21 de junio de 2014
Tiempo de lectura: 5 minutos
El campeonato mundial de fútbol que estamos viviendo ha provocado que reflexione sobre el parecido que existe entre un equipo de fútbol y una familia. Así como los equipos, las familias necesitan de un capitán que coordine la acción en el campo, según la estrategia definida por el entrenador. Si el equipo va ganando, todo está bien. Pero, ¿qué sucede cuando el equipo va perdiendo, cuando todos están nerviosos y decepcionados porque las cosas no van como se esperaba?
No hay peor experiencia que perder un partido, especialmente en un torneo internacional. Si un integrante del equipo comete un error, todos pierden. Lo mismo sucede en la familia, el problemas de uno afecta a los demás. Así es la vida, exigente, avanzando contra el reloj, en busca del mejor resultado. Entonces, ante los conflictos, somos como los jugadores que oran y se esfuerzan para remontar un marcador en contra o evitar que les metan gol y mantener el marcador a favor cuando falta poco para que el árbitro suene el silbato indicando que el partido terminó. Muchas veces suceden los milagros y el equipo mete un gol en el último segundo del tiempo complementario. Así podría pasar en nuestra familia. Es posible replantear las estrategias para salir de la dificultad y alcanzar el éxito.
Nacimos en el seno de una familia en particular porque Dios tiene propósitos y seguramente tú eres una pieza clave para que tu familia logre sus metas. Todo depende de la capacidad que tengamos para replantear nuestras estrategias cuando debemos remontar un marcador y superar la adversidad. ¿Y quién ofrece la estrategia? Pues esa persona que está fuera de la cancha, quien puede apreciar desde una mejor perspectiva porque visualiza todo el panorama y sabe lo que conviene, por lo que tiene la autoridad para dirigirnos y desea nuestro éxito porque es parte del equipo. Esa persona es el entrenador; en nuestro caso, es Dios, quien nos ofrece las mejores estrategias para replantear nuestro juego cuando la empresa, los estudios o la salud van mal; pero es importante que lo escuchemos.
Si ves que tú y tu familia están perdiendo el juego, no te sientas derrotado, aprovecha el medio tiempo para tomar aire y recuperar el ánimo, porque ¡todavía están a tiempo de ganar! Todo depende de tu buena actitud y de tu esfuerzo para alcanzar un mejor nivel de desempeño, ese nivel en donde el enemigo no podrá alcanzarte porque tú estás convencido de que es posible remontar un mal resultado.
Pero es determinante que el equipo esté unido, no dividido. Sabemos que el esfuerzo en cooperación logra mejores resultados. Al contrario, si hay pleito, contienda, deshonra y rebelión entre los miembros de la familia, si parecen más enemigos que amigos, será difícil ganar el partido. Por algo, una estrategia del enemigo es dividir para vencer. Un equipo que no lucha unido, está perdido. Un familia que no se pone de acuerdo tendrá serias dificultades para replantearse la situación, escuchar al entrenador y darle la vuelta al marcador. Esfuérzate por buscar la unión de tu familia. Nada ganas con las peleas, al contrario, pierdes mucho, porque te debilitas. Así que procura la unión de tu familia.
Recordemos que somos un equipo precisamente porque cada uno tiene dones especiales y es bueno para jugar en una posición específica. Por lo que debemos conocernos y distribuirnos las responsabilidades. Algunos son buenos delanteros, otros excelentes volantes o defensas, y no todos son buenos porteros. ¿Sabes cuál es la mejor posición que puede jugar cada integrante de tu familia? Eso es importante, hacer sentir a las otras personas que sus capacidades son indispensables para el equipo, ya que para ganar no se valen las actitudes individualistas. En el fútbol se ve muchísimo que un delantero no combina la pelota para armar jugadas, se anima a tirar al arco y falla, cuando era más factible entregar la pelota y dejar que otros anotaran el gol. Hay que confiar y compartir la responsabilidad del éxito.
En todas las familias hay diferentes tipos de personas. Tenemos el peleonero que siempre está inconforme y que responde mal. Hijos, aprendan a callar y a escuchar a sus padres, aunque no siempre tengan la razón, porque son nuestras autoridades y debemos respetarlas, sin importar si tenemos 10, 18 o 40 años. Otro personaje que influye negativamente es aquel que se muestra indiferente, que no colabora y no se prepara, mientras los demás se esfuerzan. Un jugador así, limita el éxito de su equipo y necesita replantear su actitud.
Padre de familia, el Señor te dio la esposa y los hijos que tienes, así que debes aprender a quererlos y respetarlos. Debes “echarle ganas” y no buscar ponerte la camiseta de otro equipo. Asume tu responsabilidad y mantente firme para sacar adelante al equipo del que eres capitán. Lo mismo se puede decir a las mamás, ya que a veces son ellas quienes deben asumir ese papel de liderazgo. Toma la decisión correcta, escucha a tu entrenador, replantea lo que sea necesario para ayudar a que los lesionados se levanten, a que los pesimistas cambien su ánimo, a que todos retomen su posición y combinen sus esfuerzos para ganar el juego. Ahora es el momento oportuno, están justo en el receso, cuando pueden analizar sus errores y sus aciertos, perdonar sus faltas y reorganizarse para la victoria.
Cristo, nuestro entrenador, nos pide que nos pongamos la camiseta que, junto a nuestra familia, nos identifica como integrantes de Su equipo. Al hacerlo, recibiremos Sus enseñanzas para sacarle tarjeta roja a la ira, al enojo, a la malicia y a la mentira que debemos sustituir por el amor, el perdón, la misericordia, la humildad y la paciencia necesarias para ayudarnos mutuamente y coronarnos como campeones. Este es un consejo para todos: esposo, esposa e hijos, ya que forman un solo núcleo, un cuerpo que debe integrarse para funcionar bien. Solamente de esta forma, la paz de Dios los alcanzará, lograrán armonía y tendrán la fortaleza para luchar unidos.
Agradece a Dios por tu familia, deja a un lado las peleas, decídete a vestir la camiseta de tu equipo con orgullo, sin importar que a veces ganen y a veces pierdan, ¡ya que siempre es posible remontar la derrota y alcanzar la victoria!
Temas relacionados:
Fe | Promesas de Dios | Relación con Dios | Salvación
La memoria humana funciona estrechamente relacionada con recuerdos de mayor impacto emocional como la ira, el miedo, la paz, el gozo o la tristeza, entre otras. ¿Es posible seleccionar solo los buenos recuerdos en la vida? ¿Cómo funciona la memoria de Dios?
La libertad que da el Espíritu Santo con Su presencia te permite decidir, expresarte y vivir relacionado con tu Padre eterno por medio de la adoración y eso genera seguridad, confianza, energía espiritual y bendiciones milagrosas.
El exterior de las personas puede provocar una opinión errónea, pero un verdadero adorador sabe que Dios ve su corazón, aunque la gente vea tan solo su apariencia, porque las apariencias engañan.