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Aprecia la sabiduría de todos

26 de agosto de 2012

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Vivir exige sabiduría porque nuestra existencia se integra por infinidad de decisiones que nos obligan a escoger lo correcto de aquello que conocemos, sea por definición o por experiencia. Cada paso que damos requiere seleccionar entre dos opciones. Incluso al abrir los ojos cada mañana, debemos decidir con sabiduría levantarnos a la hora más adecuada para ser productivos.

Además, sabemos que nuestro Señor nos pide que seamos sabios. De hecho, En Lucas 14: 25-33 Jesús explica que la sabiduría es indispensable para ser Sus discípulos1. Él explica que será imposible seguirlo para quien no aborrezca y renuncie a todo cuanto posee, incluyendo a su familia, y lo asocia con alguien que no es capaz de planificar antes de edificar y alguien que pelea una batalla sin considerar sus posibilidades de ganarla.  ¿Qué relación tiene todo esto? El hilo conductor de todo lo que Jesús describe es la insensatez y la necedad. Así que para ser Su discípulo debemos despojarnos de la insensatez y de la necedad, ¡incluso si la heredamos de nuestros padres! No podemos llegar a los pies de Jesús sin antes aborrecer todo lo que aprendimos que obstaculice el camino a la sabiduría. Hay generaciones que heredaron necedad y deben romper con ese lastre. No esperes a ser anciano para adquirir sabiduría, aprende del Señor para corregir tu vida y enseñar a tus hijos. La única forma de aborrecer la necedad es buscar y amar la sabiduría.
Algunas personas que escuchaban a Jesús se preguntaban cómo sabía tanto si era el hijo del carpintero que ellos conocían2. Las personas arrogantes, poco sabias, menosprecian la sabiduría de otros porque no la reconocen. Al contrario, los sabios siempre desean aprender por lo que encuentran sabiduría al escuchar, preguntar y observar. Una persona sabia incrementa su entendimiento al buscar consejo sobre lo que ignora y encuentra buen juicio donde otro no se imagina que pueda existir. Debemos hacer a un lado el orgullo y tener humildad para reconocer la sabiduría y escuchar consejo de quien puede enseñarnos.
Incluso, podemos ver que la sabiduría nos promueve, porque Jesús salió del anonimato al compartir Sus enseñanzas. Demuestra que anhelas sabiduría buscándola incluso en los lugares más insospechados. Sabio es aquel que con consejos, experiencia ajena y propia recopila información para tomar las decisiones correctas.

Es cierto que la sabiduría se adquiere con los años y la experiencia, pero todos podemos ser más sabios a la edad que tengamos. Un niño de ocho años que termina sus tareas antes de jugar es más sabio que otro que no dedica tiempo al estudio. Nuestro nivel de sabiduría se incrementa si sabemos dónde buscarla y encontrarla. ¡La Biblia dice que aun el necio es contado por sabio cuando calla! Así que de todas las personas podemos obtener sabiduría si tenemos la correcta disposición para estar atentos.

Debemos aceptar la sabiduría donde quiera que la encontremos, en lo pequeño y en lo grande. La Palabra nos dice que las hormigas son sabias aunque son pequeñas y nada fuertes, porque aprovechan el verano y se preparan para el invierno. Aprende y demuestra tu sabiduría al ahorrar porque la época difícil vendrá. El segundo ejemplo de sabiduría son los conejos que no se esfuerzan demasiado, ya que aprovechan lo que ya existe, por eso forman sus madrigueras entre los pedregales que les brindan seguridad. La Palabra también habla de las langostas que avanzan en grupos; y menciona a las arañas que habitan en palacios aunque son tan vulnerables que podemos atraparlas con la mano3. Entonces, la sabiduría no necesariamente está ligada a la grandeza, fortaleza o exceso de esfuerzo. Los insectos y animales más pequeños pueden enseñarnos sobre sabiduría si tenemos la humildad de aceptar las lecciones que puedan darnos. No desperdicies ninguna enseñanza que Dios quiera darte a través de Sus criaturas.

Eclesiastés enseña que la sabiduría puede verse además de escucharse y nos cuenta sobre un hombre pobre que salvó a su pueblo con el consejo que le dio ante la amenaza de una invasión, ya que la sabiduría puede más que la fuerza. Pero lo más remarcable de este pasaje es la sabiduría del hombre que fue capaz de tomar en cuenta a ese sabio que, aunque pobre y olvidado, podía ayudarles4 y dijo: “Hay que escucharlo”, más aún, encontramos doble enseñanza en quienes aceptaron el consejo, dejaron de lado su orgullo y escucharon al hombre que antes habían menospreciado.

Si estás dispuesto  a ser sabio debes dejar el orgullo que te impide escuchar a grandes, pequeños, ricos o pobres. Aun en el necio se encuentra sabiduría si sabemos descubrirla con una mirada abierta y receptiva. La Palabra nos advierte que no seamos sabios en nuestra propia opinión porque no siempre tendremos la razón. ¡Aceptemos nuestra ignorancia y mantengamos nuestros sentidos alertas para encontrar sabiduría! Dale gracias al Señor por abrirte los ojos, los oídos y el entendimiento a la sabiduría que te rodea. Demuestra tu deseo de erradicar la insensatez y crecer en buen juicio al aceptar a Jesús y abrirle las puertas de tu corazón para que cambie tu vida por completo, llenándote de Su sabiduría.
1 Lucas 14: 25-33: Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulos.

2 Marcos 6:2-3 relata:  Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.

3 Proverbios 30:24-28 explica: Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: las hormigas, pueblo no fuerte, en el verano preparan su comida; los conejos, pueblo nada esforzado, y  ponen su casa en la piedra; las langostas, que no tienen rey, y salen todas por cuadrillas; la araña que atrapas con la mano, y está en palacios de rey.

4 Eclesiastés 9: 13-18 relata: También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande: una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes; y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre. Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras. Las palabras del sabio escuchadas en quietud, son mejores que el clamor del señor entre los necios. Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien.

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