19 de mayo de 2019
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Las barcas son uno de los medios de transporte más antiguos que existen, pero también se utilizan para salir a pescar, ir en busca de provisión. En Lucas 5 leemos que Jesús se encontraba ante una multitud a orillas del lago Genesaret cuando vio dos barcas y se subió a una de ellas.[1] Hecho esto, notó la frustración de los pescadores porque no habían pescado nada y, a pesar de que la multitud seguía allí, pasó a enfocarse en ellos. Él mira nuestras pérdidas y frustraciones, nuestros temores y nuestros lutos. Conoce nuestras necesidades y se enfoca en ellas. Siempre está pendiente de los detalles y nos provee soluciones.[2]
Al enfocarse Jesús en Pedro, este confió e hizo lo que Él le dijo, y el resultado fue una pesca tan grande que necesitaron ayuda de la otra barca.[3] Pasaron de la frustración de no tener nada a tenerlo todo. Fue entonces cuando el pescador le dijo a Jesús que se apartara de él porque era pecador, como si eso tuviera que ver con que Él quisiera bendecirlo con una gran pesca.[4] Los peces no se irán a causa de nuestros pecados.
En este capítulo podemos notar que hay muchas cosas que podrían repararse: desde la barca que se hundía hasta las redes que se rompieron, pero sobre todo era necesario “reparar” al pescador, pues, aunque es cierto que la red no aguantó la pesca, el corazón de Pedro tampoco estaba listo para una pesca tan grande.
Existe una conducta que algunos llaman «atención selectiva», la cual considera el problema a resolver y no las emociones entorno a él. En los deportes solemos ver las victorias y fracasos de los deportistas, pero pocas veces vemos sus traumas. En las carreras de Fórmula 1, por ejemplo, cuando un carro colisiona, ¿quién repara el auto? Los mecánicos. ¿Quién repara los huesos del conductor? Un médico. Pero ¿quién repara al conductor de su trauma? Muchos podrían decir que un psicólogo, pero no siempre es así de fácil. ¿Qué pasará por la mente de un conductor de Fórmula 1 cuando fracasa mientras manejaba uno de los automóviles más rápidos del mundo?
Ejemplos como este hay en todos los deportes y en todas las áreas de la vida. Pedro era un buen pescador, pero no sabemos cuántas noches pasó sin pescar antes de que Jesús hiciera el milagro. Acaso esas noches lo dejaron marcado y muy dolido. Quizá lo único que te haga falta para levantarte del suelo sea reparar un trauma, una herida, un pleito familiar, una discusión que se quedó a medias y que no te permite ponerte de pie.
No te concentres en tus emociones porque pueden ser destructivas, sino más bien en las soluciones. siempre habrá un factor externo y otro interno. Pedro sentía miedo y aunque podía reparar la barca y la red (los factores externos), si no reparaba sus emociones (el factor interno), podría haber zarpado muchas veces e igual no pescaría nada.
Cuando llevas heridas por dentro no importa quién te contrate, cuánto te paguen, el aumento que te den en el trabajo, si el banco te dio el préstamo o muchas otras cosas, porque tú mismo podrías estar boicoteando tu felicidad sin darte cuenta. Felicidad y bienestar son dos cosas distintas. Por eso olvídate de los factores y enfócate en la solución. Mi esposa se lesionó el brazo recientemente y ahora le duele, pero sabe que en pocas semanas estará bien. Cuando tienes una atención selectiva, debes cuidar lo interno, tu relación con los demás y tu entorno.
Más adelante Jesús se volvió a acercar a sus discípulos mientras pescaban, pero tampoco habían pescado nada. En vez de criticarlos por un segundo fracaso, el Señor los ayudó y luego pescaron tanto que hasta sobreabundó.[5] ¿Quién necesita 153 peces para la cena de siete personas? Él conoce tu necesidad, está enfocado en ti y quiere bendecirte con abundancia.
Esta vez pudimos notar que, a diferencia de la anterior, no solo la barca y la red estaban mejoradas, sino que también el pescador estaba sano. Dios puede restaurar algo que hayas perdido, pero primero quiere restaurarte a ti. Porque si un corredor que vuelve al volante tiempo después de un accidente y sin haber sanado por completo, aunque el automóvil y el clima estén en óptimas condiciones, difícilmente pasará de la primera curva.
Jesús quiere sanarte y repararte. No olvides que las personas de fe caminan por aguas donde otros solo pueden navegar. Pídele al Señor que te ayude a reparar tu barca y tu red, pero también que sane al pescador, y nuestro Padre hará cosas maravillosas en tu vida.
[1] Lucas 5:1-3: Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
[2] Lucas 5:4-5: Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
[3] Lucas 5:6-7: Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
[4] Lucas 5:8-11: Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
[5] Juan 21:1-6: Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada. Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
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