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Amor sin condiciones

13 de noviembre de 2006

Tiempo de lectura: 14 minutos

 

El amor sin condiciones es el amor de Dios. Hace quince días,  hablé del poder del amor y la sujeción. El ejemplo que debemos seguir en un matrimonio debe ser lo que Jesús ha hecho. Pero todos crecimos viendo algún ejemplo de matrimonio: el de nuestros padres o la ausencia de ellos. Algunos vieron un buen ejemplo y otros, uno malo. Hay quienes vienen de hogares donde ha habido divorcios, o donde los padres viven juntos, pero entre ellos no se hablan y usan a uno de los hijos para comunicarse entre ellos. En fin, todos hemos crecido siguiendo algún patrón de matrimonio. Nuestra cultura chapina refleja siempre un matrimonio incompleto o malo. Se lo voy a demostrar. ¿Cuántos vieron alguna vez el programa del Chavo del Ocho? ¿Quién era don Ramón? Era un viudo, soltero, con hija única. Doña Florinda, madre soltera enamorada de un hombre que lo estaba “dejando el tren”, la Bruja del 71, el señor Barriga; en fin, no hay un sólo hermano, ni una sola pareja matrimonial en el programa. Aún así, fue el programa más visto. Y no fue por su programación de televisión. Lo vio mucha gente porque se identificó con él.

Nosotros crecimos identificados con un patrón de conducta en nuestra familia. Muchas veces llegamos al matrimonio y lo único que hacemos es imitar o hacer inconscientemente lo que vimos. Hay hijos que crecieron viendo a su padre embriagarse, pegarle a su mamá y esto ocasionó que sintieran un gran rencor hacia él, pero cuando ellos crecieron, hicieron lo mismo. No sé si me estoy explicando. He visto mujeres o jovencitas que crecen en un hogar de madre soltera, y llegan a creer que a ellas tampoco les irá bien en un matrimonio, temiendo una relación en pareja.

La Biblia nos enseña que no debemos seguir la herencia que nuestros padres nos dejaron en cuanto a la conducta. Que como hijos de Dios, debemos seguir la conducta que nos enseña la Biblia. El hombre debe de amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia, no como lo aprendió de ejemplos en su familia. Yo debo amar a mi mujer como Cristo me amó a mí, debo amar a todo ser humano de la misma forma. Este nuevo mandato les doy: “Que se amen los unos a los otros como Yo los he amado”. Voltee a ver al que tiene a la par. Cristo dio la vida en la cruz por mí, ese es el amor de Jesús; el amor de Dios se mostró en que aún siendo yo pecador, El me amó a mí. Siendo yo pecador, El aún así me amó. Quiero que vuelva a ver a la persona que tiene a la par, mírelo de cabeza a los pies. ¿Ya lo vio de todo? Estoy seguro que esa persona tiene muchas razones por las cuales no amarla; errores, pecados, etc. Piensa en tu relación en tu matrimonio, con tus padres, con tus hermanos y si te llevas en algún grado mal con ellos, estás justificando eso con alguna razón. Dices: “es que no me llevo con él porque me cae mal cómo es; no me llevo mejor con mi esposa porque es bien metida y shute; no me llevo mejor con mi compañero de trabajo porque siempre está compitiendo conmigo”. Tiene muchas razones por las cuales no llevarse bien con la gente. Pero Dios tenía suficientes razones para no llevarse bien con usted. ¿O no? Tenía razones para nunca amarlo. Pero ponga atención: Usted puede tener la razón y aún así perder a la persona que ama. Dios dijo: “No importa las razones que tenga, aún así, los voy a amar. Siendo usted cristiano, le ha dado a Dios muchas razones para que El lo deje de amar, pero aún así, lo sigue amando. Porque el amor de Dios consiste en esto: en que El amó primero, por lo tanto, el amor de Dios no consiste en esto: “te amo como tú me tratas”; es: “te amo sin saber cómo me vas a tratar”. “Yo no sé, quizás me puedes rechazar, puedes no creer en mí, pero aún así, te voy a amar”. Dios vio la humanidad y dijo: “Puede ser que ellos me rechacen, puede ser que algunos de ellos no me amen y me maltraten, que haya un ateo, que me insulten y hagan chiste de mí, pero aún así, los voy a amar”.

Dios no midió consecuencias antes de amar, no midió razones antes de hacerlo. Si usted sigue siendo una persona que gobierna su relación con otros por las razones que tiene, no vive bajo el principio del amor, vive bajo el principio de la vanidad de su mente, porque su orgullo lo ha separado de la gente a quien debería estar amando. Eso es ser sabio en su propia opinión. Hay gente que llegará delante del tribunal de Dios y le dirá: “Señor, yo tengo esta razón para haberme comportado así”. Pero Dios les dirá: “Yo te mandé a amar, y no a tener la razón”. Hay gente que llegará y creerá que la explicación que dará por no haber amado a sus padres va a convencer a Dios. Habrá personas que tendrán buenas explicaciones que si las escucháramos hoy, nos conmoverían el corazón; hay mujeres que pueden decir que tuvieron padres que abusaron de ellas, pero Dios les dirá: “Yo tuve las mismas razones para enviarte al infierno a ti, pero aún así morí en la cruz por ti”.

Yo trabajo con los jóvenes adultos solteros, de los 18 ó 20 años. Siempre les enseño esto: no tengas temor de amar. Ha habido una enseñanza en la iglesia evangélica por años: “Si te gusta fulanito, guarda tu corazón, no sea que no te corresponda y te vaya a herir”. Pero Dios no pensó así. No pensó en guardar el 80% de su corazón para no ser herido; él no está herido en el cielo. Cuando Dios amó, lo dio todo. Entonces, yo les digo que no teman ilusionarse, que no guarden su corazón del amor, que lo guarden del temor al rechazo, de los celos, del orgullo. Pero que no de la ilusión. Y les digo: “si a ti te gusta alguien y te enamoras, haz lo mismo que hizo Jesús, da lo mejor de ti y llega hasta la cruz si es necesario (esto en sentido figurado). Sabiendo que aún dando todo por esa persona, ésta te puede decir que no; pero como no necesitas que te digan varios que sí, el día que uno te lo diga, haz lo mismo que Jesús, haz una fiesta”.

La gente piensa que Jesús se entristece cuando alguien no lo recibe, pero El se alegra cuando alguien sí lo recibe. El está viendo la parte de ti que sí está haciendo algo bueno, no está viendo el pecado que te está acusando. El ve que aún en medio de tu debilidad, has venido a buscarle a El, a buscar su perdón y dice: “hijo mío, ven, para eso estoy”. Voltéese con la persona que está a la par y dígale: “Jesús te ama”.

Ese día que estaba enseñando, Dios me estuvo confrontando, porque yo debo de amar a todos como Jesús me amó, pero a la primera que debo amar es a mi esposa. No puedo enseñarle a amar a la persona que está a la par suya si no ama a la que duerme a su lado. Ese día enseñé que lo que Dios demandaba al hombre era amar a la mujer como Cristo había amado a la iglesia, y lo que le manda a la mujer es que se sujete al Señor como la iglesia a Cristo. Les enseñé que la sujeción era algo bueno, bendito; si fuera malo, Dios no lo hubiera pedido. Enseñé tres cosas por las cuales la sujeción es un poder en la mujer: la número uno es el poder de la transformación. I Pedro 3:1-2, dice que la mujer que se sujeta a su marido tiene el poder dado por Dios para ganarse a su marido. La segunda de ellas la llamé “el poder de la asociación”. Dios camina con la mujer sujeta, no con la rebelde. Dice la Biblia que si el hombre llega a tratar mal a la mujer, ni lo llega a escuchar. El no oye las oraciones de aquellos hombres que las tratan mal, ni recibe sus ofrendas, pero nunca lo dice de la mujer, sólo del hombre. Al tercer poder le puse “el poder del consuelo”. Isaías 54:5-6. Si ese hombre te llega a hacer daño o te abandona, Dios será tu marido. El es marido de la sujeta; con la rebelde, ni Dios se quiere casar. Luego de eso, enseñé lo que al hombre le toca, porque muchas veces estamos muy claros de lo que le toca a la mujer, pero poco se ha enseñado acerca del hombre. Y éste le tocó la pacaya más dura porque somos la cabeza del hogar, y tenemos mayor responsabilidad. Y la Biblia enseña que debemos amar a nuestras esposas como Jesús amó a la iglesia. Entre sujetarse y morir, está peor morir. La parte más difícil o dura le tocó al hombre. Y vimos tres cosas que el hombre debe hacer: amar incondicionalmente a su mujer; el primero a mostrar amor en el hogar es el hombre. Usted es el que pone el estándar de amor en su hogar.

Número dos, enseñé que el hombre es responsable de sustentar a la mujer. Uno la sustenta proveyendo vestido y sustento para su cuerpo, pero también la sustenta cuando con ternura habla palabras afectuosas y cariñosas, y eso es sustentar el alma. Si usted dejara de darle de comer a su mujer por un día, al final del día le estaría pidiendo dinero porque tiene hambre. Lo mismo ocurre con el alma, está diciendo: “decime que me querés”. El problema es que su mujer vive de las palabras que usted todos los días le tiene que decir. Y si ella es como todas las mujeres del mundo, quiere que se lo diga mañana, tarde y noche. Y si usted no se lo ha dicho, es capaz de llamarlo a su celular o cuando su jefe lo está cuadrando con tal que le diga que la ama. ¿Cuántos hombres me entienden lo que digo? Nuestra responsabilidad es sustentarla. Tome un tiempo todos los días y dígale a su mujer lo bella y hermosa que es.

Tercero. La responsabilidad del hombre es ministrar a su mujer. Yo como hombre tengo la mujer que yo he formado. La mujer por característica natural es un ser viviente que devuelve multiplicado todo lo que usted le dé. Si usted le da una docena de rosas, rápido reaccionan; si le da un anillo, la mujer le da un matrimonio; le da un esperma, le devuelve un hijo; si la trata mal, le devuelve una bruja. Yo tengo la mujer que he formado. Ella es un espejo de lo que yo he hecho por ella. Eso enseñé hace 15 días.

Hoy quiero continuar con eso. I Juan 4:7-9. Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios.  Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.

El que no ama, no ha conocido a Dios;  porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros,  en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,  para que vivamos por él.

Entre yo más conozco a Dios, más amo. Mientras más tiempo me dedico a contemplar a Dios, más amor tengo en mi corazón. Pero si me mantengo ignorante de Dios, me mantendré vacío de su amor. En esto se mostró el amor de Dios. Digan todos “se mostró” “Dios mostró su amor”. Lo primero que quiero enseñarle es que si usted ama, muestra su amor. El genuino amor no deja duda de su amor, lo demuestra. El mostró su amor, no se lo reservó. Tenemos mucho temor de mostrar nuestro amor por temor de ser rechazados o que se van a burlar de nosotros. ¿Cómo lo mostró? Número uno: Habló su  amor para con nosotros. Jeremías 31 dice que nosotros fuimos amados por El con amor eterno. El habla su amor con nosotros. Número dos, se muestra a través de nuestros gestos y actitudes. Un gesto duro dice mucho, las palabras sarcásticas hieren bastante. Cuando nosotros usamos gestos, expresamos la ternura y amor. La ternura tiene un gran poder, tiene tanto poder que una de las características principales del Espíritu Santo es que es tierno. Número tres. El nos bendice aún con bienes. Cuando usted ama, da; cuando ama a sus hijos, les da. Dios tiene muchos deseos de bendecirlo. Sabe, la otra semana es el tercer cumpleaños de mi hija mayor. Hace tiempo que lo venimos preparando. Ya le compramos lo que ella quería. Si por mí fuera, hoy en la noche se lo daría, porque tengo muchas ganas de darle lo que ella quiere. Y así es Dios, El quiere bendecirlo y darle lo que usted quiere.

Número cuatro. El muestra su amor en lo que El hace. Dios hace muchas cosas también por amarnos a nosotros. Número cinco, muestra su amor en el sacrificio de Jesús por nosotros. Cuando usted ama a alguien, se convierte en una persona abnegada y deja cosas con tal de bendecir a esa otra persona. Dios muestra su amor. ¿Es usted alguien que muestra ese amor? Muchas veces tenemos algunas maneras para dar. Hay algunos que son buenos para dar, pero son difíciles para hablar. Pero si ya dio lo que es más difícil, ¿por qué le cuesta tanto decir unas palabras? Si le cuesta tanto hablar, escríbalas. No le cuesta hacer algo tan sencillo, y los resultados son increíbles.

Verso 10. En esto consiste el amor:  no en que nosotros hayamos amado a Dios,  sino en que él nos amó a nosotros,  y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

Amados, si Dios nos ha amado así,  debemos también nosotros amarnos unos a otros.

Nadie ha visto jamás a Dios.  Si nos amamos unos a otros,  Dios permanece en nosotros,  y su amor se ha perfeccionado en nosotros.
Digan todos “en esto consiste el amor de Dios, en que Dios me amó primero”. Sabe, Dios es proactivo cuando ama. ¿Qué quiere decir eso? El es siempre el primero en dar el primer paso. Dios me habló hace unos días algo y eso me ha cambiado mucho. El me dijo: “El rechazo nunca es una herramienta que yo uso”. Se lo voy a explicar con una historia que me gusta contar. Había un matrimonio una vez viviendo juntos. El hombre llegó a la casa, entró al baño, tomó un cepillo de dientes color rojo y se lavó los dientes con él. El era un poco desordenado, dejado, terminó de lavarse y lo dejó en el lavamos sin terminar de secar ni ponerlo en su lugar. Cuando la mujer entró y vio el cepillo, le dijo así al marido: -¿Por qué usaste mi cepillo color rojo?-. El respondió -El cepillo color rojo es el mío, el tuyo es el verde-. –No -le dijo ella- el mío es el rojo-. El le dijo -ya estás igual de peleonera que tu mamá-. Ella le respondió -no digas eso de mi mamá, lo que pasa es que tú nunca la has querido-. -¿Cómo querés que la quiera si ella nunca me aceptó en su casa? –dijo el marido. Y ustedes saben cómo continuó ese pleito. Para hacerle corta la historia, el marido durmió en el sofá de la sala esa noche. Somató la puerta y salió furioso. Entre más duro se somata, más se busca tener la razón. Si algunos no somatan puertas, rechinan llantas. Son terribles esas mañas, esos arranques de ira.

Entonces el marido se fue a dormir allá, se dijo “que sienta mi ausencia”. Y la mujer pensó “si él se salió, que regrese a pedir perdón”. Entonces empezó la batalla del rechazo, a ver quién aguanta más. “Voy a agregarle un gramo más de rechazo a ver hasta dónde aguanta. Con un poco más, tal vez se quebranta y pide perdón y nos arreglamos”. Dios no obra así, pero nosotros sí. El marido se levantó al siguiente día del sofá, se despertó temprano. Usualmente cuando uno está enojado, no duerme. Late más rápido el corazón, la cabeza le da vueltas. La princesa que usted tenía hace un rato se convierte en el anticristo con siete cabezas y diez cuernos arriba. Cada vez que usted se duerme enojado, le abre la puerta al diablo. Ese marido pensó “me voy, así cuando ella salga, que no me vea y me llame a la oficina”.  Ella dijo “si durmió afuera y no vino, que vea qué come”. No se hablaron ese día. Al día siguiente llegó tarde, más enojado todavía, se quedó en el sofá. Para no hacerle larga la historia, pasaron 15 años así. Ella durmiendo en la cama y él en el sofá. Al cabo de los 15 años, entra la mujer a su cuarto y ve al marido en la cama. Se le queda viendo y le dice: -¿Por qué estás acostado en mi cama?-. El marido le responde: -Tenías razón, el cepillo color rojo era el tuyo-.

¿Cuántos se han peleado por una tontera como la del cepillo color rojo? Saben, nuestro rechazo hace que una pequeña llama incendie todo un bosque. ¿Alguna vez usted ha usado la técnica del silencio? La ley del hielo. “¿Te pasa algo, mi amorcito?” y responde “Nada, estoy bien”. ¿Sabe que Dios nunca ha usado la ley del hielo? I Corintios 1. El es fiel en llamarnos todos los días a la comunión con su hijo Jesús. Cada mañana son nuevas sus misericordias. Es como que El se despertara cada mañana y nos dijera: “Hijo mío, te peleaste conmigo ayer, te fuiste al mundo, seguiste las pasiones de tu carne, pero yo te amo”. Cada mañana son nuevas sus misericordias. Dios es proactivo, El no se aleja de usted, no usa la técnica del rechazo, ni lo avergüenza para hacerlo caer. Dios siempre usa la técnica del amor, no usa el mal para atraerlo a usted, usa el bien. Dios es el mejor enamorador. Si El quiere enamorarlo, le da bendiciones. El no le manda enfermedades para que usted se enamore de El, usted tampoco lo haría, ¿por qué lo haría El? El sabe que si usted se aleja, cosas malas le pueden pasar. El no las manda, las ve venir. Si usted se tira de un edificio, la ley de la gravedad lo va a traer. El no lo tira. Igual son las pruebas, Dios no lo empuja a eso.

Dios no usa la condenación, no usa la acusación. Mucha gente que ha pecado y se ha ido al mundo tiene vergüenza de regresar a la iglesia porque tiene miedo de ser avergonzada. Lo que no sabe es que El hace fiesta cuando un hijo suyo se arrepiente. La gente cree que El estará furioso esperando su regreso. Cree que Dios se va hacer el difícil. Usted no tiene que ganarse su amor, ya le fue otorgado. Sólo debe disfrutar del amor de Dios. El ha sido el primero en dar un paso en amar. Aprendí mucho de esta Palabra en mi vida. Yo debo ser el primero en dirigirme y amar a mi esposa, a mis hijos; no puedo usar la herramienta del rechazo.  Dios es un dios que consuela, no que acusa, y así lo ha querido El llamar a usted. Quiero terminar en esto: Usted no tiene que ganarse nada, ya está hecho. Ame igualmente usted. ¿Cree que podría regresar hoy a su casa y aún cuando su esposa no merezca su ternura, ser tierno? Mujer, ¿cree que puede regresar a su casa y aún cuando su marido no merezca su amor respetuoso y sujeto, dárselo? ¿Cree que puede mostrar ese amor con sus vecinos y familiares? Sea proactivo.

No sé cómo lo han tratado cada vez que se ha equivocado. Hay personas que tienen miedo de hablar en público o hacer una pregunta porque en su casa se burlaban. A veces, el marido tratando de buscar la admiración de su mujer, la provocan a celos. Parecen adolescentes. Ellos cortan con la novia y rápido se hacen novio de otra para provocar a celos. Haga el bien. Mateo 24 dice que en los últimos días, la maldad de muchos se multiplicará y crecerá y, por lo tanto, el amor se ahogará. ¿Sabe usted que el amor no se apaga? Se marchita, se ahoga. Hay quienes dicen “ya dejé de amar”. Pero lo que pasó es que hubo tanto mal ahí adentro, que ahogó el amor que usted sintió un día. Por eso es que Dios no siembra una semilla mala entre usted y él, porque no cosecha algo bueno. No siembra miedo, sino confianza; Dios no siembra el rechazo, siembra la aceptación; no siembra condenación, sino misericordia; no siembra la vergüenza, sino la protección. ¿Es su hogar un refugio? ¿Cómo así? ¿Pueden llegar sus hijos a su hogar y sentirse libres de ser como ellos son y ser aceptados? ¿O están sus hijos como los que cierran la puerta de su cuarto porque no se sienten aceptados? ¿Sabe por qué los jóvenes están en maras o en noviazgos destructivos? Porque encontraron a alguien que los amaba. Pero quiero decirle, padre, que primero lo buscó a usted, pero no lo encontró, sino que a otros adolescentes que no tenían ni una pizca de sabiduría. ¿Sabes por qué hay mujeres que están buscando cómo acostarse con otros hombres? ¿O por qué caen tan fácilmente con otro hombre? Porque esa mujer siempre tuvo desde niña la necesidad del abrazo de un padre, una caricia, un “te amo” y no lo recibieron, entonces crecen con el vacío de afecto y -perdón por la expresión- ante el primer hombre vago, patán, que les da esas caricias, se rinden.

¿Sabe qué está demostrado? Que los jóvenes que no reciben afecto en su hogar tienen el 60% más de posibilidades de tener sexo antes del matrimonio. Los que reciben toda la aprobación de sus padres, crecen con seguridad en ellos mismos, con mayor capacidad intelectual y afectiva, así como una mejor relación con Dios. ¿Qué importa si su hijo pierde una clase? Abrácelo primero, después hable de las notas. ¿O no es así acaso Dios? ¿Ha venido alguna vez sintiéndose mal, en pecado? Usted lo primero que dice es “tócame, Señor”. ¿Qué es lo primero que le pide? Afecto. “Señor que tu Espíritu me toque”. ¿Qué cree que es eso? Afecto. ¿Qué cree que es lo que sus hijos le piden? Afecto. Me ha tocado ministrar a muchos jóvenes que nunca escucharon de sus padres que estaban orgullosos de ellos, y crecen frustrados. Si usted fue uno de esos, no es razón para que lo haga con sus hijos. Usted es el llamado para hacer lo correcto.

Uno de los momentos más felices de mi día es llegar a mi casa, tomar a mi esposa en mis brazos, y juntos comenzamos a decir cuánto nos amamos todos los días. Yo tengo una costumbre en mi hogar, cada vez que entro a la casa, silbo. Como quien dice “ya vine”. Mi esposa se levanta y sale corriendo a saludarme, lo mismo mi hija. ¡Qué alegre es tener un hogar así! ¡Qué sabroso! Llegar a casa y saber que tienes gente que te ama como tú eres, que te puedes equivocar, que conocen tus defectos y aún así te aman. Que sabroso es llegar a la casa del Padre y escucharlo decir “acércate”. Uno se acerca a Dios y se siente mal porque hizo algo malo, pero es bueno sentir a Dios que le rodea y le dice “hijo, yo te amo”. Sabe yo no me paro aquí a predicar por mis virtudes, no ha sido mi falta de equivocaciones la que me tiene aquí, seguramente me he equivocado mucho. Me paro aquí porque he sido corregido, y he sido aceptado cada vez que lo he hecho. Y cada vez que recibo ese amor, digo “yo no puedo volver a equivocarme”. Es tan bello ese amor, porque sólo la gracia tiene el poder de transformarme. No lo tiene el rechazo, sólo la gracia. El rechazo no es un recurso. El amor es el recurso de Dios, El te amó primero. ¿Vas a salir tú y amar primero? A ti te toca el primer paso. Levanta tus manos al Señor, dile: “Enséñame a amar como Tú amas”.

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