22 de enero de 2007
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Cada principio de año nos proponemos leer la Biblia desde el Génesis. Varios se han propuesto leerla en un año, pero cuando llegan al capítulo 2 de Génesis desisten. Hoy vamos a tratar de recordar la importancia de la lectura de las sagradas Escrituras. La Biblia hay que leerla para ser sabios, hay que creerla para ser salvos, hay que practicarla para ser santos y hay que proclamarla para ser testigos de Cristo Jesús. ¡Qué importante es que ocupe un lugar preponderante!
Me impresiona cuando leo en Romanos 15:4-6, que nos enseña que las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Si algo necesita la humanidad y en Guatemala no somos la excepción, es precisamente que Dios nos enseñe para que podamos perseverar en mantener nuestra esperanza. Conmovió a la nación entera el suicidio la semana pasada de un piloto aviador retirado que puso un millón y tercio en un banco local que recientemente quebró y le dieron un certificado de custodia falso. Se presentó al Congreso, habló con diputados y con el superintendente de la banca en Guatemala, pero le dijeron que ese certificado de custodia no tenía valor. Y en ese momento, cayó sobre él lo que cae sobre la gente cuando tiene una gran pérdida: desilusión, desesperanza, desencanto y se hace práctica la premisa: “Cuando la vida es un martirio, el suicidio es un deber”. Pero hoy les traigo noticias diferentes: “Cuando la vida es un martirio, nuestra esperanza está en Dios nuestro Señor,” porque con Él podemos salir adelante de cualquier adversidad. Por eso, es importante que nosotros tomemos las Escrituras para que podamos recibir ánimo para vivir en esperanza y justicia.
El llamado de Abraham
En Génesis se nos enseña que Dios creó a la raza humana pero ésta se corrompió al extremo que Dios dispuso eliminarla. Por eso envió el diluvio y con éste la eliminó, excepto por la familia de Noe. El diluvio le resolvió al Señor el problema temporalmente, pero pasado éste empezó a reproducirse la raza humana y se repitió la historia, abundó el pecado, la violencia y los problemas serios. El año pasado casi 600 mujeres fueron asesinadas en Guatemala, así como muchas otras en diferentes países. Los asesinatos, las maras y la violencia sigue. Los problemas siguen, como los hubo en la época de Noé. La idolatría está a la orden del día. Como el problema no fue resuelto, Dios empezó con un nuevo acercamiento a la raza humana. Esta vez se trataba de escoger a un hombre y empezar una nueva raza por medio de los descendientes de esta persona. Dios haría dos cosas: Primero revelará su carácter como Santo, distinto a a todos los ídolos de la época. Segundo, demostraría que a su debido tiempo, traería redención a todas las personas. Pero ¿cómo hace para seleccionar a este personaje del cual traerá una descendencia de donde vendrá Jesús? Pues El escoge a esta persona de una familia de idólatras, esto es una muestra de la gracia de Dios. El no nos escoge por lo que somos, tenemos, bendecimos, sino por lo que El cree que vamos a llegar a ser. Dios escogió a Abraham, de una familia de idólatras, según nos relata Josué 24:2.
Abraham, antes que Dios lo llamara, adoraba a otros dioses. Hay quienes adoran a Mamón y le dan culto. ¿Sabe cuáles son los templos más grandes del mundo? Los bancos, porque ahí estamos rindiendo culto a las riquezas. Nos arrodillamos ante los dioses de los que Jesús dijo que debemos apartarnos. El dijo que no podemos servir a Dios y a las riquezas; por eso, a veces nos pega una sacudida y nos quedamos sin dinero. En Guatemala, tenemos magos de las finanzas, hoy las vemos, mañana no las tenemos. Pero ni los accionistas aparecen. Estamos en una situación de idolatría. Los estadios se han convertido en los templos donde se rinde culto a los ídolos del deporte. También existe la idolatría del cuerpo; todos nos vemos en el espejo, vamos al gimnasio, nos afanamos por el vestido, la ropa, etc. Pues de la idolatría sale Abraham. A veces, la gente se extraña de ver a ciertas personas en la iglesia, pero Dios escoge a lo peor de este mundo para levantarlo y ponerlo a la par de lo más santo de este universo. A mí no me da pena ir a comer a su casa, porque Cristo fue a la casa de Zaqueo. No juzgue a nadie, porque Dios los ama y murió por ustedes.
Una tradición hebrea nos cuenta que Teraj, padre de Abraham, administraba una tienda de ídolos, y a su hijo Abraham no le gustaban y protestaba contra su padre. Un día que se quedó a cargo de la tienda, tomó una vara gruesa y quebró los ídolos. Cuando llegó el padre, preguntó qué sucedió. El muchacho contestó que todos los ídolos empezaron a pelear entre sí y se destruyeron unos a otros. El padre le dijo que esto no podía ser porque no tenían vida; a lo que el muchacho respondió: “Entonces, ¿por qué los adoras?».
Génesis 12:1 en adelante nos muestra el llamamiento que Dios le hizo a Abraham: «Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron.»
Hay tres lecciones fundamentales de Abraham. Le he llamado a este mensaje las lecciones de un Patriarca para los hombre de hoy.
La primera lección: Entre a un nuevo lugar
Salga de Hur y vaya hacia Canaán. Hay miles que han reconocido a Jesús como su Señor y Salvador, ¿acaso se arrepintieron de hacer ese cambio? Vale la pena obedecer a Dios cuando nos llama. Hay ocasiones que necesitamos ir a un nuevo lugar para empezar una nueva obra. No es el lugar el que hace a las personas, sino la persona al lugar. Pero no hay mejor lugar en donde estar que donde Dios quiere que estemos, en su perfecta voluntad. El mejor lugar para mí es estar donde Dios ha decidido que esté. Cuando reconocemos eso, florecemos en el lugar donde hemos sido sembrados. Dios había escogido a Abraham el lugar donde estaría su pueblo, por eso lo reubicó.
El llamado de Abraham fue personal; aunque se fue con su padre y otros miembros de la familia, sabía que era cuestión de tiempo para que él partiera por su cuenta. El había escogido a Abraham, pero sabía que debía haber un rompimiento definitivo con su antiguo pueblo. Muchos recuerdos habían quedado ahí, él necesitaba moverse para servir mejor a Dios. Nosotros también tenemos que movernos y dejar lo viejo atrás. La Biblia dice en Corintios 5.17: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las viejas cosas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.»
Lección número dos: aprenda que la vida es para ser una bendición.
Hoy estamos condicionados para que la vida sea para tener una bendición. Medimos nuestro éxito por la ropa que usamos, por las cosas materiales. Decimos que la vida es para tener. Y el conflicto es tener o no tener. Y por tener, estamos endeudados, estamos fritos, porque nos metemos a tener más de lo que debemos. Tenemos que aprender que la vida es para ser y no para tener. ¿De qué le sirve tener millones y dejar de ser honesto? ¿O tener muchas casas y dejar de ser íntegro? Para hacer lo que Abraham hizo, se necesita tener entendimiento de lo que Dios haría con él.
Hebreos 11:1 Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Escogió la fe de Abraham como una ilustración de un trato glorioso. Nosotros no hemos visto a Dios cara a cara, pero sabemos que existe. No hemos caminado en el cielo, pero sabemos que existe por la fe. El cristiano que permanece hasta que le dure la vida, es el que tiene fe. Abraham es el ejemplo de fe por excelencia, el que inspiró ese concepto. La promesa que le hizo Dios a Abraham: “Serás padre de multitudes”, aún cuando por muchos años él no había podido tener hijos. Pero tenía fe. A veces, cuando empezamos la obediencia a un llamado de Dios y no se ve todo lo que hace falta, ahí es donde empieza la fe.
Lo que Dios le ofreció a Abraham fue algo extraordinario, fue fabuloso. Veamos detalladamente, observemos que lo material no fue lo más importante. Dios quiere bendecirnos y prosperarnos, todo eso lo podemos tener, pero no es su prioridad. El le dio la oportunidad de bendecir al mundo. En Génesis 12:2 dice: «Serás una bendición.» No es sólo una promesa, es una afirmación. Abraham en ese momento era idólatra con su familia, pero El le dice que será una bendición. Dios ve potencial en cada uno de nosotros, aunque estemos ya de 75 años. Además dice: «Bendeciré a los que te bendicen y maldeciré a los que te maldicen». Si Dios le ha dado mucho dinero, es para que bendiga a los demás, empezando por su familia.
Hay hermanos que están esperando un día para dar una ofrenda extraordinaria al Señor, y cuando pierden sus inversiones, dicen: “Mejor lo hubiera hecho anteso”. Para que no esté lamentándose mañana, sea una bendición ahora. ¿Qué es más importante: ser bendecido o bendecir? Muchos de nosotros nos hemos convertido por la motivación menos indicada. Inicialmente, queremos convertirnos porque queremos irnos al cielo y no al infierno. Debemos venir a Jesús por lo que es, no por lo que nos ha dado. Debemos amar al dador, más que a las dádivas. Venir a El por la vida de servicio que El ofrece. El dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz y sígame”. Tenemos que aprender a negarnos a nosotros mismos. Nosotros no nos distinguimos porque cargamos nuestra Biblia sino porque amamos al prójimo. Es más importante bendecir.
El gran ejemplo está en Marcos 10:45. Resume lo que Jesús vino hacer a esta vida: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos». Si Jesús nos ha dado este ejemplo, ¿por qué no vamos a hacer nosotros lo mismo? Por eso, lo que tenemos y lo que somos debe usarse para bendecir a otros. La misma agua del Río Jordán que alimenta a Israel, llega al Mar Muerto y ahí no da vida. La diferencia está en que el Río Jordán reparte el agua para que todos la usan, pero el Mar Muerto la acumula y no la suelta para nadie más. Es rico en minerales, pero no hay vida. Debemos entender que debemos ser bendecidores.
Tercera lección: Sirva en donde está.
Al inicio, enfatizamos el principio de salir de casa para ganar una identidad. Llega el momento donde tenemos que establecernos y servir a Dios en ese lugar. Abraham llegó a Canaán y desarrolló su vida ahí. Hay mucho qué aprender sobre estas lecciones del patriarca. Pero una lección es servir en donde estamos. El sirvió donde Dios lo puso. He tenido el privilegio de conocer a muchas personas que las encuentro en otras congregaciones donde voy a predicar. Luego vuelvo ahí, preguntó por él y me dicen que ya se fue, porque era conflictivo, tenía problemas. Cuando se va de una iglesia porque hay algo que no le pareció, puede ser que al irse a otra, encuentre otra cosa que no le guste.
-El mal -dijo el apóstol Pablo- está en mí-. No en la iglesia donde estoy, en el barrio donde vivo, sino en mí. Decimos: “Si estuviera en EEUU, me iría bien; si yo viviera en tal zona, estaría mejor”. Sirva a Dios en donde usted está. Ya visitó todas las iglesias de Guatemala, ahora eche raíces en la que está. Allá en el despacho de la pastora hay una foto de cuando tenía como tres años y otra de cuando está un poco mayor. Dice la Palabra: “Será como árbol plantado que da fruto a su tiempo”. No sea cristiano maceta, sino cristiano plantado.
Abraham nos dio la gran lección. Llegó a Canaán y permaneció ahí. El otro lado siempre se ve mejor, pero debemos adaptarnos al lugar donde Dios nos ha puesto. He encontrado que la gente feliz no es la que tiene todo lo que quiere, sino la que disfruta de todo lo que tiene. ¿Por qué Abraham aparece como una gran persona? Porque tuvo fe. Su fe fue probada por la fidelidad. Pedro nos escribe que la fe es puesta a prueba y la mayor prueba de nuestra fe es la fidelidad. Seamos fieles a El. En Apocalipsis dice que los que vendrán con Jesús cuando venga a la tierra son llamados fieles. Si administramos lo que Dios nos da aquí con integridad, un día nos dirá: “bien siervo fiel”. Si algo apreciamos en la vida, es la fidelidad y le puedo asegurar que El es fiel, aunque nosotros no lo seamos.
La Biblia dice que con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se proclama para salvación.
“Padre nuestro, gracias por el ejemplo de Abraham y por Jesús tu hijo amado que murió en la cruz por mí para perdonar mis pecados y para trasladarme de las tinieblas al reino de la luz, de la pobreza a la prosperidad; gracias por transformarme, por perdonarme, por amarme. Jesús reconozco que eres mi Señor y Salvador, recibo en el nombre de Jesús mi perdón, mi salud, mi prosperidad, mi vida en abundancia, amén.”
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