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Venciendo el virus del temor

Venciendo el virus del temor

15 de marzo de 2020

Tiempo de lectura: 8 minutos

La prudencia es fundamental para combatir el virus del temor.[1] En situaciones como la que estamos atravesando en medio de esta pandemia no solo es la enfermedad la que nos causa temor, sino la economía, el bienestar familiar y muchos otros factores. Cuando tomamos medidas para prevenir que empeore la situación estamos haciendo uso de la prudencia. Podemos ver ejemplificado esto al llevar un quinto neumático cuando salimos de viaje o cuando ahorramos en los momentos de crisis. No tomamos medidas de precaución por falta de fe, sino que también utilizamos la sabiduría que nos dio Dios para resolver más rápido los problemas. Si a las medidas que tomamos le sumamos pensamientos positivos, seguramente lograremos estabilizar nuestras emociones en los momentos de incertidumbre.

Para Jesús no es nada nuevo el hecho de que tengamos temores. Él conoce nuestros miedos y no es ajeno a ellos.[2] “No tengas miedo”, es la frase que más se repite en la Biblia. Jesús sabe que vamos a experimentar situaciones que van a causarnos temor, pero no podemos paralizarnos. Debemos permanecer confiados en que Él actuará a nuestro favor.[3]

Aunque David caminaba en medio de una circunstancia adversa, él no temía mal alguno porque confiaba en que Dios estaba a su lado.[4] Cuando nos rodean situaciones que nos causan temor debemos tener la seguridad de que el Señor nos acompaña.

Las circunstancias adversas han despertado temores de todo tipo.[5] Tenemos que tomar la decisión de actuar confiados en Dios y no temerosos de lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Qué es lo que ha motivado nuestras acciones durante estos últimos días? Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino uno de amor, poder y dominio propio. Como cristianos tenemos el deber de llevar paz, fe y esperanza a las personas que nos rodean.

El Señor nos habla muchas veces, pero también nosotros tenemos la oportunidad de manifestarle lo que pensamos, sentimos y creemos. Lo que sale de nuestra boca es lo que combate el virus de temor. No debemos temer ningún mal porque Él nos protege.[6] Alineemos nuestras palabras a la confianza que tenemos y no al temor que nos puede provocar las circunstancias.[7]

En casa siempre debe haber un Daniel que, a pesar del miedo, logre tener la visión de lo que el Señor quiere hacer.[8] Nuestras palabras pueden provocar que nuestro Padre se manifieste de forma sobrenatural incluso en las situaciones adversas.  

Hay un momento en que la fe nos sirve para avanzar, pero otro en que podemos utilizarla como escudo para defendernos.[9] La fe en Dios sostendrá nuestra economía, salud y familia. ¡El Señor está con nosotros, no debemos temer!


[1] Isaías 40:13-14: ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A quién pidió consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia?

[2] Lucas 8:49-51: Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva. Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.

[3] Lucas 8:41-42: Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.

[4] Salmos 23:3-4: Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

[5] Jeremías 6:23-25: Arco y jabalina empuñarán; crueles son, y no tendrán misericordia; su estruendo brama como el mar, y montarán a caballo como hombres dispuestos para la guerra, contra ti, oh hija de Sion. Su fama oímos, y nuestras manos se descoyuntaron; se apoderó de nosotros angustia, dolor como de mujer que está de parto. No salgas al campo, ni andes por el camino; porque espada de enemigo y temor hay por todas partes.

[6] Salmos 91:2-6: Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.

[7] Isaías 43:1-2: Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.

[8] Daniel 10:7-12: Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra. Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando. Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.

[9] Efesios 6:16: Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

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