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Afligidos, pero no amargados

Afligidos, pero no amargados

24 de febrero de 2019

Tiempo de lectura: 5 minutos

Los sufrimientos son parte de la vida y pueden tocar nuestra puerta sin previo aviso, pero aunque estemos afligidos, no permitamos que nuestro corazón se amargue. Si nuestro llanto vale el abrazo y el consuelo de Dios, bienvenida sea entonces la tristeza porque toda aflicción es mensajera de la gloria venidera. No es que esté prohibido sentir tristeza, sino que debemos saber cómo reaccionar ante ella para que no afecte nuestra estructura interna, o sea, a nuestro corazón, de donde mana la vida.

José, hijo de Jacob, acumuló sentimientos encontrados durante muchos años luego de que sus hermanos lo vendieran. Cuando por fin los tuvo de frente otra vez, no sacó su rencor y más bien actuó con prudencia.[1] ¿Por qué Dios le reveló a José sueños que se cumplieron y no le dijo que su padre aún vivía? Y si Jacob tuvo la visión de una escalera por donde bajaban ángeles del cielo, ¿por qué no fue capaz de ver que su hijo estaba vivo en Egipto? Creo que la respuesta está en que los propósitos de Dios son colectivos y van más allá de los propósitos particulares. Si las cosas no hubieran sucedido de este modo, el pueblo de Israel hubiera desfallecido por el hambre.

Tener un corazón emocionalmente saludable nos ayuda a comprender que hay propósitos de Dios más allá de cualquier aflicción, y aunque en un principio no los podamos ver, poco a poco nos serán revelados. José reaccionó desde su estructura interna: aunque sufrió, jamás se amargó. De cuán saludable esté nuestra estructura interna depende lo que declaremos con nuestra boca. Una mujer que pasa por una ruptura amorosa y dice: “Jamás me vuelvo a casar en mi vida porque todos los hombres son iguales” está hablando desde sus heridas. No permitamos que nuestras heridas hablen por nosotros. Podremos tener muchas aflicciones, pero de todas nos libra Dios.

Michael J. Fox es el actor de las famosas películas Volver al futuro y en la cumbre de su éxito fue diagnosticado con mal de Parkinson; sin duda esto fue un golpe duro para su vida, pero si hubiera dejado que esto afectara su estructura interna hoy viviría amargado y ni siquiera hubiera tenido motivos para inaugurar una fundación que ayuda a investigar esa enfermedad. Quizá esté lejos de ser la estrella de cine que llegó a ser, pero supo adaptarse a las circunstancias. En el papel que desempeñamos en la vida, hay cosas que no son elegibles, como nuestro lugar de nacimiento, nuestro apellido o nuestra familia; lo que sí podemos elegir es cómo vivirlas. No permitamos que de nuestra boca salga bendición y maldición al mismo tiempo[2] ni que la amargura de otros nos contamine.[3] Todo tiene solución en la vida si aprendemos a enfrentar las situaciones con la actitud correcta. Con un corazón sano podremos tomar las mejores decisiones.

Al hermano de mi esposa lo mataron durante el conflicto armado interno. Este fue un caso muy común entre muchas familias de Guatemala y la de ella pudo elegir la amargura, pero en vez de eso decidieron reaccionar diferente desde su estructura interna y entregarse de lleno al Señor; Él los sanó. Jesucristo estuvo en la cruz entre dos ladrones que murieron bajo las mismas condiciones, pero la forma de reaccionar de cada uno en el último momento fue lo que determinó quién de los dos sería salvo. Vemos que lo mismo que deformó el carácter de algunos, a otros les sirvió para formar el propio.

Esaú despreció su primogenitura por pura negligencia[4] y cuando pidió la bendición a su padre dijo una verdad a medias: que Jacob se había apoderado de ella.[5] Verdades a medias son mentiras totales. Una verdad a medias es tratar de fingir que una mentira es verdad. Un amargado inventa cosas desde lo que provocó su amargura. Que tus aflicciones te formen, que no te deformen.

Esaú había despreciado su bendición, luego mintió a su padre y por último decidió aborrecer a Jacob:[6] una sola equivocación desencadenó reacciones en cadena irreparables.[7] Puedes estar afligido, pero no amargado. Ama a tus enemigos, ora por ellos y por quienes te persiguen, pero no permitas que la amargura baje a la raíz de tu corazón. Tu gozo, tu sonrisa y tu estructura interna saludable deben prevalecer.


[1] Génesis 45:1-5: No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos. Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón. Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él. Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.

[2] Santiago 3:10-11: De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?

[3] Hebreos 12:15-17: Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.

[4] Génesis 25:29-34: Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.

[5] Génesis 24:37-38: Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con una muy grande y muy amarga exclamación, y le dijo: Bendíceme también a mí, padre mío. Y él dijo: Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición. Y Esaú respondió: Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí? Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto; ¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío? Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró.

[6] Génesis 27:41-42: Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob. Y fueron dichas a Rebeca las palabras de Esaú su hijo mayor; y ella envió y llamó a Jacob su hijo menor, y le dijo: He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la idea de matarte.

[7] Abdías 10:10: Por la injuria a tu hermano Jacob te cubrirá vergüenza, y serás cortado para siempre.

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