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Tan fácil para ser cierto

24 de febrero de 2013

Tiempo de lectura: 5 minutos

 
Cuando Naamán, general del ejército sirio, llegó delante del profeta Eliseo a pedirle que lo sanara de la lepra, tenía expectativas diferentes a lo que le mandaron a hacer. Quizá pensó que el profeta invocaría solemnemente a Dios y habría algo como fuegos artificiales o una manifestación llamativa, pero Eliseo ni siquiera lo recibió, simplemente ¡lo envió a bañarse al río! Esa actitud enojó a Naamán quien se fue sin su milagro1. Muchas veces nuestra estructura mental limitada nos cierra las puertas a lo que Dios quiere hacer, Su respuesta nos desagrada porque nos da una instrucción demasiado sencilla para lo que esperábamos.
Otra cosa que vemos en la historia de Naamán es que menospreció la instrucción que recibió de Elías porque le pareció indigno que lo mandara bañarse en el Jordán. Lo mismo sucede ahora cuando pensamos que tenemos mejores opciones que obedecer las instrucciones de Dios. Nos creemos diestros y capaces, somos arrogantes al pensar que podemos salir adelante sin Él. Aunque, por supuesto, estamos equivocados. ¡Escucha al Señor, sigue Sus instrucciones!
A Naamán lo convencieron sus criados diciéndole que lo intentara, ya que si estaba dispuesto a hacer algo más difícil, nada perdía con obedecer una instrucción tan sencilla. Él los escuchó y sanó. Es increíble que a veces no somos capaces de obedecer una instrucción porque es muy fácil de realizar. Al contrario, si te mandan hacer algo difícil, lo crees y lo haces.  No tienes fe en que realizar algo fácil puede resolver una situación difícil. Somos capaces de hacer lo difícil, pero no de creer lo fácil. Cuando nos dicen que para sanar solo deben imponernos manos, creemos que es charlatanería, porque tener fe implica morir a nosotros mismos y confiar en el poder de nuestro Dios. Para derribar las murallas de Jericó lo único que tenían que hacer los israelitas era darle vueltas a la ciudad durante siete días. Seguramente el ejército enemigo se burlaba, pero al final de la séptima vuelta del séptimo día, ¡los muros cayeron!
David derrotó a Goliat con una simple piedra porque tenía fe. Una mujer con flujo de sangre sanó con solo tocar el manto de Jesús. Gedeón venció a los enemigos de Israel con trescientos hombres. Siempre lo más sencillo, lo que el Señor mandaba era la opción que obró las maravillas. Obedecer la instrucción que pensamos demasiado fácil es nuestra prueba de fe.
Naamán quería que el profeta tuviera autoridad sobre la lepra pero no sobre él, pero para ver poderosas obras en tu vida debes tener la humildad para obedecer las órdenes más sencillas. Para poder hacerlo, debemos volver a tener el corazón de un niño que confía y vive intensamente sus sueños. ¡Es fácil ver milagros si creemos en ellos! El Señor nunca ofreció métodos difíciles, porque espera que creamos en lo sencillo y poderoso. Nuestro Padre nos dejó la mente para pensar y el corazón para creer. El milagro estará cerca cuando creas que es fácil.  Para echar un demonio solo hay que decirle: “Fuera, en el nombre de Jesús”. ¡Es sencillo!
Dios es especialista en lo imposible, no en lo difícil2. Para quien cree, pide y obedece todo será posible. ¿Por qué quieres volver complejo lo que Dios vino a simplificar? Alcanzamos la salvación y la vida eterna con solo aceptar a Jesús como nuestro Señor, pero nos cuesta tanto creerlo que insistimos en la arrogancia de pensar que son nuestras obras las que nos salvarán. Creer en el amor y la misericordia de Dios es todo lo que necesitamos para cambiar nuestra forma de pensar y de vivir.
Si analizamos el ejemplo de Moisés frente al mar, vemos que él tenía tres opciones: morir en manos de los egipcios, intentar salvar a todos pidiéndoles que nadaran hasta la otra orilla o creer en la sencilla instrucción de Dios quien obraría un milagro. Su fe provocó que lo imposible sucediera, a través de obedecer en la acción que era más simple: levantar las manos y permitir que Él obrara3. Si crees tener la fuerzas para lo difícil, demuestra que tienes fe para obedecer lo fácil. El Señor te pide: “Tráeme lo imposible porque no hay nada difícil para mi”. A veces optas por la solución más difícil porque si lo que debes hacer es fácil crees que te verás ridículo, además, buscas el reconocimiento a tus esfuerzos, cuando debes dejar que Dios obre para que la gloria sea Suya. Ante las situaciones de la vida, siempre tendrás tres opciones, dos serán caminos que puedes seguir con tus propias fuerzas y la tercera opción será creer y obedecer a Dios. Suena fácil y lo es, pero implica tener fe para ver hecho lo imposible.
Cree, cree, cree, no te canses de creer porque tenemos de nuestro lado a Dios, quien todo lo puede cuando le demostramos que somos capaces de obedecer Sus fáciles instrucciones. Ten fe en que te prosperará, que te sanará, restaurará tu hogar, ¡toma el riesgo! No veas la circunstancia que parece difícil, escucha Su voz que te dice: “Es fácil, no hay nada imposible para quien me cree”. No te dejes llevar por tus sentidos, Dios te hizo partícipe de la naturaleza divina para que uses el poder de tu fe.
Déjate llevar a un nuevo nivel de obediencia. Haz a un lado tu “estructura de Naamán” con la que piensas que es irracional hacer algo tan sencillo como sumergirte en un río para sanar de una terrible enfermedad. Las cuestiones espirituales son simples para el que cree. Aprende a ver con los ojos cerrados lo que Dios es capaz de hacer con quienes le creen y obedecen. Si le escuchas, tus obras glorificarán al Señor, serás testimonio vivo de que Él es capaz de lo imposible. Asegúrale: “Padre, no hay nada difícil, creo en Tu amor y en Tus instrucciones, por fáciles que parezcan. Por fe lograré lo que siempre soñé”.
Versículos de referencia
1 2 Reyes 5:9-14 relata: Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
2 Jeremías 32:27 dice: He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?
3 Éxodo 14:15-16 comparte: Entonces Jehová dijo a Moisés:¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco.
 

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