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La arquitectura de la oración (I)

La arquitectura de la oración (I)

30 de agosto de 2020

Tiempo de lectura: 9 minutos

La oración es muy deseada por todos, pero practicada eficazmente por pocos. Solemos pedir que oren por nosotros, pero no somos eficaces para orar por nosotros mismos. Por eso quiero hablarte de la arquitectura de la oración, la estructura que nos puede ayudar a ser más eficientes en nuestras peticiones. Hoy empezaré compartiendo contigo la importancia de saber que cuando oramos debemos dirigirnos a un Padre. Pero, antes que nada, quiero motivarte a que no leas de acuerdo con lo que ya crees, sino más bien que empieces a creer de acuerdo con lo que ahora vayas a leer. ¿Estás listo?

Bien. Para empezar, todos, sin excepción, debemos orar eficazmente, independientemente de la situación o nuestro estado de ánimo.[1] No importa si eres una persona muy moderna, muy anticuada, tienes los jeans rotos, el cabello corto, eres hombre o mujer o te sientes cool: la oración es una instrucción para todos.

Elías, al igual que nosotros, tenía defectos y estaba sujeto a pasiones, pero su oración ferviente incluso logró alterar el orden de la naturaleza;[2] y sus defectos y pasiones no influyeron en el resultado. Por ejemplo, una cosa es que a Moisés fuera tartamudo y otra muy diferente que Dios hablaba a través de él.

Tu condición humana no determina el poder de tu oración eficaz. Tal como lo dice la Palabra, la oración eficaz del justo puede mucho, pero orar eficazmente implica hacerlo con fervor, de día y de noche. De hecho, orar siempre trae recompensa: tanto para los hipócritas narcisistas que aman ser vistos en público[3] como para los que oran en lo secreto.[4] Debemos orar sin usar vanas repeticiones,[5] pero con consistencia (pues una cosa no es lo mismo que la otra). Orar siempre traerá mejores resultados que cualquier otro tipo de inversión de capital porque consigue lo que tu dinero, influencia, posición social, conectes o amistades no pueden conseguir. ¡Orar es la clave!

Aclarado este punto acerca de la necesidad de orar siempre sin importar nuestra condición, ahora entro de lleno a la arquitectura de la oración que nos enseñó Cristo.[6]

Jesús, al enseñarnos a orar, fue claro al decir: “Oraréis así: ‘Padre nuestro…’”.[7] Él fue el primero en mostrarnos a Dios como a nuestro Padre. ¿Te imaginas en esa época la blasfemia que para muchos pudo significar esto? Es de esta forma como Jesús desafió el estatus quo de la religión. Para mí, que crecí sin mi papá terrenal, esto significó no tener un parámetro natural con el cual comparar el amor de Dios. Por eso fui a las Escrituras a aprender cómo es Dios como Padre y para mi fortuna aun hoy sigo asombrándome de todo lo que aprendo.

Por ejemplo, cuando recibimos a Jesús en nuestro corazón recibimos el espíritu de adopción y por eso le clamamos: “¡Abba, Padre!”[8], que significa “papito”. Dios nos adopta, pero a diferencia de una adopción entre humanos en que un papá no le puede transferir su sangre a un hijo adoptivo, Él sí nos transfiere Su Espíritu por medio de Jesucristo.[9] Porque el hecho de que seamos adoptados no nos hace menos hijos Suyos. Él es tan Padre de Jesús como nuestro[10] y por eso no podemos orarle con espíritu de esclavo. Dios no solo es un Padre, sino además un padre bueno[11] y lleno de misericordia.[12]

¿En quién nace el deseo de que un niño estudie en un buen colegio, en él o en el padre? ¿En quién nace el deseo de que una niña coma frutas y verduras ricos en vitaminas, en ella o en el padre? La paternidad es la base de toda buena doctrina y si de algo estoy agradecido tras haber nacido de nuevo hace 38 años es de la posibilidad de tener un Padre inigualable.

Por lo tanto, una oración eficaz empieza reconociendo que Él es nuestro Padre, así que quiero terminar recalcándote esto: eres hijo de Dios, heredero de Él y coheredero con Cristo. Ora en lo secreto para que tu Padre te recompense en público. Y todo lo que has aprendido acerca de Su paternidad, ¡díselo! Nada en la vida se compara a Su inigualable amor.


[1] Santiago 1:13-16: ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.

[2] Santiago 1:17-18: Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.

[3] Mateo 6:5: Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.

[4] Mateo 6:6: Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

[5] Mateo 6:7: Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.

[6] Mateo 6:9-13: Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

[7] Mateo 6:9: Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

[8] Romanos 8:15: Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

[9] Gálatas 4:4-7: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Si crees que eres un hijo de Dios, tienes que creer que Él es tu Padre, independientemente de nuestro padre en la tierra. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.

[10] Juan 20:16-17: Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

[11] 3 Juan 1:2: Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.

[12] Mateo 7:11: Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?

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