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Los silencios de Dios

Los silencios de Dios

27 de septiembre de 2020

Tiempo de lectura: 8 minutos

Orar puede darnos mucha paz,[1] pero también provocarnos mucha frustración cuando buscamos una respuesta que no llega. Dios tiene muchas formas de respondernos. A veces puede decirnos “Sí”; otras, simplemente “No” e incluso habrá veces en que nos dirá “Sí, pero ahora no, sino más adelante”. Sin embargo, en los silencios de Dios siempre hay incertidumbre.

Hace algunos años pasé por una etapa donde empecé a cuestionar muchas cosas y me sentí en la necesidad de hacerle preguntas a Dios. En busca de respuestas manejé cinco horas hasta un lugar alejado donde en soledad pudiera orarle y exponerle mi quebrantamiento. Pasé el primer día y la primera noche sin escuchar nada. Al día siguiente fue igual. Al tercer día, tampoco. En resumen, pasé tres días en ese lugar sin lograr escuchar la voz del Señor, cuando era precisamente lo que buscaba. ¡Ya te imaginarás mi frustración!

Esto puede pasar muchas veces. Pedimos bienestar económico para nuestra familia o sanidad para un ser querido y la respuesta de Dios nunca llega. Entonces me di cuenta de que Sus silencios tienen un propósito y nos corresponde a nosotros saber interpretarlos. Por eso quiero compartirte tres tipos de silencios de Dios que he aprendido a diferenciar.

  1. Silencio por fe

Este es el silencio que los cielos guardan con tal de que nuestra fe crezca y, como la mujer cananea que en los Evangelios fue insistente a pesar del silencio de Jesús, podamos insistir por respuestas.[2] Dios sabe que con Su silencio también puede provocar que tu fe crezca. La fe más grande solo puede nacer en un ambiente de incertidumbre. Si la vida fuera una competencia deportiva, Dios no solo nos da un trofeo, sino que nos prepara para ganarlo.

  1. Silencio por acción y movimiento

En el libro de Marcos leemos la historia de Bartimeo, quien, a pesar de su condición de invidente, tuvo que caminar hasta donde estaba Jesús para provocar un milagro.[3] Jesús esperó que el ciego se acercara a Él, y no al revés. De igual modo, muchas veces en nuestra oración le pedimos a Dios que haga algo que nos corresponde a nosotros. Es como si yo le pidiera por bajar una libra y un cinco por ciento de grasa corporal cada día pero sin hacer dieta ni ejercicio para lograrlo.

Alinea tus acciones a tus pensamientos. No solo ores por un trabajo, también toca las puertas indicadas. No solo ores por erradicar un vicio, también abstente de él. No solo ores por provisión, también sal a buscarla. Hay distancias que solo a ti te corresponde caminar. Esfuérzate por lograr lo que quieres y te aseguro que los cielos respaldarán ese esfuerzo y esa valentía.

  1. Silencio por comunión

Así como hay un silencio por fe y un silencio por acción y movimiento, también hay un silencio por comunión. Yo lo relaciono con la enseñanza más hermosa que mi hijo de trece meses me ha dado. Hace un par de semanas dijo por primera vez “Papá”, pero antes de eso solo tenía dos palabras en su vocabulario y aun hoy si él me dice algo, no lo puedo entender y seguramente él a mí tampoco; sin embargo, eso no significa que yo no tenga un comunión con él.

Muchas veces creemos que la oración siempre debe estar llena de palabras, pero así como yo no necesito palabras para relacionarme con mi hijo, a veces tampoco nuestro Padre necesita palabras para hacerlo con nosotros.[4] Basta con hacernos sentir Su presencia.

Por eso te motivo a pedirle a Dios que te ayude a sentir esa presencia. Que te ayude a tener la fe para dar un siguiente paso, pero también para que sepas interpretar cada uno de Sus silencios y a disfrutarlos. Te aseguro que Él te bendecirá cuando menos lo esperas.


[1] Filipenses 4:6-7 (NTV): No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.

[2] Mateo 15:21-28: Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

[3] Marcos 10:46: Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.

[4] Romanos 8:26: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

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