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La mujer que oye a Dios es una mujer de fe

La mujer que oye a Dios es una mujer de fe

04 de mayo de 2019

Tiempo de lectura: 5 minutos

Jesús nos pidió tener fe.[1] No solo sirve para salir de nuestros problemas, sino para avanzar en la vida[2] y saber qué dirección tomar en la crianza de nuestros hijos, en nuestro trabajo y en nuestros proyectos. Dios también tiene fe en nosotras a pesar de nuestras debilidades e imperfecciones humanas. A Él no le importan nuestras habilidades, sino nuestra obediencia.

Notemos que en la Biblia se cuentan muchas historias de gente “incapaz” con la que el Señor ha hecho grandes proezas: a un pastor de ovejas lo hizo rey de Israel, a un hombre con deficiencia en el habla le dio la orden de liberar a su pueblo de Egipto, a una mujer estéril la hizo madre de su pueblo… ¡Él se glorifica a través de los “incapaces”!

Yo estudié radio y televisión, pero en Colombia, mi país, esta es una carrera en la que hay que tener cierto perfil para destacar. Recuerdo una vez cuando en mi clase dijeron que darían un premio a la persona que tuviera las mejores calificaciones, y ese premio era nada más y nada menos que trabajar en la televisión. Pues bien, adivinen quién tuvo las mejores calificaciones. Legalmente yo había ganado y me sentía feliz, pero mi profesor, luego de felicitarme, me dijo: “María Paula, usted no tiene ni cuerpo ni cara para televisión, por eso no creo que alguna vez pueda presentar noticias”. Sus palabras me destruyeron por completo. Fui a mi casa a orar y le dije al Señor que por qué me pasaba eso a mí, si yo me había esforzado y amaba tanto mi carrera. Muchos años después, cuando yo ya predicaba en mi congregación, el Espíritu Santo me hizo acordarme de las palabras de aquel profesor y me di cuenta de que lo que hago ahora todas las semanas es dar las buenas nuevas de Jesús. De esa forma aprendí que no importa si para el mundo soy “incapaz” porque mi Padre se glorifica en mi obediencia.

Por eso Dios quiere usar a mujeres obedientes y con una fe inquebrantable. Aunque vivamos en la era de la razón, es nuestra fe —y no nuestra inteligencia— lo que le agrada.[3] A todos nos dio una medida,[4] nuestra responsabilidad es usarla todos los días para hacerla creer y mantenerla firme. Todos tenemos problemas y angustias, pero a veces olvidamos que para Dios no hay nada imposible.

En el Antiguo Testamento leemos la historia de una mujer sunamita que hizo espacio en su casa para Eliseo. Luego de recibir Palabra del profeta ella tuvo un niño,[5] pero al crecer murió.[6] Lo sorprendente de esta historia es que, aun cuando ella sabía que el niño había muerto, su fe la hizo acudir a Eliseo y cuando este le preguntó cómo estaba todo, ella declaró que todo estaba bien. Esa fe y determinación fue la que le devolvió la vida al niño.[7]

Hay cosas imposibles que solo se solucionan con una Palabra de Dios, así que no la sueltes hasta ver tu promesa cumplida porque siempre funciona. Él siempre responde.[8] No esperemos que otra persona arregle lo que solo nuestro Padre puede.  Como la mujer sunamita, las mujeres que lo escuchan tienen una fe inquebrantable y declaran que todo estará bien; así que pon tus problemas en sus manos, escúchalo y obedécelo para que seas bendecida por el resto de tu vida.[9]


[1] Marcos 11:22: Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.

[2] 2 Corintios 5:7: (Porque por fe andamos, no por vista).

[3] Hebreos 11:6: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

[4] Romanos 12:3:  Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

[5] 2 Reyes 4:8-17: Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él. Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió. Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, vino ella delante de él. Dijo él entonces a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo. Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí que ella no tiene hijo, y su marido es viejo. Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta. Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva. Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho.

[6] 2 Reyes 4:18-20: Y el niño creció. Pero aconteció un día, que vino a su padre, que estaba con los segadores; y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre. Y habiéndole él tomado y traído a su madre, estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió.

[7] 2 Reyes 21:37: Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del varón de Dios, y cerrando la puerta, se salió. Llamando luego a su marido, le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al varón de Dios, y regrese. Él dijo: ¿Para qué vas a verle hoy? No es nueva luna, ni día de reposo.[a] Y ella respondió: Paz. Después hizo enalbardar el asna, y dijo al criado: Guía y anda; y no me hagas detener en el camino, sino cuando yo te lo dijere. Partió, pues, y vino al varón de Dios, al monte Carmelo. Y cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita. Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien. Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado. Y ella dijo: ¿Pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no te burlases de mí? Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi báculo en tu mano, y ve; si alguno te encontrare, no lo saludes, y si alguno te saludare, no le respondas; y pondrás mi báculo sobre el rostro del niño. Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. El entonces se levantó y la siguió. Y Giezi había ido delante de ellos, y había puesto el báculo sobre el rostro del niño; pero no tenía voz ni sentido, y así se había vuelto para encontrar a Eliseo, y se lo declaró, diciendo: El niño no despierta. Y venido Eliseo a la casa, he aquí que el niño estaba muerto tendido sobre su cama. Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová. Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor. Volviéndose luego, se paseó por la casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos. Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo. Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a tierra; y después tomó a su hijo, y salió.

[8] Salmos 120:1: A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió.

[9] Job 36:11: Si oyeren, y le sirvieren, acabarán sus días en bienestar, y sus años en dicha.

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