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Los re de Jesús

Los re de Jesús

14 de enero de 2018

Tiempo de lectura: 4 minutos

Antes de entrarle con todo al año 2018 debemos recuperar las fuerzas y todo aquello que nos hace avanzar en la vida. La recuperación es una capacidad que todos tenemos, y para enfrentar el nuevo año, debes recuperar tus ventas, tu economía, tu salud, el corazón de tus hijos, el de tu esposa. Para lograr todo eso, primero debes recuperar tu ánimo.

También debes olvidar. No puedes vivir de glorias y escenarios pasados y debes asegurarte de que tu vida no se convierta en un continuo repetir de patrones. Claro, no puede ser en vano todo lo que has vivido ―pues eso es lo que ha edificado a la persona en la que te has convertido― pero eso no significa que tengas que traerlo contigo para siempre. Si te cortó el novio o la novia, también déjalo atrás, ya vendrá la persona indicada. El pasado solo sirve para aprender y enfrentar lo que sigue.

Jesús renunció a la posición que ocupaba, dejó el cielo, se hizo hombre y vino a la tierra con una razón y un objetivo.[1] Para lograr una meta, habrá cosas a las que debamos renunciar de una vez por todas porque limitan nuestro avance. Si sigues atado a un vicio, satisfaciendo los deseos de la carne, es porque tu cuerpo te sigue diciendo qué hacer y tiene control sobre ti, cuando en realidad debería ser al revés. Cada vez habrá más personas y situaciones que buscarán sacarnos del camino, pero debemos lograr dominio propio para vencer la tentación. Debes renunciar a los malos hábitos que afectan a quienes te rodean, desechar los patrones repetitivos de conducta que te hacen caer. Renuncia a la mentira, a los vicios, al dinero fácil.

Jesús también vino a replantear nuestras relaciones. Mientras tengas mala relación con tu socio, tu hermano, tus padres, tu esposa o tu amigo, incluso tus ofrendas no tendrán impacto.[2] Toma en cuenta que las buenas relaciones son positivas. Conviértete en alguien con quien la gente quiera relacionarse; esa es una capacidad que desarrollamos los seres humanos con nuestra forma de ver la vida y tratar a los demás. Tus reacciones ante situaciones adversas te convierten en un punto de referencia y de ti se hablará según cómo te comportes con los demás.

Jesús vino a mostrarnos la forma de relacionarnos con nuestro Padre y en este nuevo año nuestra relación con Dios no puede igual: en 2018 debemos esforzarnos más. La Palabra asegura que en los postreros días el amor de muchos se enfriará a causa de la maldad.[3] No permitas que tu amor por Dios se enfríe y que tu comunión con Él disminuya. No leas la Biblia solo cuando vienes a la iglesia, no ores solo cuando las cosas estén muy feas y tengas el agua hasta el cuello porque ya será tarde.

Tus pensamientos cada día deberán ser mejores, tus convicciones más fuertes y tus acciones más contundentes porque la maldad ha crecido y hay que enfrentarla como personas espiritualmente fuertes. Tu fe no puede ser la misma del año pasado porque los desafíos serán mayores, pero también lo será la victoria y la recompensa.

Aunque 2017 no fue un año fácil para muchos, tampoco fue del todo malo. En mi caso, a pesar de que mi madre partió a la presencia del Señor, también conocí lugares y viví experiencias nuevas, y en resumen, tengo buenos recuerdos de ese año. 2018 también será de bendición porque Dios es justo con quienes le sirven y les jura prosperidad y multiplicación.[4]

Su promesa ya está hecha, ahora solo vive conforme a Su voluntad. ¡No te sueltes de Él hasta que te bendiga! Provócalo, hazte escuchar, golpea el cielo todos los días con tus oraciones, haz que Él te observe mientras predicas, sirves, ayudas y compartes con los demás. No permitas que el diablo te domine y el cuerpo siga gobernando tus decisiones, ¡libérate de eso y avanza! Los hijos de Dios no retroceden sino que toman el arado y siguen trabajando la tierra porque saben que dará fruto que trascenderá para que las generaciones descubran el valor de servir a Dios.

¿Qué traerá el 2018 para ti? ¿Con cuánta espiritualidad podrás definir tu tiempo? ¿Cuánta bendición recibirás? ¿Qué nuevos retos tendrás que enfrentar? ¿Qué lugares conocerás? ¿Con qué nuevas personas te relacionarás? ¿Qué harás para ellos y qué harán ellos para ti? Dios juró bendecirte y multiplicarte. Serás un punto de referencia y tu conexión con Dios hará que camines bajo una bendición abundante. Tus acciones y tu convicción definirán la prosperidad de tus generaciones y no habrá ningún ser humano capaz de interponerse entre tu bendición y el Dios que te la dio.


[1]Filipenses 2:5-7: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres.

[2]Mateo 5:21-26: Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

[3]Mateo 24:12: Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.

[4]Hebreos 6:10-14: Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.

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