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Pon tu mirada arriba

25 de febrero de 2007

Tiempo de lectura: 10 minutos

 

 

Colosenses 3:1
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.

La gran mayoría de personas no tiene un objetivo, una visión, una meta en su vida. El 95% muere sin tener una visión. Ves nacer un niño y no sabes para qué nació. En general, la gente no sabe lo que realmente quiere. Tiene sueños, pero no tiene una visión. Si no la tiene, ¿cómo tendrá provisión? La Biblia dice que tienen que poner la mira en algo. La mira es lo que tienen las armas arriba, con lo que apuntas. Yo te hago la pregunta: ¿Tienes la mira puesta en algo en la tierra, tienes un objetivo claro? Cuando juegas un partido de fútbol, sabes bien qué es lo que tienes que hacer: meter goles, ganar el partido; no importa la estrategia, pero tienes que meterlos. Está claro cuál es el objetivo, pero no todos tienen claro su objetivo en la vida, sino que la viven siguiendo la corriente, van y vienen adónde los lleve.

Escribe objetivos claros en tu vida. Cosas que tú digas: “Yo no me voy a morir hasta ver esto cumplido”. Pon los objetivos de lo que quieras tener, puedes incluir las áreas que quieras: tu familia, trabajo, ministerio; lo que creas que es importante y valioso para ti.

Tu vida es una saeta. Es mejor que sepas hacia dónde será disparada. Una bala perdida no llega a ningún lugar. Hay un dicho que dice: “El que no sabe adónde va, ya llegó.”  Todos tienen objetivos, como llegarse a casar, poder tener una familia feliz, el ver crecer a sus hijos, tener una casa o una empresa rentable. El apóstol Pablo dice una cosa aquí que quiero que le pongan atención: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba y no en las de la tierra”. Pon atención que lo que Pablo nos enseña es algo más de lo que hicimos en este momento. Cuando escribas tus objetivos, hazlo poniendo la mira en el cielo y no en la tierra solamente. A veces, cuando fijamos objetivos, no lo hacemos de esta forma. Por ejemplo, dices: “Yo quiero ser una persona millonaria, pero hay muchas formas de serlo”. Así como está el empresario, está el narco. Tú un día vas a llegar arriba, y ¿qué va a pasar con ese millón? No serás juzgado por el objetivo en la tierra, sino por la forma en que lo lograste.

Todos vamos a ser juzgados por Dios. Quiero que dejes de pensar en la vida en la tierra y que pienses en el momento en que te pares delante de Jesús. Quiero hacerte esta pregunta: ¿Qué es lo que pasará en ese momento? Porque si todas nuestras metas son terrenales, el día que muramos se acabaron las metas. Si vas en una carrera cuyo fin es el cielo, apúntale al cielo. Si dices: “Yo quiero educar bien a mis hijos”. ¿Cómo quieres que tus hijos lleguen al cielo? Debes pensar cómo quieres que estén cuando lleguen delante de Cristo.

Fallamos con ver sólo las cosas aquí en la tierra. Tú pudiste haber dicho: “Quiero construir la casa de mis sueños aquí en la tierra”. Pero si tú no tienes sueños para tu casa en el cielo, tu sueño de aquí en la tierra se acabará algún día. Tienes que tener algo puesto allá arriba. ¿Qué quieres que suceda cuando llegues al cielo? Yo quiero arrodillarme ante el Señor, besarle los pies y decirle: “Señor, tú sabes que hice lo posible por traerte la mayor cantidad de almas”. Toda mi vida gira alrededor de ese objetivo. Yo no vivo para el día que llegue a la tumba, sino  para día que llegue al cielo, porque ahí seré juzgado. Como todo gira alrededor de cuando llegue al cielo, todo lo que hago en la tierra lo hago planeado para cuando llegue allá. Mi matrimonio, mis hijos, mi carrera, mi trabajo, mi dedicación, mi esfuerzo, todo lo hago para cuando llegue delante de Cristo y le pueda dar cuentas de eso. Cuando realmente tienes la mira puesta en algo, todo lo demás en tu vida gira alrededor. Escribe qué quieres que suceda el día que llegues a pararte delante de Jesús.

Nuestra mente ha pensado más en los objetivos de la tierra que en los del cielo. Ahora escribe cuáles son tus objetivos para el cielo. Quiero que anotes cinco áreas y qué harás para cumplir tus objetivos en cada una de ellas. Tu matrimonio, tus hijos, tus finanzas, tu ministerio y tu vida como ciudadano en esta nación. Por ejemplo, si el objetivo de mi vida es llegar un día delante del Señor y llevar la mayor cantidad de discípulos, no puedo tener un matrimonio que no gire en torno a eso. La educación que les doy a mis hijos, va en esa vía; los educo para que cuando lleguen al cielo, digan: “Mi papá trajo tantos, pero yo traigo tantos”. Debes escoger el trabajo y la vida financiera que te lleve a alcanzar esos objetivos. El trabajo que tienes ¿realmente te ayuda a cumplir ese objetivo?

Déjame contarte esta anécdota: Yo estudié derecho en la Universidad Francisco Marroquín. Una noche estábamos estudiando derecho bancario, tenía una catedrática muy dura, estricta, pero muy buena. Estábamos leyendo el código de la ley, y ella dijo: “¿Están todos de acuerdo con esto?” Lo volvió a preguntar, y todos dijeron “Sí”. Cuando volvió a preguntar, yo levanté la mano que no estaba de acuerdo. (En la universidad conocí al Señor, leía la Biblia antes y después de clases.) Yo levanté la mano y le expliqué la razón por la cual no estaba de acuerdo, y se me quedó viendo y dijo: “Tiene razón, usted es brillante, pero es un desperdicio. Podría ser un buen abogado, pero se pasa leyendo la Biblia todo el tiempo”. Yo le dije: “El día que usted y yo lleguemos delante de Jesús, vamos a ver quién desperdició su vida”. Yo tengo la mira arriba.

Hebreos 11:8
Por la fe Abraham obedeció siendo llamado para salir a un lugar que habría de recibir como herencia sin saber adónde iba.

No todo el que sigue a Cristo sabe adónde va, pero sabe a quién sigue.

Dios le dijo: “Quiero que dejes esa tierra y que te dirijas a una tierra que yo te voy a mostrar”, y él obedeció por la fe. Si tú quieres más obediencia, pide más fe.

9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa.

Dios le habló a Abraham; éste a Isaac, y éste a Jacob. Ellos son coherederos de la misma promesa. No toda promesa recibe un llamado de Dios, pero todos pueden ser herederos de las promesas de un llamado. Todo aquel que crea al pastor que Dios puso en la congregación, recibe las mismas promesas de Dios. Cuando tienes un padre espiritual, cuando crees que ese llamado es para ti, lo que Dios le ha prometido a tu padre espiritual también es para ti.

10 Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos cuyo arquitecto y fundador es Dios. 13-16 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

Dios le dice a Abraham: “Quiero que dejes esa vida y que te vayas al lugar donde yo te voy a decir”. El obedece y llega a Canaán. Si Abraham hubiera estado pensando en esta tierra, mientras vivía en la otra, hubiera tenido tiempo de volver. Si manejas el carro de tu vida viendo el retrovisor, va a dar vuelta en U. Si estás viviendo una vida pensando en tu pasado en el mundo, vas a terminar regresando allá. Así pronto terminarás allí, porque terminarás en el lugar donde fijas la vista. Abraham está en la tierra prometida, creyó que esa tierra iba a ser de él. La tierra prometida son las promesas que Dios te ha dado. El dijo: “Cree tú y toda tu casa será salva; impón las manos y los enfermos sanarán; te prosperaré conforme a mis riquezas en Cristo Jesús; todo lo que tu mano tocaré será bendito; serás cabeza y no cola”.

Hay cantidad de promesas aquí en la tierra y eso es lo que representa la tierra prometida. Todos ustedes deben de estar esperando algo de Dios. Si no estás creyendo por algo mayor a lo que tienes, no tienes fe. El quiere darte algo grande y la única forma de obtenerlo es por fe. Sin fe es imposible agradar a Dios; por lo tanto, El te pone a creer por cosas grandes. Las pone delante de ti para levantar tu fe, porque en el momento en que te pones a creer, Él hace. Te pregunto: ¿Tienes metas para tu vida? Si no estás esperando algo, no estás usando la fe. Y si no vas a usar tu fe, ¿para qué necesitas a Dios? El siempre quiere poner algo grande delante de ti para que le creas. Esa tierra prometida que fluía leche y miel tenía gigantes. Ahora Dios desea que derribes gigantes, pero motiva tu fe para creer en algo grande, porque al creerlo, los gigantes se mirarán pequeños. Eso es lo que Dios tenía. Dice la Biblia que El habitó como extranjero en esa tierra. Era la tierra que Dios le había prometido, era su tierra, pero vivió como si no fuera la suya, como que fuera extranjero. Dijo: “Soy extranjero y peregrino en esta tierra”.

Quiero que pongas atención: Este es su pueblo, su casa, y Dios le dice: “Quiero que vayas a tu nueva casa”. Ahora llega a la tierra que Dios le va a dar y estando ahí parado, no dice: “Ya llegué a la tierra que Dios me ha dado,” sino: “Soy extranjero en esta tierra”. Y la Biblia explica por qué. Porque estaba viendo a los cielos, a una ciudad que iba a bajar de ahí; una ciudad que tiene fundamento, cuyo arquitecto y fundador es Dios.

Hay tres lugares donde puede poner su vida: su pasado, su presente en la tierra o su futuro arriba en los cielos. La mayoría de cristianos sólo miran la tierra prometida y ahí se quedan.

Cuando Dios llamó a Abraham, nunca le dijo que había una ciudad en el cielo. El único llamado que Dios le hizo fue: “Te voy a dar una nueva tierra”. Cuando Abraham iba caminando a la tierra prometida, me imagino que pensaba que Dios no lo había sacado de ahí sólo por eso, que Dios quería que cambiara de dirección. El quiere que busques algo más allá en el cielo. Dijo: “No voy a poner mi mirada aquí en esta tierra, sino allá arriba en el cielo”. Y cuando Dios llegó con Abraham, le dijo: “¿Estás bien en esta tierra?”. El dijo: “Sí, Señor, pero esta no es mi tierra, yo estoy esperando algo más allá en el cielo”.

Viene Dios y te dice: “Quiero que creas porque vas a tener tu casa propia,” y empiezas a usar tu fe para eso. Esta es Canaán aquí en la tierra y tú sueñas, ahorras porque estás creyendo por esa casa. Pero mientras lo estás haciendo, creyendo en esta tierra, quiere que te pongas  a pensar que cuando llegues al cielo, tendrás también una. Que mientras crees por esta, pienses en que tienes una en el cielo; que vivas con la mirada puesta en los cielos. Dios motiva para esto a través de usar la fe para cosas que tienes en la tierra. Algunos de ustedes están creyendo porque les vaya bien aquí en la tierra. Pero mientras están creyendo por algo aquí en la tierra, voltea la mira por algo en el cielo. Cree por lo que Dios te dará el día que Jesús venga  a la tierra. No limites tu mira en lo que esperas en la tierra; lo que quiere darte en el cielo es mucho mayor.

Abraham dijo: “Yo soy extranjero en esta tierra”. Dice la Biblia que lo vieron, lo confesaron y por eso Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos. El quiere hijos cuya vida apunte al cielo y no sólo a la tierra. No puede ser que todas las promesas sean para esta tierra. ¿Estás esperando algo de los cielos? ¿Estás haciendo tesoros en los cielos? ¿Tienes toda tu esperanza aquí en la tierra?

Hebreos 11:24-26
Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.

No la puso en su tesoro, ni en sus títulos, sino en el galardón. Hay gente que se equivoca y dice: “Yo no quiero mi galardón”. ¿Cómo no vas a querer lo que Cristo está preparando para ti? Cuando pones la mirada en el galardón, hasta los tesoros más grandes de este mundo se quedan pequeños.

27 Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.

¿Cómo se puede ver al invisible? Cuando el mundo tiene ira en contra tuya, ¿qué haces? Te sostienes como viendo al invisible. Los cristianos vemos lo que otros no ven.

¿Dónde tienes puesta tu mirada? Algunos la tienen en el pasado, por eso tienen rencor y amargura. Algunos en el presente, por eso a cada rato se chocan. Algunos en el día que mueran, en la tumba; pero hay unos que la tienen en el cielo.

Hebreos 12:1
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.

Cuando Jesús iba camino a la cruz, él no vio la cruz, ni la traición que le iban a hacer, ni las injusticias, ni siquiera la muerte, ni la tumba, sino el gozo que siente cada vez que un pecador se arrepiente. Cuando iba camino a la cruz, lo abandonaron, traicionaron, entregaron, le hicieron injusticias, un juicio que no era legal, no le encontraron pecado y aún así, lo condenaron, lo dejaron solo, pero El no se echó para atrás porque tenía la mirada en el día que tú ibas a venir a los pies de El con lágrimas en tus ojos y se te iba a perdonar tu pecado. El dijo: “Vale la pena, voy a aguantar todo eso por él”. Ahora El te pide que hagas lo mismo, que aguantes todo lo que sea necesario por estar con El. Así como Él puso su mirada en ti, así quiere que la pongas en Él. Así te dejen solo, te vituperen, te dejen desnudo colgado en una cruz, no te rindas nunca. Pon tu mirada en el galardón, en el invisible, esperando que un día te llamen y puedas a decir: “me costó, fue duro, pero he venido contigo”.

El que se mantenga firme hasta el fin, será salvo. El que tenga su vista puesta en los cielos, es el que llega hasta el final. Donde tú miras, es donde terminarás. Pablo decía: “Nada me va a separar del amor de Dios, ni lo alto, ni lo bajo, ni principados, ni potestades, nada me va a separar del amor en Cristo Jesús”. Habrá gente que te pueda traicionar, habrá pruebas, cosas de egipcios que debes dejar, pecados que debes abandonar, pero es tan fácil dejarlo cuando pones la vista allá arriba.

Quiero que veas en tu espíritu esto: que imagines el día que te pares delante de Jesús. Que cierres tus ojos y en este momento te imagines en el cielo, que te veas delante de Jesús, no tengas temor a imaginarlo. Ahí estando delante de El, ¿qué es lo que tú crees que El te dice? Y ¿qué es lo que quisieras decirle? Pon tu mira, tu vista en el cielo y mirándolo a El, allí quiero que hables como que este fuera el momento real, hasta que todo tu ser llegue a estar en ese lugar. ¿Qué le dirías a Jesús si estuviera enfrente de ti?

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