomar, el del sacrificio, el servicio, la honra, el amor incondicional y la entrega generosa. Frente a un problema, busca un capítulo de la Palabra que hable al respecto y cree en ello, no a las señales de la realidad. ¡Incluso hay que exagerar la fe para que sobrepase cualquier dificultad! Para darle la promesa de un hijo, Dios hizo que Abraham viera las estrellas del cielo. En medio de una deuda, asegura que no solo podrás saldarla sino que tendrás cuatro veces más recursos para realizar tus sueños. Frente a una enfermedad, no pidas un día más de vida, agradece porque tendrás larga existencia y podrás ver no solo a tus hijos sino a tus nietos. ¡Apúntale a la luna si quieres una estrella! Aprende a creer y a ver milagros, porque tu testimonio es la mejor prueba de que Dios está vivo y anhela bendecirnos. Entrégale tu corazón para que te enseñe a dominar tus emociones y a caminar por fe. Dale gracias por las bendiciones que te ha dado y las vendrán. Desde hoy la incredulidad no tendrá espacio en ti, porque tu fe le ganará la batalla a tus sentimientos de derrota.
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