21 de marzo de 2009
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Juan 14: 13-15 dice: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Jesús nos enseña a pedir todo. Antes de hablar de la obediencia a los mandamientos, habla de pedir. Cumple sus mandatos y pide para recibir sus promesas. El gozo del Señor está en que recibas. Recuerda que eres tú quien necesita de Él. Acercarte a su presencia sin pedirle es como decir que no le necesitas. Cuídate de no cometer ese acto de arrogancia.
Pide todo lo que quieras
Juan 15:7-8 también nos habla: Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
El Señor es glorificado cuando pides y recibes. Él quiere darte para que muestres a todos lo maravilloso de su providencia. Recuerda que por el pecado perdimos todo y fuimos destituidos de la gloria de Dios. Al aceptar a Cristo como Señor y Salvador nacemos de nuevo y recuperamos la vida eterna, pero no el esplendor y preeminencia. La herencia de gloria la recuperamos hasta que la pedimos de vuelta.
Contrario a lo que hemos aprendido, pedir no es de carnales o inmaduros. Pedir es de cristianos confiados en la generosidad de su Padre.
La vida es un constante pedir. Siempre esperamos algo como consecuencia de nuestras acciones. El trabajador pide recursos y aumento de sueldo por su esfuerzo. El patrono pide resultados por lo que paga. Siembras para cosechar. No me dirán los esposos que aman a su mujer sin esperar recibir nada de ella. En tu matrimonio amas y eres fiel porque esperas lo mismo de tu pareja. Los hijos deben amar y honrar a sus padres con obediencia y con presentes. Yo le digo a mis hijos que acepto sus regalos y también su buen comportamiento. Nunca te niegas a lo que te dan porque lo esperas como resultado de lo que das. Cuando me acerqué al Señor lo hice con el interés de que perdonara mis pecados y me diera la vida eterna. Prefiero ser un “interesado” en el cielo que un condenado al infierno incapaz de pedir por mi salvación.
Mencionar esto no es malo, por el contrario, es aceptar con humildad nuestra necesidad humana de recibir en la medida que damos. Debes ser honesto y humilde. Reconoce que necesitas de tu Padre y pídele con confianza porque Él quiere devolverte todo lo que has perdido por el pecado.
Es importante tener presente que los deseos del corazón deben estar libres de mezquindad porque no podemos pedir para pecar. No es problema que pidas porque tienes interés en algo, el problema es que tengas intereses ocultos. No te equivoques, mientras tengas esas nubes oscuras y falsas sobre ti no podrás pedir con corazón humilde y no recibirás la bendición que Dios quiere darte.
Mi embrión vieron tus ojos
En Salmo 139: 16-18 lemos: Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas. Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo.
Este pasaje de la Biblia es hermoso y está lleno de promesas. Primero nos habla de lo valiosos que somos para Dios que nos ve y bendice desde el vientre materno, cuando aún somos embriones. Así que definitivamente el aborto es un pecado porque la vida que Dios ha bendecido no se rechaza, sin importar cómo fue concebida. Si fuiste engendrado antes o fuera del matrimonio, si conoces o no a tu padre, eso no resta ninguna bendición de Dios, porque sus ojos se dignaron ver tu embrión. La Biblia dice si tu padre o tu madre te abandonaron, con todo el Señor te recogerá (Salmo 27:10). Las madres deben proclamar bendición para los frutos de su vientre. El mismo rey David fue menospreciado por su familia pero el Señor tenía grandes planes para él.
Confía en tu Padre, porque Él tiene grandes pensamientos y propósitos para ti.
Además, este salmo nos confirma que los buenos pensamientos de Dios se multiplican si los proclamamos. La forma de recibir revelación de lo valioso que soy para el Señor es confesarlo. Todos los días al levantarte confirma con tu boca que eres bendito de Dios, templo del Espíritu Santo y triunfador. El Señor no puede darnos todos los pensamientos que tiene de nosotros porque no podríamos retenerlos. Somos más bendecidos de lo que pensamos hoy. La única forma de recibir lo que nos pertenece es proclamarlo y pedirlo.
Hijos y herederos
Salmos 2: 7-8 dice: Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.
Este es un salmo mesiánico que habla de Jesús, pero también se aplica a todos nosotros que somos hijos de Dios. Nunca lo olvides, Él te bendijo desde que eras un embrión y eres Su hijo. Este es un asunto entre padres e hijos, no es un asunto religioso.
Luego que la Palabra deja claro esto, nos da la orden de pedir. No es una opción, es un mandato. Desde el día que fuimos engendrados el Señor nos manda que le pidamos.
La palabra naciones significa razas. El original hebreo dice “gentiles”. Es importante comprender que de hecho recibimos la salvación porque el Hijo obedeció al Padre y le pidió las naciones que le estaba ofreciendo. El plan original era salvar a los Hebreos pero Dios le ofreció a los gentiles y Jesús aceptó el ofrecimiento y pidió al Padre quien se los entregó.
Piensa que si nuestro Señor Jesucristo hubiera asumido una postura espiritual y se niega a pedirle las naciones al Padre, no seríamos salvos por Su sangre.
Bendito sea nuestro Señor que con humildad supo pedir y pudo salvarnos. Entonces cuando Satanás lo tentó en el desierto y le ofreció la gloria de las naciones, Él pudo negarse porque le estaba ofreciendo algo que ya le había pedido al Padre. Debemos imitar a Jesús y pedir para recibir.
Entre padres e hijos
En Romanos 8: 15-17 leemos: Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Somos hijos adoptivos de Dios. Abba Padre quiere decir “papito”. El Señor quiere que lo reconozcamos y le pidamos nuestra herencia de gloria. La Palabra es clara, somos coherederos del Reino y debemos recuperar lo que perdimos.
Cuando nacemos lo primero que hacemos es pedir. Aún sin poder hablar y antes de decir mamá o papá el bebé pide con llantos o “gemidos indecibles” por todas sus necesidades. Las madres llegan a desarrollar el don de interpretación de lenguas y son capaces de entender si el llanto es por comida, dolor o necesidad de descanso. De igual forma, el Padre espera que todo nacido de nuevo le pida y nunca deje de hacerlo como hijo suyo.
Al día de hoy hemos perdido mucho tiempo. Es necesario recuperarlo pidiéndole cuanto necesitamos a nuestro Padre Celestial. Confía más en Dios que en los hombres. Él te ordena que le pidas. Deja la religiosidad atrás y sé libre para pedir por lo bueno y santo.
Olvida ese orgullo carnal que se disfraza de espiritualidad y pide. Todo lo que Dios diseñó para el ser humano, puede ser tuyo y está al alcance de tu boca y de tu fe. Jesús anheló las naciones, las pidió y el Padre se las concedió. La iglesia, los gobiernos y los países serían gloriosos si pidieran con confianza en el Señor.
Aprende a pedir hasta que obtengas. Dios tiene lo que necesitas y desea otorgártelo.
Ofrécele tu corazón y recuérdale que eres su hijo y heredero en Cristo Jesús. Busca su perdón por el tiempo que menospreciaste su providencia. Ahora que sabes que pedir es correcto, no te canses de proclamar sus bendiciones en tu vida y pídele todo lo que anhelas.
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