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Mira mi fe

10 de octubre de 2006

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Marcos 2:1-4.  Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días;  y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud,  descubrieron el techo de donde estaba,  y haciendo una abertura,  bajaron el lecho en que yacía el paralítico.

Se ve tan sencilla esta enseñanza, pero en pocos versos, se da una historia que tiene mucho qué decir. Déjeme imaginar que convencer a un hombre de llevarlo cargado entre cuatro, no ha de haber sido fácil, tampoco que los que lo llevaron dejaran su trabajo ese día. Cuando leí el libro sobre la vida de Katherine Kulhman, me enteré que hacía los cultos de milagros en una iglesia presbiteriana los viernes por la mañana. Yo decía: “¿Por qué no los domingos? Más fácil. Un enfermo tenía que conseguir a alguien que lo llevara un día de trabajo. Entonces, la fe se empezaba a desarrollar desde ese momento. La persona pensaba “tengo que encontrar quién me lleve ese día”. Y empezaba una batalla de fe. Frases como “no puedo ir, no tengo carro, no me puedo mover” venían a su mente, pero luego decía: “conseguiré a alguien”. Cuando la gente llegaba, se iba sana porque había estado peleando una continua batalla de fe, de la cual había salido victoriosa.

Algunos se asoman a la iglesia o a la célula, y cuando llegan, está todo lleno y los diáconos no les ponen atención. No los dejan entrar, como en el caso del paralítico. El pudo haber dicho: “¿No que Dios es amor?”, “hipócritas, ni entrar me dejan”. Pero ellos no se rindieron, sino que dijeron: “vamos a hacer algo, te vamos a subir al techo”. Se tuvieron que poner de acuerdo los cuatro para ver cómo hacían para poder hacerlo entrar. ¿Se imaginan la subida de ese hombre en camilla? Se ha de haber tambaleado mucho. Por fin, lo suben y luego, no hay por dónde entrar. Y uno de ellos dijo: “abramos un hoyo en el techo”. Los pensamientos son tan diversos a la hora de pelear una batalla de fe. Pero los cristianos debemos ser santamente tercos hasta conseguir lo que la Palabra de Dios promete.

Dice la Biblia en los versos 5-9: Al ver Jesús la fe de ellos,  dijo al paralítico:  Hijo,  tus pecados te son perdonados.  Estaban allí sentados algunos de los escribas,  los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así?  Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo:  ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir al paralítico:  Tus pecados te son perdonados o levántate,  toma tu lecho y anda?

Al ver la fe de ellos, dio la palabra. Tu fe se tiene que ver, no sólo oír. Los verdaderos intercesores hacen que Jesús hable. Estos cuatro hombres hicieron que Jesús hablara cuando El vio la fe de ellos. Pero muchas veces, la fe sólo se oye, y yo les digo, no el Señor: “Muestren su fe”, es diferente a hablarla. ¿Usted cree que Jesús no los había visto afuera cuando querían entrar? Pero El quería que mostraran su fe. El pudo haber dicho: “déjenlos entrar”, pero no lo hizo.

¿Qué pasa cuando peleas una batalla de fe? Hablas, gritas, te expresas con fe, pero debes trabajar y hacerlo con FE, que El vea que lo estás haciendo creyéndole,  no sólo diciéndolo. Actúa con fe, no sólo hables. Haz cosas que le digan al Señor que la tienes. Por eso, dice la Biblia: “Llamad y se os abrirá; pedid y se os dará, buscad y hallaréis”. El quiere que hagamos eso como demostración de que creemos. con FE,

Hay un tiempo para orar. Pero recuerda que Moisés frente al Mar Rojo tuvo que usar la vara que Dios le dio, no ponerse a orar. Decimos: “que Dios me saque adelante”, pero tenemos que hacer algo.

Levanta las manos y di: “Señor, yo voy a actuar, y haré cosas que mostrarán que creo”. Dile al que está a la par: “Jesús te observa”. Recuerdo que cuando estábamos por tomar la tierra que hoy tenemos, esas 40 manzanas para construir el próximo proyecto, vino la gente de bienes raíces y me ofreció un terreno para mi casa, pero yo les dije que lo que quería era un terreno para la iglesia. Me preguntaron qué terreno me gustaría, y les dije cuál era. Ellos dijeron que ese era inaccesible; sin embargo, gracias a que insistí en que era ese y Dios me respaldó, ellos accedieron a negociar. Al principio, sólo nos daban cinco manzanas, pero terminaron dándonos 40. Me dieron el terreno bajo las condiciones más favorables; ningún contrato de bienes raíces en Guatemala se ha hecho de esa forma. ¿Qué tal si digo que no? ¿Qué tal si le creo que era inaccesible? ¿O el Señor te pone El mismo algunas trabas para asegurarse de que en verdad le estás creyendo? Los que al primer problema se hacen para atrás, demuestran que nunca creyeron.

Santiago 2:18. Pero alguno dirá:  Tú tienes fe,  y yo tengo obras.  Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.

No es lo mismo decir que Dios te va a prosperar, a salir a trabajar creyendo que Dios lo hará. No es lo mismo creer que tu matrimonio se va a restaurar a que llegues con un regalo, pidas perdón, aumentes el gasto creyendo que será restaurado. La Biblia dice: “Imitad la fe de vuestros pastores, considerar cuál ha sido el resultado de su conducta”. Los pastores no estamos llamados a tan solo decir algo, sino a hacerlo. No hay mejor cosa que estar en una congregación en la que no sólo te predican, sino que va para alguna parte. ¿Por qué crees que tanto empresario se congrega aquí? Porque se sienten seguros en un lugar que avanza, no sólo en un lugar que le dicen algo. Usted mira las cruzadas, lo que hacemos, la Arroba de Oro y dice: “vamos para algún lado”. Usted hecha raíces en la congregación para que juntos avancemos.

Dice la Palabra en Santiago 2:19-21: Tú crees que Dios es uno;  bien haces.  También los demonios creen,  y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?

Cuando Abraham le iba a meter el puñal a su hijo, El lo detuvo; Dios sólo quería ver su fe en el momento que él hizo algo, no cuando dijo que lo haría. Jesús decía: “que se haga conforme a tu fe”. Jesús hace milagros donde encuentra fe. La mayor parte de la gente ora sus temores, no la Palabra con fe. Muchos oran para ser sanos y no dejar a sus hijos solos; en lugar de orar para estar más tiempo con ellos. ¿Qué oras tú? ¿Tus miedos o lo que crees que es tuyo? Ora por lo que crees, no por lo que temes. ¿Por qué oras? Detrás de cada oración, hay un corazón y detrás de éste, hay una formación. Yo no pretendo formar una congregación que ore sus temores, que ore “no puedo”. De eso ya hemos tenido suficiente y se ha demostrado que no saca a nadie adelante, no funciona.

Lucas 7:1-7. Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía,  entró en Capernaum. Y el siervo de un centurión,  a quien éste quería mucho,  estaba enfermo y a punto de morir.  Cuando el centurión oyó hablar de Jesús,  le envió unos ancianos de los judíos,  rogándole que viniese y sanase a su siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud,  diciéndole:  Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación,  y nos edificó una sinagoga.  Y Jesús fue con ellos.  Pero cuando ya no estaban lejos de la casa,  el centurión envió a él unos amigos,  diciéndole:  Señor,  no te molestes,  pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti;  pero di la palabra,  y mi siervo será sano.

Los ancianos le dijeron: “es digno que le hagas un milagro”. El centurión le dijo: “no soy digno que entres a mi casa”. El se sentía indigno. Pero Jesús es capaz de sanar a cualquiera cuando le cree. No importa el pecado que haya cometido. El sana homosexuales, lesbianas, prostitutas, rescata gente en adulterio, etc. Ellos le dijeron: “Señor, ahí hay un hombre que es digno que le hagas un milagro, porque ama nuestra nación y nos hizo una sinagoga”. Que diga que la ama sin dar algo, no le creo. No hay quien ame que no dé. La mayor expresión de amor es dar. ¿De dónde vio Jesús que tenía fe? No oyó que la tenía, vio la sinagoga. De nuevo, la fe se ve y cuando Jesús ve algo, dice algo. Habiendo visto, ahora viene el centurión a sacarle a Jesús algo que diga, porque al ver la fe de aquellos cuatro, Jesús dijo la palabra. Y cuando vio la fe del centurión, también habló la palabra. En Lucas 7:8-10 dice: Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad,  y tengo soldados bajo mis órdenes;  y digo a éste:  Ve,  y va;  y al otro:  Ven,  y viene;  y a mi siervo:  Haz esto,  y lo hace. Al oír esto,  Jesús se maravilló de él,  y volviéndose,  dijo a la gente que le seguía:  Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y al regresar a casa, los que habían sido enviados  hallaron sano al siervo que había estado enfermo.

Diga conmigo: “Hay momentos que para que Jesús diga algo, primero tiene que ver algo”. ¿Qué ve Jesús en ti? No qué oye, sino qué mira. ¿A través de qué la mira? De lo que haces. Por lo tanto, si tú dices que crees que Dios te va a sacar adelante, ve y haz algo en lo que Dios tenga que bendecirte. Y serás próspero en lo que emprendas, no en lo que pienses. El prospera lo que haces, no lo que piensas hacer. Ve y haz algo. ¿Crees que tus hijos son del Señor? Tráelos, involúcralos, ora por ellos. Verás que al ver eso, Jesús les dirá algo a ellos. Nunca critiques a los que hacen algo, únete a ellos y haz algo. Todo lo que hagas, hazlo porque crees. ¿Cuántos van a ir a hacer algo?

Jesús quiere consolarte, edificarte, bendecirte, pero ¡quiere ver tu fe!

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