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Todos saben, no todos creen

Todos saben, no todos creen

10 de diciembre de 2017

Tiempo de lectura: 4 minutos

Son muchos los que durante esta época celebran el nacimiento de Jesús, pero irónicamente, no todos creen en Él. La Navidad se convierte en motivo de abundancia y saciedad incluso para quienes no creen en sus milagros;[1] la gente se acerca a Él porque Su nacimiento es motivo de festejos, comida y derroche. Así es como diciembre se convierte en el mes donde todos saben de Jesús, incluso aquellos que no creen.

Nicodemo sabía que los milagros que hacía el Mesías eran imposibles de lograr sin tener a Dios a Su lado,[2] y Jesús le hizo ver que para ver el reino del Padre es necesario creer y nacer de nuevo en agua y Espíritu.[3] Bautizarse en agua simboliza morir en nuestra antigua manera de vivir y nacer transformados en pensamiento y acciones, en la forma de relacionarte con las personas y de ver la vida. Nacer de nuevo consiste en recibir de Cristo un camino recto y renovado.

La gente a veces piensa que porque vengo de una familia con principios cristianos automáticamente nací siguiendo a Jesús, y no es así. Mi familia y yo, cada uno en su momento, tomó la decisión de seguirle y para cada uno esa fue una elección personal. Durante esa etapa, mientras me debatí si seguirlo o no ―pues, aunque creía en el Dios de mis padres, me hacía falta creer en Su hijo como mi Salvador y en lo que Él podía hacer en mi vida―, le pedí al Señor una oportunidad para comenzar de nuevo en todos los aspectos de mi vida, y así fue. Cuando empezó esta etapa nueva etapa, dejé de aferrarme a todas las cosas pasadas para seguir hacia adelante y experimentar una vida nueva en todo sentido: cambié mi forma de ser, de pensar y de actuar, y hubo gente que incluso notó que ya no era la misma persona; de alguna u otra forma, mi cambio influyó positivamente en todos los que me rodeaban.

La experiencia de nacer de nuevo no solo consiste en saber que Jesús murió por nuestros pecados, sino en estar dispuestos a transformar nuestra vida, y de esa forma, afectar a quienes nos rodean. En esta temporada, cuando todos saben de Jesús, es cuando hay que influir en la gente para que no solo sepan de Él, sino además crean que tiene para nosotros un camino nuevo y una vida nueva.

Jesús declaraba lo que sabía, los discípulos daban testimonio de los milagros que habían visto, y aun así Nicodemo no terminaba de creer.[4] Así como él, muchos prefieren conformarse con saber en vez de ser transformados por su propia fe y convicción; muchas veces tienen enfrente a Jesús y han sido testigos de lo que Él hace en otras personas, pero prefieren quedarse como están por miedo a sentirse expuestos de alguna u otra forma. Debemos arriesgarnos a creer más de lo que conocemos; pues tu vida será transformada solo cuando decidas creer en Cristo y no basta con solo haber escuchado de Él.

El capítulo 3 del Evangelio de Juan representa a Jesús como la serpiente de bronce que hizo Moisés[5] y que tenía el poder de curar a las personas que eran mordidas por una serpiente venenosa.[6] Quizá a ti también te haya mordido la frustración, alguna adicción, la escasez, las deudas, las ofensas o la falta de perdón, pero siempre que seas mordido y voltees a ver a Jesús, serás sanado.

Cristo es el camino hacia adelante, pero si nos empeñamos en ver hacia el pasado y a echarle la culpa a alguien más por nuestro presente, ese camino podría resultar afectado.[7] Confía en que Él puede hacer que familias enteras vuelvan a reencontrarse, que un hijo descarriado vuelva a casa, que una adicción se cure, que la escasez desaparezca, que haya prosperidad y que te den ese empleo que necesitas. Jesús puede marcar la diferencia para siempre, así que, en estas fechas, más que celebrarlo, decide creer en Él para que pueda transformar tu vida.


[1] Juan 6:26 (NVI): ―Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan no porque han visto señales, sino porque comieron pan hasta llenarse. Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre. Sobre este ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación. ―¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige? —le preguntaron. ―Esta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió —les respondió Jesús.

[2] Juan 3:1-2 (NTV): Había un hombre llamado Nicodemo, un líder religioso judío, de los fariseos. Una noche, fue a hablar con Jesús: —Rabí —le dijo—, todos sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos. Las señales milagrosas que haces son la prueba de que Dios está contigo.

[3] Juan 3:3-8 (NTV): Jesús le respondió: —Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo, no puedes ver el reino de Dios. —¿Qué quieres decir? —exclamó Nicodemo—. ¿Cómo puede un hombre mayor volver al vientre de su madre y nacer de nuevo? Jesús le contestó: Te digo la verdad, nadie puede entrar en el reino de Dios si no nace de agua y del Espíritu. El ser humano solo puede reproducir la vida humana, pero la vida espiritual nace del Espíritu Santo. Así que no te sorprendas cuando digo: “Tienen que nacer de nuevo”. El viento sopla hacia donde quiere. De la misma manera que oyes el viento pero no sabes de dónde viene ni adónde va, tampoco puedes explicar cómo las personas nacen del Espíritu.

[4] Juan 3:9-13 (NTV): —¿Cómo es posible todo esto? —preguntó Nicodemo. Jesús le contestó: —¿Tú eres un respetado maestro judío y aún no entiendes estas cosas? Te aseguro que les contamos lo que sabemos y hemos visto, y ustedes todavía se niegan a creer nuestro testimonio. Ahora bien, si no me creen cuando les hablo de cosas terrenales, ¿cómo creerán si les hablo de cosas celestiales? Nadie jamás fue al cielo y regresó, pero el Hijo del Hombre bajó del cielo.

[5] Juan 3:14-15 (NTV): Y, así como Moisés levantó la serpiente de bronce en un poste en el desierto, así deberá ser levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

[6] Números 21:8-9: Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.

[7] Lucas 9:62 (TLA): Jesús le dijo: —No se puede pertenecer al reino de Dios y hacer lo mismo que hace un mal campesino. Al que se pone a arar el terreno y vuelve la vista atrás, los surcos le salen torcidos.

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