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Agradecido con Jesús

13 de noviembre de 2006

Tiempo de lectura: 6 minutos

 

Lucas 17:11-17 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces, uno de ellos viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?

Quiero repasar la parte donde dice: “¿No son diez los que fueron limpiados?”. Porque estos hombres necesitaban que Dios los limpiara, no sólo los sanó, sino los limpió. Cuando hay algo sucio en mí, es porque yo permití que hubiera suciedad en mi vida. Durante el proceso da la vida cristiana, Dios nos expone a ciertas circunstancias que van a evidenciar lo que llevamos dentro. Cuando yo crecí en el hogar de mis padres, hubo ciertas circunstancias que evidenciaron la rebeldía que había en mi corazón, y en ciertas ocasiones, mi padre manifestó su inconformidad con eso. Había cosas en mi vida que se manifestaban y que no estaban bien. Pero hubo ciertas situaciones que me hicieron darme cuenta de las cosas que estaban mal en mi vida y que debía cambiar. Dios, a veces, nos coloca junto a personas que nos ayudan a sacar lo bueno y lo malo que llevamos dentro. El problema es que nos cuesta reconocer eso.

Al día de hoy, Dios sigue tratando con el ser humano para que se dé cuenta que los procesos a los que El nos expone sirven para evidenciar lo que tenemos dentro y cambiarlo. ¿Por qué el interés de Dios en cambiarnos? Porque cada vez que El quiera hacer una transformación, es porque lo quiere llevar a otro nivel de vida donde le pueda confiar algo más.

Por ejemplo, ¿cuántos de los padres que están acá se han dado cuenta que tienen un hijo que ha manifestado ser un malagradecido, que usted le ha hecho un bien, se ha esforzado, etc. y él no lo ha agradecido? Yo fui un hijo malagradecido, lo reconozco. Eso es parte de una naturaleza que como seres humanos tenemos. Ahora le voy a hablar a los hijos. En el proceso de ser hijos, nos hemos dado cuenta que no hemos sido agradecidos con nuestros padres. El problema es cuando yo como hijo persisto en eso. Un hijo agradecido es el que honra a sus padres con sus buenas notas, el que cuida las cosas de la casa, el que los padres le piden algo y lo hacen, etc.

¿Por qué le hablo de esto? Ahora que soy papá, yo lo entendí mejor. A mí, el pastor me decía: “En la vida hay varias maneras de aprender: Están los que Dios les dice por su Palabra lo que deben hacer y lo obedecen, ellos van bien, espero que tú seas uno de ellos. Están los que no quieren entender porque Dios les habla, entonces la vida les hace entender por las malas. ¿Cuántos han aprendido por la vida? Diga conmigo: “La vida me da sorpresas, sorpresas me da la vida”. Y están los que nunca aprenden, esas son otras personas. Ni Dios, ni la vida les enseña nada, ya no hay cómo decirles, se acaban los consejos. Personas que ya no sé ni qué decirles, y si les trato de decir algo, no sirve de nada. Pero cuando están en un momento de crisis, muy mal, pareciera que le escucharon todo y lo van hacer, pero es saliendo y vuelven a lo mismo. Diga conmigo: necedad.

Dios les da la oportunidad, la vida los trata como la vida trata y ni aun así. A veces como hijos o como trabajadores no hemos sido agradecidos. Existen trabajadores malagradecidos, espero que usted no sea uno de esos. Lo peor que puede existir es una persona a la que le confían algo y no agradece. Yo he hablado con jefes que me dicen: “Yo le ayudé, le pagué el parto a su esposa, le hice un súper, etc. Y resulta que ese “lindo” trabajador le fue a poner una denuncia al Ministerio de Trabajo. Ser malagradecido es lo peor que puede existir. También existe el cónyuge malagradecido, ahí no voy a dar ejemplos, pero la enseñanza es la misma.

En algunos momentos de mi vida, han llegado personas que me han hecho un bien y me he dado cuenta que he sido malagradecido. Sé que ha habido personas a quienes no he correspondido el bien que me han hecho y me he arrepentido por ello, por lo que tengo que tomar una acción para cambiarlo. Algunas de ellas son mis padres, amigos que he tenido; otras, como el pastor y su esposa, que me han formado durante tantos años. Pero tengo que reconocer que han llegado personas a mi vida para que yo sea agradecido con ellos. ¿Por qué todo esto? Porque no puedo pretender ser agradecido con Dios a quien no miro, sin ser agradecido con las personas a quienes sí miro. Dios ha puesto a su alrededor personas que han traído un bien a su vida y espero que haya sabido agradecerles. Porque eso de tener un corazón agradecido es algo que viene tratando Dios con los seres humanos desde el comienzo de la creación. En el Reino de Dios no es suficiente con decir “gracias”, hay que demostrarlo.

Diez hombres a punto de morir, con lepra, sucios, inmundos, tenían una enfermedad que se relacionaba con el pecado. No podían entrar a la ciudad, estaban aislados por su enfermedad. Sucede que estos diez leprosos andaban juntos, y aconteció que iban caminando y coincidieron con el caminar de Jesús, y le dijeron: “ten misericordia y sánanos”. El tuvo misericordia y les dijo: “vayan y preséntense al sacerdote”. Ni siquiera oró por ellos. Diga conmigo: “Obediencia”. Estando ellos leprosos, durante el camino fueron sanados. Todos diríamos: “Terminó el tiempo de prueba de estos leprosos, ahora son sanos, bendito el Señor”. Pero el tiempo de prueba no terminó desde que la lepra desapareció de su cuerpo. Porque ahí comenzaba el proceso de demostrar lo que en el corazón tenían. De ellos, sólo uno regresó, un samaritano. Este tenía otra forma de adorar a Dios, pero fue sano. De todos, sólo él regresó para darle gloria a Dios y agradecerle.

Lo peor de la vida es ser como los nueve que no regresaron. Y eso nos pasa. Hace poco, doblé mis rodillas y le dije a Dios que yo quería que ese día no lloviera. Había algo que si llovía, tenía problemas. Además, le pedí otras cosas y Dios me respondió. No llovió. Pero ¿sabe cuál fue mi error, sabiendo que Dios me había respondido? Le agradecí hasta el día miércoles, eso sucedió un sábado. ¿Por qué no agradecerle en el momento? Y han habido personas que me han hecho un bien y no he sido agradecido.

Todo un pueblo no supo agradecerle a Dios, El estuvo trabajando desde Deuteronomio con todo un pueblo y los preparó. Pero el mensaje es este: No conozco la circunstancia que esté viviendo, le pido a Dios que sea buena. Y si es de adversidad, sacará lo bueno o lo malo que haya en usted. El tiempo de adversidad no es eterno, solamente sirve para evidenciar lo que llevamos dentro. De que Dios lo saca del desierto, lo saca. Si usted está en un desierto, lo que Dios le dice es lo siguiente: Deuteronomio 6. Cuídate de cumplir los mandamientos y preceptos que Dios te da antes de que entres a la tierra prometida, para que estando ahí, no digas “yo lo hice”, y se enorgullezca tu corazón y pienses que por tu mano lo lograste. ¿Qué significa esto?  Para poder vivir en las promesas de Dios,  El nos prepara en el desierto. Se tomó varios capítulos para repetir lo mismo. Y cuando El repite una y otra vez el mismo mensaje, es porque es necesario que lo oigamos varias veces para que entendamos que mientras no estemos listos, no nos conviene la tierra prometida, porque sólo vamos a ir a perecer. Si el tiempo del desierto es ahora, acuérdate de mis mandamientos.

Yo aprendí esto de una forma muy dura, pero aprendí a ser una persona agradecida. Antes, el orgullo tomaba el control de mi corazón. Cada vez que Dios me bendecía, yo  me alejaba. Lo peor en la vida es ser una persona que no sabe agradecer cuando Dios y las personas le hacen un bien. Salir de casa, casarse y no decir gracias a nuestros padres, es ser malagradecido. El corazón más agradecido es el que aun recibiendo maldad y daño, sabe agradecer. Es aquel que en medio de la adversidad, da gracias y le dice a Dios que sabe que es temporal. ¿Sabe para quiénes es eterno el desierto? Para los rebeldes. Porque cuando entran en él, se los traga y se les vuelve eterno. Por eso, Dios dice: “Sé obediente, sigue mis preceptos, haz caso, sigue mis mandamientos, camina recto, no te apartes de mis palabras”. Pero se los dice antes de que entren a la tierra prometida.

Uno es diferente, o sea cambia, antes que Dios lo bendiga. ¡Ahí comienza la prosperidad, ahí cambia la vida!

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