14 de enero de 2024
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La nación judía esperaba un libertador, un guerrero, un nuevo líder, un rey que los salvara de su condición bajo el dominio del imperio romano. Habían pasado 400 años de silencio sin ver una manifestación divina entre el pueblo hebreo. Aquella larga espera endureció sus corazones, como nos sucede ante una crisis donde podemos sentirnos abandonados, tristes o decepcionados, mientras nos preguntamos: ¿Por qué Dios permite esto?
En ese contexto, los judíos empiezan a escuchar de un hombre llamado Jesús quien habla del reino de Dios y hace milagros. ¿Será que este es el libertador, el enviado de Dios, el Mesías? Era necesario explicar algo acerca de ese reino, de su manifestación visible en la tierra y principalmente, sobre su Rey. Mateo, el discípulo de Jesús, escribe su libro con la evidencia del registro genealógico para describir a Jesús por su linaje real como un Rey.
Entre el pueblo también fue identificado como Rey y se corre la voz, pues dos ciegos se acercaron gritando: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! [1] No podían ver, pero sí podían creer en Él. De hecho, todas las personas que decían eso, también lo identificaron como el Rey, el Mesías prometido, vinieron a Él y fueron sanados.
Para algunos era el hijo del carpintero, ante otros un profeta, para los romanos era un revoltoso que deseaba levantar al pueblo contra Roma. Los judíos lo esperaban como un rey que iba a venir para darle esplendor al reino judío, y lo hizo, pero de una manera distinta.
Un influyente y próspero miembro del sanedrín llamado Nicodemo, un fariseo conocedor de las Escrituras aplicó una entrevista a profundidad con Jesús, y en secreto, quiso indagar si venía a establecer su reino y cómo funcionaría. Jesús le expuso que así era, “de verdad te lo digo, a menos que uno nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios. El que nace de la carne, es carne. El que nace del Espíritu es espíritu, esa parte de ti debe renacer a una nueva vida”. Eso era difícil de entender para Nicodemo.
Los milagros, señales y prodigios seguían todos los días entre la gente, pero no entendían lo que ocurría porque el pueblo esperaba un libertador, un rey a su manera. El gran contraste era un hombre que decía: no vine a ser servido, sino vine a servir, porque el mayor debe ser servidor de todos.[2]
Jesús vino como un Rey siervo. Para eso, primero hay que despojarse de limitaciones y tomar una nueva forma: la de un siervo, porque de esa manera se presenta la manifestación sobrenatural del Reino de Dios sobre la tierra.[3]
Servir es una expresión que nace del corazón y demuestra la genética divina que posees, es la forma de expresar lo que tienes de Jesús. Humildad y servicio trabajan juntos. El que sirve debe ser humilde, y el humilde necesita servir, porque el servicio construye en nosotros la humildad.
El que sirve al prójimo descubre cómo funciona el Reino que trajo Jesús. Cuando el centurión romano le pide a Jesús que sane a su siervo reconoce que está frente a un Rey con autoridad, que si tan solo ordenaba la sanidad a distancia, el milagro ocurriría. Eso no era lo normal, pero este romano también entendió como funciona el reino de Dios.
En este reino Jesús demuestra que servir a la gente y suplir sus necesidades básicas provoca los milagros y eso ocurrió cuando miles de personas no tenían para comer y les multiplica cinco panes y dos peces. De ese milagro comieron todos y sobraron 12 canastos con pan. En el modelaje de Jesús eso es la manifestación del reino, el que tenga necesidad que reciba, el enfermo que se sane, el cautivo que sea libre, el que no tenía razón de existir que la encuentre.
El cielo está cargado para funcionar a nombre de aquellos que se atreven a imitar a su Rey siervo. Cuando sirvo me parezco a Jesús y hago las cosas que Él hizo.
Jesús sabía que hay un reino oscuro de tinieblas dirigido por satanás, pero Su reino está por encima de eso, Cristo venció a la muerte y nos hizo libres a todos los que nos encontramos con Él. Sirve al prójimo, sirve en tu iglesia, sirve a las personas, porque es así como vas a ver la manifestación del reino de Cristo aquí en la tierra.
[1] Mateo 9:27: Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.
[2] Mateo 20:25-28: Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
[3] Filipenses 2:5-10: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
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