23 de agosto de 2015
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Cómo elegir gobernantes II
¡Hay esperanza para nuestro país, escogeremos bien a nuestras autoridades, porque el amor y la sabiduría de Dios nos guiarán!
Lo primero que debemos hacer frente a un proceso electoral es pedir sabiduría al Señor. Al hablar de este tema, debemos aprender sobre lo que el pueblo de Israel hizo en cierto momento político de la nación. Cuando los hijos del profeta Samuel asumieron como jueces, fueron rechazados porque no eran íntegros[1], y pidieron a Samuel que cambiara el sistema de jueces a reyes. Desecharon el sistema de Dios, cuando lo correcto era esperar a las personas que calificaban como jueces para Israel. Si no hay personas correctas, cualquier sistema falla, pero con personas íntegras, cualquier sistema funciona, mucho más si está respaldado por Dios. Con paciencia, nuestro Señor puede obrar en la nación.
Ahora bien, no basta elegir al gobernante correcto, sino que también hay que tener leyes y ordenanzas justas que fundamenten ese buen gobierno y nos mantengan en el camino correcto. En la Palabra de Dios, además de hablar de leyes, se habla de organización[2], por lo tanto, en un buen gobierno se necesitan leyes, organización y una persona idónea para que coordine todo. Como ciudadanos debemos estas dispuestos a poner nuestro granito de arena para lograr esa nación que tanto anhelamos, porque ambos, pueblo y gobierno, deben ser íntegros.
¡No nos cansemos de pedir sabiduría!, ya que es indispensable para dirigir bien. Cualquiera puede dirigir, pero sin sabiduría, la dirección es equivocada y conduce al fracaso del pueblo y del gobierno. Cuando se elige presidente, hay que averiguar si los consejeros del candidato realmente son sabios, porque en ese consejo oportuno y correcto hay seguridad[3]. Veamos si tiene a alguien que le diga: “Eso no es de Dios”. Porque el principio de la sabiduría es el temor de Jehová, el respeto al único que puede ayudarnos a gobernar bien. Veamos que todos tenemos una responsabilidad, ya que en una familia no se necesita solo un buen papá, sino un buen padre, una buena madre y buenos hijos; la suma de cada uno da como resultado una buena familia. De igual manera, la vida del país es la suma de la vida de cada ciudadano y persona en el gobierno. ¡Solo juntos, guiados por la sabiduría de Dios, construiremos una mejor nación!
Sabemos que Salomón es un ejemplo de sabiduría, pero la obtuvo porque se la pidió a Dios. Desde que subió al trono, con humildad dio gracias al Señor por haberlo puesto como rey, porque aún siendo hijo de David, Dios pudo poner a otro. Salomón era un joven sin experiencia, pero con temor y respeto a Dios, pidió lo que sabía que era necesario para tener éxito como rey. Reconoció su ignorancia y se enfocó en lo que era importante[4]. Nota la diferencia, los hijos de Samuel fueron presos de la avaricia y el soborno, por lo que corrompieron el derecho al buscar riqueza. En cambio, Salomón pidió sabiduría, y Dios también le dio riqueza. Por lo tanto, pidamos al Señor gente deseosa de gobernar con sabiduría y que no se preocupe por sus riquezas, porque si lo obedecen, también les dará riqueza y bendición.
Luego, Salomón hizo algo importante, presentó sacrificio y ofrendas al Señor[5]. Solo habrá gente correcta en el gobierno, si aman y obedecen al Dios correcto. No digo que debemos votar por evangélicos, sino que se debe buscar alguien con verdadero temor de Dios, no alguien religioso, alguien que tenga el corazón dispuesto para reconocer que del Señor es esta tierra y todo cuanto existe, por lo tanto, deberá dar cuentas del puesto de gobierno que asumirá.
Y Salomón pudo dar cuentas de la sabiduría que Dios le dio, porque el primer caso que juzgó fue el dos prostitutas que peleaban por el mismo bebé. Entonces, el rey sabiamente logró dilucidar quién era la verdadera madre, aquella que prefería sacrificarse con tal de que su hijo viviera. Analiza, ¿quién, ahora, le haría justicia a una prostituta? Seguro que es difícil porque lo primero que se hace es condenar, pero Salomón pensó que aún una ramera era digna de justicia; desde que visualizó de esa forma integral la justicia, demostró que Dios estaba con él[6]. Que esa misma sabiduría le sea concedida a todos los que estén en cargos de gobierno, solo así tendremos una mejor nación. No se trata de religión, sino de tener la sabiduría de Dios que no hace acepción de personas, como la Biblia nos enseña constantemente[7]. Busquemos quién priorice la ley y el derecho de los afligidos; alguien sobrio no solo en sus costumbres sino en su carácter[8]. Pidamos a Dios que en este proceso electoral, la gente sepa que aunque es un servidor público, primero es un servidor de Dios, porque las naciones son Suyas; que sepan que es a Dios y a Sus hijos a quienes sirven. ¡Toda ley debe ser escrita para que se cumpla el mandamiento de amar al prójimo! Si logramos que nuestras leyes sean conforme al principio de amarnos los unos a los otros, llevamos buen camino recorrido para lograr una nación que se levante[9]. Pidamos: “Señor danos una nación donde la justicia sea nuestro orgullo[10]”.
La base de una correcta sociedad es el amor, porque trae respeto[11]. En un país se comete pecado porque no hay amor al prójimo, entonces no hay respeto, se codicia, se roba y se mata. En Guatemala falta amor. Estamos por elegir presidente, alcalde y diputados, pero no Rey, porque Rey ya tenemos y es nuestro Señor y el resumen de Su ley es amor y verdad, así que debemos practicar el amor y la verdad, más aún si asumimos un puesto en eminencia[12]. Dios no se equivoca y La Biblia es un libro de gobierno, desde Génesis hasta Apocalipsis. Habla de sojuzgar la tierra, de gobernarse a uno mismo, a una familia y a una nación. Si queremos que Su gobierno sea el nuestro, rindámonos delante de Su trono.
La enfermedad de nuestro país es grave y la medicina puede ser amarga, pero hay esperanza para Guatemala. ¡Vamos a salir adelante si seguimos clamando al Señor! Seamos luz donde quiera que estemos. ¡Demuestremos que podemos ofrecer la integridad y el amor que Dios exige! Nuestra confianza debe estar puesta en nuestro Rey, quien no falla. Pidamos una nueva nación, donde reine la justicia, donde la ley sea superior a los hombres. Pidámos al Señor que levante gente correcta, sencilla, sabia, capaz y humilde que gobierne nuestro país. Asumamos la autoridad que Dios nos ha dado. ¡Hoy declaramos luz, justicia y paz, alcanzaremos esa nueva República para la honra y gloria del Señor!
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