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Todo será perdonado

05 de marzo de 2017

Tiempo de lectura: 5 minutos

La vida y la muerte están en poder de las palabras[1], así que todo lo demás, lo que está entre la vida y la muerte también. El logro de nuestros planes, la plenitud en las relaciones y el éxito profesional dependen de lo que declaremos. Si no hacemos uso correcto de las palabras, nuestros frutos no serán buenos, más aún, si conocemos la Palabra de Dios, Su ley, pero no la guardamos y la declaramos, desperdiciamos el verdadero tesoro que provoca que todo vaya bien[2]. A mayor Palabra en mi boca, mayor éxito. Cuidemos el uso de las palabras, porque son de lo más importante que existe.
Dios nos enseña mucho sobre el uso de las palabras. De hecho, asegura que todo pecado y blasfemia será perdonado, menos una contra el Espíritu Santo. ¿Qué es una blasfemia? Es hablar mal, atribuir un mal a alguien que no lo merece. Cuando decimos, incluso sin pensar: “Esta enfermedad me la mandó Dios”, estamos blasfemando, porque de Dios solo podemos esperar lo bueno. Si Él nos enviara la enfermedad, deberíamos cuidarla y estar felices al enfermarnos, porque sería buena dádiva, pero no lo es. Si un padre terrenal no castiga a sus hijos quitándoles el pan o enfermándolos, menos lo hará Dios. He escuchado que dicen: “Diosito lindo me mandó esta pena económica porque me he portado mal”. Debemos dejar de pensar y hablar así porque estamos blasfemando. Dios es quien te levanta, no quien te hunde. Él no quería que Su pueblo pasara cuarenta años en el desierto, fueron ellos lo que dudaron y provocaron esa situación. Sin embargo, nuestro Padre es bueno y siempre nos perdona. La parábola del hijo pródigo lo ilustra a la perfección. El hijo malgastó todo y cuando ya no tenía nada, cuando estaba a punto de comer el desperdicio de la comida de los cerdos, reaccionó y pensó en las palabras de arrepentimiento que le diría a su padre al volver a casa. Y hubo fiesta cuando regresó. Lo interesante es ver que el hijo arrepentido no blasfemó porque reconoció que su padre era bueno y él era quien había actuado mal. Al contrario, el hijo que se había quedado con su padre, blasfemó porque habló mal de su padre y se consideró bueno. Las palabras mezquinas que habló revelaron la envidia y resentimiento que había en su corazón, por eso es poderoso reflexionar sobre la importancia de las palabras, porque todo pecado es perdonado, excepto uno que tiene que ver con palabras de mentira y calumnia, las que podríamos decir en contra de quien solo merece palabras de adoración: el Espíritu Santo[3]. Lo más poderoso que Dios te dejó fue el uso de tus palabras, tanto que por ellas serás justificado o condenado. Jesús murió para darnos vida eterna y es la confesión de esa verdad lo que nos salva. Sabemos que por el fruto se conoce el árbol, es decir que un naranjal produce naranjas, no sandías, y la analogía es válida para nosotros, porque seremos conocidos por el fruto de nuestra boca; somos lo que hablamos y hacemos. El hombre bueno habla y da lo bueno, el hombre malo, habla y da lo malo. Debemos mantenernos alejados de las blasfemias, si todo el tiempo hablas mal, seguro que estás cerca de la blasfemia y la manera más saludable de alejarnos de ese pecado es alejarnos de la costumbre de hablar mal. Si estás acostumbrado a hablar mal de alguien, estás cerca de hablar mal del Espíritu Santo y no queremos cometer ese pecado.
Generalmente decimos que lo que comemos puede contaminar nuestro cuerpo y así es, pero lo que realmente contamina son las palabras que salen de nuestra boca porque alimentan el corazón y el espíritu. Si hablamos de homicidios, adulterio, robo y mentira, nos llenaremos de esos virus que nos debilitan. Debemos depurar nuestro sistema con la manera de hablar[4]. ¡Es tiempo de que renovemos nuestro vocabulario!
La fe también actúa a través de las palabras. Sabemos que para que algo sea hecho, debemos declararlo, no solo pensarlo. Tal como Jesús explicó con el ejemplo del monte que se movería al ordenárselo con fe. Él también aseguró que obtendríamos todo lo que pidiéramos con fe. ¡Siempre se refiere a las palabras![5] ¿Por qué no se cumplen mis palabras? ¡Porque no hemos llegado a creer y declarar de verdad! Cuando te convenzas de que tus palabras tienen poder, no habrá algo que te detenga. Además, muy importante, debemos declarar perdón para que el rencor no nos contamine y podamos mantener la actitud correcta al orar, al hablar con Dios y con las personas. El ejemplo que Jesús puso para hablar del poder de las palabras fue una maldición, la de la higuera, así que asegurémonos de que solo bendición salga de nuestra boca para que se haga realidad. Declara que te irá bien, porque lo que digas se cumplirá. Puede ser que te digan que las cosas van mal, la salud, la economía, pero lo que realmente está mal es que lo declares. La información es una cosa, las declaraciones son otra cosa. Dios dijo: “Te bendeciré con abundancia”. Esa es la palabra que debes declarar y confesar. Habla, piensa, actúa, reacciona como bendecido. Si te piden la capa, da la túnica, porque Dios te enviará enorme compensación.
Renueva tu vocabulario para ver cosas más grandes y gloriosas, porque en la lengua está la bendición. ¡Decláralo con fe a través de tus palabras! Yo era un tipo mal hablado, se me salían las malas palabras, pero al saber que de la abundancia del corazón habla la boca, lloré al descubrir que era cierto, porque se estaba cumpliendo en mí. Al entregar mi vida al Señor, mis palabras fueron cambiando para bien y sé que hablar con Su verdad hace la diferencia. Es posible dirigir el barco de tu vida con ese pequeño timón que es la lengua. Declara con fe: “Señor, creo en Tu Palabra, declaro que mis labios hablarán mejor, que testificarán lo bueno para Tu honra y gloria. Mi vocabulario será renovado, ahora es correcto y de acuerdo a Tus promesas”.


[1] Proverbios 18:20-21: Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus labios. La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.
[2] Josué 1:8: Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
[3] Mateo 12:31-37: Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero. O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
[4] Mateo 15:15-20: Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola. Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
[5] Marcos 11:20-25: Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
 

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