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Cómo combatir la confusión

Cómo combatir la confusión

22 de noviembre de 2020

Tiempo de lectura: 9 minutos

Vivimos una época de mucha confusión. ¡Y vaya si no! Muchos pensamos que este 2020 sería un gran año, pero, de repente: pandemia. La confusión suele venir de la falta de orden o claridad. Cuando algo no está claro y tiene un sentido mixto solemos confundirnos; o bien, cuando esperamos que Dios haga algo y sin embargo todo va en sentido contrario. La confusión es natural. Todos nos confundimos y es probable que lo hagamos aun cuando confiemos en Dios,[1] pero si además de confiar esperamos en Él, la confusión no nos acechará.[2]

En un solo día pueden pasar tantas cosas que podrían confundirnos; y los pastores, por ejemplo, debemos estar preparados para esto. De repente la noticia de una pareja que tendrá un hijo después de muchos intentos nos alegra mucho, pero el mismo día podríamos recibir otra sobre una oveja que falleció y eso nos entristece. Esto es un altibajo de emociones, pero sepamos que podemos armarnos con nuestra fe para apagar los dardos de fuego que provienen del enemigo.[3]

Juan el Bautista, a pesar de haber escuchado sobre todos los milagros de Jesús, sintió confusión al verse encerrado en la cárcel: ¿En realidad era Jesús el Mesías o había que esperar a otro?[4] ¿Por qué le mandó a preguntar esto, si fue él mismo quien lo anunció como el Cordero? La situación que el Bautista vivía en ese momento le hizo hacerse preguntas y, claro, tampoco está mal que nos las hagamos, es normal; pero el hecho de que él estuviera preso no tenía nada que ver con la divinidad de Cristo.

Acaso Juan pensaba que siendo él quien bautizó al Hijo de Dios no merecía estar en la cárcel, pero también podemos confundirnos debido a la expectativa que tenemos de algo. Fue exactamente lo que le pasó a Gedeón cuando por culpa de su presente dudó de todas las maravillas que Dios hizo en el pasado.[5] Y es entonces que nos preguntamos cosas como “Si Dios bendijo a mis padres en su matrimonio, ¿por qué no lo está haciendo con el mío?”, o “Si Dios le hablaba a los hombres y mujeres de antes, ¿por qué no me habla a mí?” Sin embargo, tal fue el estado de confianza en el que entró Gedeón que, antes de enfrentarse a los madianitas, entregó su ofrenda al Señor.[6] De haber permanecido en la confusión, esto no hubiera ocurrido.

La confusión también puede venir de una promesa aún no cumplida. Quizá David pensó que al ser rey de Israel Dios lo proveería de un ejército moral, social, económico y psicológicamente intachable, sin embargo, quienes se unieron a él fueron los afligidos, los endeudados y los amargados.[7] ¿Cómo no se iba a confundir David si antes el Señor lo había mandado a ungir como rey de Israel? A pesar de la confusión, David fue un hombre que se caracterizó por permanecer confiado.[8]

Pero quizá no haya ningún personaje más confundido en toda la Biblia que Pedro, el apóstol. Él fue llamado por Jesús desde “Bienaventurado” y “poseedor de las llaves del reino” hasta “Satanás”. Fue pedido por el enemigo para ser zarandeado como a trigo, pero Cristo rogó por él para que su fe no faltara.[9] El apóstol se encontraba en medio de ambos y no entiendo cómo pudo soportar tantas circunstancias mixtas, pero a fin de cuentas esto es algo que nos puede pasar a todos. De hecho, se podría decir que hasta Jesús llegó a sentir confusión cuando reclamó el amparo de Dios,[10] pero al igual que David, también permaneció confiado en el Padre hasta en su último suspiro.[11]

Por eso quiero concluir diciéndote que no importa cuán mixtas sean las situaciones que ahora te confundan. Pídele al Señor tu confianza esté en alto aun en medio de la confusión. Quizá en tu vida haya una promesa que se ha postergado en tu tiempo, pero no en el tiempo de Él. Por eso no dejes de confiar en Él.


[1] Salmos 31:1: En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; líbrame en tu justicia.

[2] Salmos 25:1-5: A ti, oh Jehová, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío; no sea yo avergonzado, no se alegren de mí mis enemigos. Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido; serán avergonzados los que se rebelan sin causa. Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día.

[3] Efesios 6:16: Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

[4] Mateo 11:2-4: Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis.

[5] Jueces 6:12: Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas.

[6] Jueces 6:18: Te ruego que no te vayas de aquí hasta que vuelva a ti, y saque mi ofrenda y la ponga delante de ti. Y él respondió: Yo esperaré hasta que vuelvas.

[7] 1 Samuel 22:1-2: Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres.

[8] Salmos 27:1-4: Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado. Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.

[9] Lucas 22:31-34: Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. Él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.

[10] Mateo 26:46: Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

[11] Lucas 22:46: Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.

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