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Bendice a Jesús

Bendice a Jesús

13 de mayo de 2018

Tiempo de lectura: 4 minutos

Jesús nació en un pesebre,[1] pero es erróneo pensar que fue así para demostrar humildad. Para empezar, era un bebé y no podía escoger dónde nacer. Las Escrituras dicen que Sus padres no hallaron posada, así de simple. Además, realmente la bendición era Él, por lo tanto, todo lo demás era lo de menos.

¿Cómo puede ser que nadie les dio posada cuando María estaba a punto de dar a luz? No hubo uno solo que dijera: “Quiero bendecir a esa familia”, pero si todos hubieran sabido que en aquel vientre se encontraba quien sanaría y daría libertad, quizá todos hubieran ofrecido hasta su propio dormitorio. A veces demandamos saber y conocer muchas cosas antes de bendecir a alguien, cuando lo ideal es ayudar sin importar las circunstancias.

Todos podemos decir lo que Jesús ha hecho por nosotros, lo que nos ha bendecido, pero no cualquiera puede afirmar que fue el proveedor de un espacio para que Él pudiera nacer, así como solo una persona puede decir que cargó con Su cruz y solo un hombre puede decir que le dio un espacio para ser sepultado. Aprovechemos las oportunidades que Dios nos da para bendecirlo y no solo esperemos a ser bendecidos por Él.

Ahora, pensemos en el profeta Elías, quien recibió agua de una viuda sin esperanza, a punto de dejarse morir. Luego, él la bendijo diciéndole que la harina no escasearía ni el aceite menguaría, pero antes había sido bendecido por ella. Esta mujer puede dar testimonio de que fue más afortunada por dar que por recibir. Jesús sanó y bendijo a varias mujeres, entre ellas algunas que cuidaban de Sus bienes,[2] ¿acaso no fueron ellas las más bendecidas?

El egoísmo y avaricia desaparecerían si comprendiéramos que es más satisfactorio dar que recibir y si descubriéramos que es más feliz quien piensa en lo que tiene para compartir, no quien se enfoca en lo que le hace falta y le pueden dar.

La generosidad es una cualidad poderosa que tiene el potencial para cambiar al mundo. Cuando busques trabajo, haz una lista de lo que ofreces, no de lo que pides; entonces, cuando te contraten, puedan decir: “Incorporamos a nuestro equipo a alguien excepcional, será una bendición”.

A pesar de que le voy al F.C. Barcelona, admiro a varios jugadores del Real Madrid. Por ejemplo, el brasileño Marcelo es para mí el mejor lateral del mundo. Él es parte de una familia muy pobre. Su abuelo hacía lo posible por reunir centavos para que él pudiera comprar pasajes de bus e ir a entrenar. Un día, el abuelo le entregó el último dinero que le quedaba y le dijo que ya no tendría más. Marcelo lo puso en una máquina tragamonedas y ¡ganó! De esa forma consiguió el dinero que necesitaba para entrenar. Pronto lo llamaron a la Selección Nacional de Brasil y su historia cambió. El abuelo que lo dio todo es triplemente bendecido al saber que su sacrificio cambió la vida de su nieto y de sus generaciones.

El fariseo Simón logró que Jesús comiera en su casa, pero cuando la mujer pecadora le lavó los pies con perfume y lágrimas, dudó que Él fuera profeta.[3] Pero Jesús le hizo ver que ama más quien se le perdona más.[4] Todos fuimos lavados de pecado por la sangre de Jesús, pero solo aquella mujer goza del privilegio de ser recordada por lavar Sus pies.

Cuando vamos a la iglesia disfrutamos de las sillas, pero no conocemos a quienes las acomodan para que podamos sentarnos. Usamos los baños, pero no conocemos a quienes los limpian. Admiramos los jardines, pero no conocemos a los jardineros; sin embargo, ellos son bendecidos en abundancia porque saben que trabajan para el Señor. Aprovecha toda oportunidad que tengas para actuar con generosidad. Si quieres ser bendecido, ¡bendice al Señor con tu trabajo y a través de tu servicio a los demás!


[1] Lucas 2:12-14: Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!

[2] Lucas 8:1-3: Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.

[3] Lucas 7:36-39: Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

[4] Lucas 7:40-50: Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.

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