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Cambios determinantes

08 de enero de 2017

Tiempo de lectura: 7 minutos

En este nuevo tiempo que iniciamos, iremos detrás de los cambios necesarios para lograr lo que un día dispusimos. Puede ser que planearas bajar de peso, aprender inglés o expandir tu negocio, pero no lo has logrado. Frente a esa realidad, solo hay dos opciones: rendirte o insistir. Y la verdad, rendirnos no debería ser una alternativa, así que solo queda persistir, pero con una nueva estrategia. Antes de asegurar con frustración: “Esto no es para mí”, pidamos al Señor que intervenga. A fin de año, hicimos un viaje con el equipo pastoral y uno de los vuelos se atrasó, así que fui al puesto de revistas del área donde estábamos a buscar libros. Fue extraño que la palabra “disrupción” comenzó a aparecer por todos lados en diversas portadas. Dios me estaba indicando que esa palabra era clave y busqué su significado: “Ruptura brusca, una interrupción súbita, buscar el cambio, la transformación”. Comencé a reflexionar sobre ello y comprendí que somos producto del aprendizaje de cierta forma de hacer las cosas y la disrupción es interrumpir esa rutina. Entonces, comprendí que Dios me decía: “Ahora harás las cosas de otra manera para llegar al destino que te había trazado”.

Jesús es especialista en disrupciones, en hacer cambios bruscos. Había una forma de contar los años que cambió a partir de Su nacimiento. Entonces se acuñó la frase: “Antes de Cristo y después de Cristo”. Jesús intervino en el tiempo y dijo: “Momento, voy a cambiar la forma de recordar la historia”. Lo mismo sucede con nosotros, Jesús interrumpirá nuestra forma de pensar y actuar. Cuando quieras decir esa palabra que no se debe y quieras hacer aquello que es incorrecto, Él interrumpirá. Al conocerlo y entregarle nuestra vida, fue necesario dejar atrás todas nuestra mañas y malos hábitos, porque Él busca interrumpir lo que nos impide avanzar: una relación pecaminosa, ese grupo de amigos que te motiva a tomar y fumar, tus mentiras, la vana manera de vivir, la soberbia y el orgullo.

Siempre tuve el sueño de alquilar una casa rodante para vivir una aventura diferente con mi familia y a finales de año, lo hice realidad, pero no fue como lo había imaginado. Después de las primeras doce horas de manejar, me pregunté si había sido una buena idea. Con un niño de diez años, con una de siete y otra de seis. ¿Te imaginas cuántas veces nos detuvimos al baño? ¡Nunca lo olvidaremos! Salí cuadrado del carro, me sacaron con espátula después del viaje que hicimos por carretera de Florida a Washington. Hubo momentos en los que deseaba dejar la casa rodante tirada y buscar el aeropuerto más cercano para subirnos a un avión. Eso hubiera sido una disrupción, llegar a nuestro destino de una forma más eficiente y efectiva, pero implicaba detener el proceso que ya había iniciado, interrumpir el plan que tenía. ¿Estás dispuesto a interrumpir tu manera de hacer las cosas? Hoy, eres resultados de esa forma de proceder. ¿Estás conforme con tus resultados o quisieras detenerte y cambiar?

Jesús lo hizo y una vez fue de manera brusca cuando sacó a los mercaderes del templo[1]. El Príncipe, el Rey de reyes quiere dejar Su casa limpia y sacar lo que sea necesario. ¿Te imaginas a Jesús tirando todo? Él, la paz del mundo, el amor hecho carne, tomó un látigo e intervino con celo porque era necesario desechar lo incorrecto. Cuando hay algo en tu vida que incomoda a Jesús, con toda autoridad, lo sacará. Si estás acomodado, Dios interrumpirá ese proceso y te inquietará para que retomes el rumbo. Seguramente tirará algunas cosas. Seguro que te alegrará que tire la enfermedad, pero ¿te dará la misma satisfacción que intente tirar esa relación que tanto te agrada? Un amigo médico me dijo que la palabra disrupción se usa mucho en su ámbito porque es la interrupción de un proceso. Jesús interrumpió muchas veces los procesos de enfermedad y de posesión demoníaca, como lo hizo con el joven que era atormentado por un espíritu que lo hacía revolcarse y echar espumarajos por la boca, y a quien los discípulos no pudieron ayudar[2]. Ese joven padecía desde niño. Te aseguro que ahora podrás superar todo aquello que te afecta desde tu niñez, porque Jesús provocará una disrupción en tu presente para que tu pasado ya no afecte tu futuro. Solo pídele que te ayude a creer, tal como el padre angustiado de ese joven le dijo al Señor: “Creo, pero ayuda a mi incredulidad”.

Dice la Palabra de Dios que el Espíritu Santo nos ayuda en la debilidad. Y cuando hay disrupciones es necesario pedir ayuda porque no es fácil cambiar el rumbo. Pero nosotros tenemos todo el apoyo que necesitamos si lo pedimos a Dios. Hay que buscar balance para realmente hacer realidad la afirmación: “Todo lo puedo…” Reconozcamos que somos humanos y que necesitamos Su ayuda, por eso la afirmación se complementa: “…en Cristo que me fortalece”.

Cuando los discípulos fueron enviados a predicar el Evangelio, el Espíritu Santo fue una disrupción necesaria porque Jesús los iba a enviar con poder, con la fortaleza y las herramientas que necesitarían[3]. Como un padre que ayuda a sus hijos cuando desean cargar algo muy pesado. A veces se nos ha olvidado pedir ayuda o nos da vergüenza hacerlo. No tengas pena, pide al Señor que te ayude y lo hará. Si Jesús, todopoderoso, pidió ayuda al Padre, ¿por qué nosotros no lo haremos? Él nos enseña la lección más grande de humildad y de trabajo en equipo porque siempre acudió a Su Padre. Dios te dio una visión y planes que te ayudará a cumplir. En una mano tienes tu empuje, tu capacidad y en la otra mano tienes al Señor para apoyarte. En una mano tienes la espada para luchar, en la otra mano tienes a Dios sosteniéndote. Ese es el balance perfecto para provocar una disrupción que cambiará tu vida para bien. El Espíritu Santo está para interrumpirte; si hay dolor o ansiedad en tu corazón, deja que Él interrumpa tu circunstancia, porque desea ayudarte con esa carga tan pesada.

Lo que por años no pudiste hacer, ocurrirá inmediatamente cuando Jesús se manifieste. Hazte a un lado, Jesús logrará la disrupción para que cortes esa relación extramarital, esa costumbre que te hace daño, esa adicción o mal hábito. Deja que Él intervenga para hacer realidad los negocios que has intentado. ¡Tu debilidad será interrumpida por la fortaleza del Señor! Hay una riqueza linda en la debilidad porque es ahí donde la gracia de Dios puede actuar. Acepta tu debilidad y pide al Señor que Su poder se fortalezca en ti para que se dé esa disrupción y alcances todo lo que no has podido, que superes todo lo que te ha detenido y te perfeccione según Su voluntad[4]. Dios dice que irá delante de ti, quebrará puertas de sufrimiento y te dará tesoros guardados[5]. Él quiere ayudarte, pero ¡deja que lo haga!

Dile: “Espíritu Santo, interrumpe la soledad, la tristeza, el pecado, la enfermedad, el fracaso, el odio, el rencor[6]. Creo en ti; con humildad reconozco que te necesito para todo”. Acepta a Jesús como Señor y Salvador para que la disrupción más grande y poderosa suceda en tu realidad, para que Él interrumpa poderosamente tus circunstancias y comiences una nueva vida.


[1] Juan 2:13-16: Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.

[2] Marcos 9:14-29: Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos. Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron. El les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos? Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron. Y respondiendo él, les dijo: !!Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo. Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos. Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad. Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él. Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó. Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.

[3] Hechos 2:2-4: Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

[4] 2 Corintios 12:9: Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

[5] Isaías 45:2-4: Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre. Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; te puse sobrenombre, aunque no me conociste.

[6] Romanos 8:26-28: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. Más que vencedores. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

 

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