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La satisfacción de cumplir promesas

13 de septiembre de 2008

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

 

Jesús le dijo a Pedro “sígueme”; si tan sólo Pedro hubiera entendido lo que eso significaba. Él estaba en su trabajo, y lo que Jesús le estaba diciendo era: “vamos a iniciar un viaje de tres años, luego te dejaré mi espíritu para que sigas sin mí”. Lo que hacemos aquí todos los domingos, los martes, es aprender a seguirlo en todo. Como le pasó a Pedro, la gente le decía: “Pero si tú eres el que andaba con Él, hablas como Él. ¡Qué honra tan grande que un día te digan que hablas como Jesús!  Dios es alguien que cumple sus pactos, los ofrecimientos; El es alguien que no nos deja burlados, sino que cuando abre su boca, hace lo posible y lo imposible para cumplirlo. Dijo que iba a resucitar y lo hizo. Si lee la Biblia, aparece hasta en el Antiguo Testamento, que iba a hacerlo. Tenía que cumplir lo que prometió.  ¿Qué vino a hacer El?  A cumplir todas las promesas, y quiero explicarle por qué voy a compartir esto. Porque este país está plagado de incumplidos, y me dolería en el corazón que esta iglesia también lo estuviera. La tristeza es que muchas veces nosotros fallamos. ¿Y cuál es el chiste? No fallar. Es parecernos, es tratar de caminar como Él hizo y no tener personas que un día crean en nosotros y les fallemos, luego dicen: “¿Para eso me voy a volver evangélico?”. Si eres el que viene tarde, el que no entrega el corazón, el que no cumple.

Números 30:2 Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca.

Cuando hago un juramento me estoy ligando, estoy poniendo una cadena, algo que me enlaza, una obligación al alma. Estamos en un mundo que la palabra no vale nada. Dicen: “Llego a las 5 en punto…” Pero, ¿cuánto vale el “en punto”? Y llega con una hora de atraso. Luego decimos que es “hora chapina”, pero debe de cambiar esa cultura. Regularmente, ¿qué es quebrantar la palabra? Llegamos tarde y eso es normal. Dicen: “Te prometo que ahora sí lo voy a dejar de hacer”. La palabra “promesa” y “en punto” ya no vale lo que debe valer. Dicen: “Me voy a casar contigo para toda la vida”, y uno está enfrente, lo hace de todo corazón. Me ha tocado casar personas que, lastimosamente, no tenían palabra. Y en nuestro país hay mucha gente que ha sido evangelizada, pero no tiene palabra. Si usted viene aquí, es para que nos convirtamos en personas con palabra.

Génesis 9:15 Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra.

Dios ha cumplido sus pactos. Lo que hubo en ese lugar fue algo que inundó por completo la tierra, al punto que no había tierra. El Señor dijo: “Te dejo eso como señal y cada vez que vea eso, me voy a recordar de la Palabra que te di y voy a cumplir”. ¿Cuál es el carácter de alguien que cumple promesas? Es cumplir sin importar que la otra parte cumpla. El día que eso pase en el país, las cosas van a cambiar. El día que pase en tu casa, no te vas a tener que voltear con tu mujer y decirle: “cuando tú lo hagas, yo lo haré”. ¿Por qué hablamos de esto? Porque decimos “te lo juro, por Diosito que hoy sí”. Hasta ahí llega nuestro descaro. ¿Por qué no puedes decir un “lo voy hacer”? Porque pareciera que vale menos, que un “por diosito”, o “te doy mi palabra”. ¿Qué pasaría si las empresas se llenan de gente como nosotros que estamos reunidos aquí? ¿Qué pasaría? ¿Sabe cuál es el verdadero problema? Que nos fascina que nos cumpla la gente, y hay de aquel que nos falle. Nos gusta que el banco se quede en este país y responda por lo que hemos puesto ahí, pero pregúntele al banco si le gusta toda esa cartera de morosos que tienen y salen huyendo sin pagar. Lo que más mal me cae es que ellos no salen en la prensa, en una foto. Si no que están muy tranquilos comiendo algo o viendo el noticiero. Y el endeudado con la tarjeta, no puede salir del país.  Como aquellos papás que están ahí: “Mijo, estudia”. El hijo ya va por cuarto año de la universidad, y el papá no hizo ni sexto primaria. Tenemos que ser gente congruente. El problema es que nuestras palabras están completamente desligadas de nuestros actos. Queremos que Dios nos cumpla, pero el Señor desde el cielo dice: “¿Y cuándo vas a cumplir tú las tuyas? Ah, pero si Dios no cumple, nos amargamos. Yo le pedí a Dios y no me dio. Pregunto: ¿Será que Dios pide cosas? Te pidió el corazón, que vivieras para Él. Te pidió el corazón porque es lo más importante que tienes, de ahí mana la vida. El no quiere cartas de amor, sino vidas. Cuando recibió a Jesús en su corazón, tal vez no comprendió lo que hizo, pero significa “entregar la vida”. ¡Qué triste es cuando levantamos la mano y decimos: “Te doy mi corazón”, pero no se lo damos! Si le fallamos a Dios y no hacemos lo que prometemos, como entregar nuestra vida, ¿a quién le vamos a fallar? Ananías y Safira prometieron y no cumplieron, y ¿sabe qué les pasó? Ellos fueron a vender un terreno, y dijeron: “Aquí traigo el dinero,” pero se le olvidó contar que había sacado una “tajadita” para él. La boca estaba desligada de lo que hizo, y Pedro le dice: “No me mentiste a mí, sino a Dios”. Y cayó muerto. ¿Hasta dónde puede llegar un incumplimiento? Lo triste del caso es que llega su mujer y dice: “Se murió mi esposo”. Y lo mismo le pasa a ella.

Piense cuando hace votos y promesas a sus hijos. ¿Cuánta gente que creyó en nosotros, ha confiado, creído, nos ha dado trabajos, nos  ha invitado a ser parte de un grupo? Y nosotros prometimos y luego, no dimos la talla. Cuando uno no lo hace, esas personas pierden la confianza en uno. Tú has dicho tanto, que empiezas a creer en ti, entonces te aceptas tal y como eres. Dicen: “Sólo me dan, y yo te voy a dar” o “te tengo algo”, y ese “algo” nunca lo entregan. A mí eso me descompone. Yo soy tan curioso que paso toda la semana pensando en qué será.  Y cuando me lo da, es un lapicero cualquiera. Otra es, “no te traigo tu regalo hoy, pero te lo traigo otro día”. ¿Quién de aquí ha llegado tarde a una cita? Alguna vez nos puede pasar un atraso, pero que no sea un estilo de vida o nuestra conducta. El punto es: Si me pregunta cómo puede hacer para que su palabra vuelva a recobrar valor y que cuando hable, la gente crea, sólo cumpliendo su palabra en muchas oportunidades y en muchas ocasiones con la misma persona, sólo así se puede recobrar la confianza. Vamos a ver un ejemplo. Una mujer desesperada a quien Dios no le había concedido tener hijos.

I Samuel 1:5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. Es la historia de Ana. Esta prédica es para todos aquellos que Dios no les ha concedido algo. El tiene todo lo que necesitas; si estás seguro que lo tiene, ¿por qué no te lo ha concedido? Muchos creemos, confiamos y nos hemos parado delante de Dios creyendo que va a cumplir las promesas. No le había concedido tener hijos y su rival sí tenía. Siempre aparecen aquellos que cuando uno está ahí creyendo en su casa, dicen: “Ya viste…”. Pero Dios nos quiere conceder cosas. Algunos dirán: “Nos falta fe”. Pero yo le he creído a Dios muchas veces, y hay cosas que no me ha concedido, pero hay cosas que no he hecho. Dice que su rival la enojaba; nunca falta alguien que te enoje y te recuerde eso que Jehová no te ha concedido.

I Samuel 1:7-8 Aparece el que te aflige, y el que quiere que te conformes. De este lado, siempre aparece quien te irrita, y del otro, el que quiere que te conformes. Qué triste para Elcana, pues le dice a Ana: “¿acaso no te soy yo mejor que diez hijos?”. Siempre aparece el que te quiere consolar cuando Dios no te ha concedido cosas; tranquilo dale gracias a Dios por lo que tienes, ¡estás vivo! Siempre está eso de “confórmate con tu trabajo”, “sigue de vendedor”. ¿Sabe una cosa? A mí me impacta mucho eso; la fe de esta mujer que se para enfrente de su rival y de su esposo. Le dice “no me importa que me des carita con todo lo que tienes, ni estar a la par tuya diciéndome que me conforme con lo que tengo. Yo voy hacer algo más”. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová. Lo que yo le dije es esto: El voto va acompañado de sacrificio. “Si tan sólo me lo entregas, yo lo entrego”. Mire la promesa y la tentación en que esa mujer entró. Dios le dio el hijo y lo cuidó nueve meses, y lo tiene ahí sabiendo que no lo va a poder tener.

Yo me puse a investigar, y en esa época se destetaba a los dos años y medio o tres, es la edad que tiene mi hijo, dos años y siete meses. ¿Usted sabe lo que ella sintió cuando el Señor le concedió su petición? Y a esa mujer ya no le vino su periodo menstrual y sabía que algo adentro estaba creciendo. Y empezó a sentir que la promesa de Dios estaba dentro de ella, esa promesa estaba ahí viva, sentía sus patadas. Si usted ha tenido un hijo, sabe lo que es tener a alguien ahí adentro. Nació mi hijo y lo amaba, pero al mes, lo amaba más; al año, más y ahora mucho más. Usted se imagina cuánto uno ama a un hijo y, por lo tanto, la gran tentación en la que entró aquella mujer. No estoy hablando de cumplir su promesa de fe, estoy hablando que usted entregue a su hijo. Sé que tú has recibido promesas y tienes sueños, pero Dios los va a conceder cuando estés dispuesto a hacer un sacrificio. ¿Será que le costó cumplir a esa mujer? ¡Claro que le cumplió! Y a ti te puede costar cumplir, pero viniste a esta iglesia para saber que hay pactos que un día le hiciste a tu familia, a Dios. Es llegar a la casa del sacerdote Elí, y decirle: “Perdón, me tengo que llevar a mi hijo”. Si usted puso algo en su boca y se lo dijo a Dios, cumpla. Yo he entregado ofrendas que me ha costado darlas; tal vez pasa quebrantado porque le duele lo que entregó, pero hay que cumplir. ¿Y sabe qué pasa cuando hace eso? Cuando agarra cosas nuevas que ni ha estrenado y se las entrega a Dios,  ¿sabe qué hace Dios? Le da más.

¿Qué hacía Elí con un niño ahí metido? Pero Dios sí sabía qué hacía con él. ¿Cuántos me dicen: “Pastor, yo he dejado de cumplir promesas”? Tal vez empezaste cumpliendo la promesa del matrimonio diciendo que serías un hombre fiel, cuando el ministro te dijo: “Hasta que la muerte los separe”. O aquella persona que te dijo que te sería fiel. ¡Cumplamos las promesas!

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