04 de marzo de 2025
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En ocasiones hay que perder para ganar, como ocurrió con Abraham al exponerse a perder su hijo, a pesar de las promesas que había recibido, pero eso lo llevó a un nivel más elevado de fe y crecimiento en sus generaciones. Para el apóstol Pedro empezó con aquella pérdida, el día que lo dejó todo y siguió a Jesús, ahora uno de los 12 tronos del cielo le corresponde como galardón.
Entonces, hay momentos en que las pérdidas realmente se pueden convertir en grandes ganancias, pero tenemos que aprender a manejarlas. Esto nos lleva al tema de ganar para tener algo que perder, lo que implica estar preparados para el día de la pérdida.
El enfoque es hacer algo con lo que hemos recibido y no seguir buscando una nueva revelación que nos diga qué hacer. En la parábola de los talentos, en los tres casos el Señor no giró muchas y detalladas instrucciones, había que mostrar resultados con lo que ya tenían y por eso al volver les pidió que rindieran cuentas. Dos de ellos fueron motivo de gozo y se les reconoció como buenos y fieles siervos, pero el tercero aparece con excusas y acusaciones sin resultado alguno, que mostrara su inversión. Lo peor del caso es que no solo generó pérdida, él mismo se perdió y no hubo más oportunidad, porque no hizo ni lo mínimo esperado.[1]
Entonces, este hombre no solo perdió el talento que le dieron, perdió una segunda oportunidad, se perdió así mismo. Si tú quieres tener mayor rentabilidad, y a la vez liquidez, tienes que asumir riesgos más grandes, si tú no quieres tomar riesgos, confórmate con ganancias más pequeñas, por ello el talento del negligente fue para el que había arriesgado más y por tanto, había ganado más.
En la vida vas a perder y Dios conoce tus pérdidas, pero lo que Dios desea es que tú no te pierdas, que no seas presa de la amargura, el rencor y la culpabilidad sin importar tu pérdida personal, familiar, económica o laboral. Que nade te aparte del amor de Dios, ni tribulación, ni angustia, ni hambre, ni desnudez.[2] Que ninguna pérdida te aleje del que nunca te ha hecho daño.
Siempre que vayamos a una pérdida, lo que tenemos que controlar es que nuestra mente, las emociones y el corazón no sean destrozados y hagan tu pérdida tan grande, que no puedas levantarte. Hay que salir de la desesperación porque Dios no te va a soltar jamás.[3] Dios lo hará en su tiempo, por eso debes esperar pacientemente y orar con desesperación, porque llegará la mano que te levante con la solución perfecta.
No es suficiente salir del pozo, hay que poner distancia para no volver a lo mismo, Dios nos lleva a la roca más alta con sus bendiciones, porque te muestra la salida y las soluciones.[4] No es sabio seguir haciendo lo mismo, busca las alturas en lo que haces. Hay que aprender a ganar más para tener algo que perder, sin que se pierda todo.
Habacuc señala que la forma de caminar debe ser nueva. Con nuevos aprendizajes se llega a las alturas y se permanece en ellas.[5] Esto no es ambición humana, es diligencia pura para avanzar y ganar. Dios es quien endereza nuestros pasos. Entonces, si tú quieres caminar en las alturas que Dios tiene para tu vida, debes permitir a Dios que corrija tus pasos. Aunque no quede nada, yo me alegraré y me gozaré en el Dios de mi salvación significa: ya preparé mi corazón sin eliminar la probabilidad de tener pérdidas.
Aunque no tengas un jefe que diga qué hacer, ni cuando hacerlo, prepárate para la crisis, para el pesar que acompañan las pérdidas. Mucho talento sin práctica no nos lleva a ningún lado, la anticipación con diligencia y el trabajo duro es el potencial de Dios para llevarte a una buena temporada. Esa es la vida de las hormigas que observó el sabio Salomón.[6]
La sabiduría es tener más para cubrir la pérdida el día que aparezca. He aprendido que de todo lo bueno de la vida nos debe sobrar mucho en la medida de lo posible, para que el día en que venga una pérdida siempre te quede algo. Y esto se aplica a todas las áreas de la vida sin ser un conformista, busca tu progreso, tus alturas.
Pablo, el apóstol, explica que debemos extendernos al presente, viendo a lo que está en el futuro.[7] Debes sanar tu pasado y trabajar en el presente para ese futuro que llegará con sus carencias y sus riquezas. Que nada te detenga del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
[1]Mateo 24:14-29 (RVR1960): Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
[2]Romanos 8:35-39 (RVR1960): ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
[3]Salmos 40:1-3 (RVR1960): Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová.
[4]Salmos 61:1-2 (RVR1960): Oye, oh Dios, mi clamor; a mi oración atiende. Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare. Llévame a la roca que es más alta que yo.
[5]Habacuc 3:17-19 (RVR1960): Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar.
[6]Proverbios 6:6-8 (RVR1960): Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.
[7]Filipenses 3:13-14: Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
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En esta serie aprendimos cómo manejar las pérdidas, que es posible perder para ganar y este tema explica cómo ganar para tener algo que perder en medio de las crisis y los pesares.
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