14 de octubre de 2010
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Somos frágiles, hombre y mujeres por igual. Queremos hacernos los fuertes pero tenemos debilidades que debemos trabajar. Es necesario tener voluntad para hacer lo que no nos agrada con el objetivo de obtener lo bueno que nos agrada. Es necesario estudiar y trabajar bien, esforzarnos para alcanzar lo que deseamos. Muchas veces debemos hacer sacrificios para alcanzar lo que nos gusta. Todo debemos hacerlo con la mejor actitud porque hay áreas que debemos reforzar como nuestra voluntad.
Siempre he enseñado sobre lo que llamo “las tres C”: convicción, compromiso y carácter. No puedes hablar de convicción si no lo demuestras con el compromiso. Ser cristiano convencido requiere comprometerse en la obra del Señor, de lo contrario es mentira que eres realmente un miembro del cuerpo de Cristo. Mi convicción de que amaba a Sonia, me llevó a comprometerme con ella en matrimonio. Demuestra tus convicciones mostrando tus compromisos, esa es clave para desarrollar carácter.
Si retrocedes ante el compromiso, dejas de formar carácter. No es lo mismo ser siervo y sierva de Dios que hombres y mujeres convencidos y comprometidos con Él que busca gente de carácter. Los compromisos adquiridos en la iglesia son oportunidades que el Señor te da para formar tu carácter y demostrar tu capacidad de recibir la bendición que desea darte.
La Palabra nos ofrece dos distintas experiencias de relación con Dios, una sin convicción ni compromiso y otra incondicional, entregada sin reservas. En Proverbios 30:7-9 leemos la oración de un hombre que condiciona su relación con Dios porque le pide que no le de pobreza ni riqueza, sino lo necesario para no blasfemar o robar.
El hombre que hace esta petición es inmaduro y superficial, ya que le dice a Dios que su relación depende de lo que reciba. Esta es la oración de mucha gente hoy día que la toma como modelo, sin darse cuenta que realmente es incorrecta. Nuestra situación económica no debe definir la relación que tengamos con Dios.
Algunos dicen: “Señor, si me sanas o me prosperar, te serviré”, “Si solucionas mis problemas me consagro a ti”. Te equivocas si le dices a Dios: “Te serviré si tengo trabajo, de lo contrario, no lo haré” o al contrario: “Te sirvo mientras no tengo trabajo, luego no podré hacerlo porque estaré muy ocupado”. Otros dicen que servirán al Señor para que les de una pareja y cuando finalmente la tienen y se casan, se alejan porque deben atender a los hijos, la casa y los compromisos. Quienes actúan así, demuestran que no tienen convicción, compromiso ni carácter. Al Señor Jesucristo le servimos sin ninguna condición. No le pongas precio a tu relación con Él.
Por el contrario, en Filipenses 4:10-13 encontramos la oración del apóstol Pablo que dice saber vivir en la abundancia y en la necesidad porque todo lo puede en Cristo que le fortalece. Esta sí es una auténtica relación con el Padre, sin condiciones ni medidas. Pablo, a diferencia del hombre de Proverbios 30, asegura que Dios es lo más importante y su relación con Él no depende de nada. Aprende a orar así, convencido, comprometido y con carácter. Asegúrale que nada podrá separarte de Él porque es quien te da fuerzas para responder bien ante las dificultades y ante las bendiciones.
El carácter es probado en la prosperidad o escases. Pablo dijo que era capaz de amar al Señor ante las pruebas que suceden cuando tenemos dinero y cuando no lo tenemos. Dios ve cómo actuamos en cualquiera de las dos situaciones porque ambas son pruebas.
Romanos 8: 35-39 nos revela que nada debe separarnos del amor de Cristo. Ni la muerte, ni la vida, ni los principados o potestades, ni el presente o el futuro, ni lo alto o profundo.
Cambia tu forma de orar, pierde el miedo y dile: “Señor, sin importar cuánto reciba de tus manos, dame el carácter para afrontar cualquier situación, sea de escases o de prosperidad”. Pídele carácter para amarlo y servirle siempre. Eso es lo que espera de nosotros, oraciones con convicción, fidelidad y compromiso para demostrar que nada te separará de Su amor incondicional.
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